Día Mundial
Así funciona la medicina de precisión para reducir la obesidad
Los expertos coinciden en que ya no importa cuánta grasa haya en el cuerpo, sino dónde está y cómo actúe
Hace tiempo que la obesidad dejó de ser una cuestión estética para convertirse en un problema sanitario. No es para menos, pues se estima que el 23% de la población vive con obesidad y más de un 60-70% tiene sobrepeso. Y va a más, pues para el año 2030 el World Obesity Atlas estima que el 30% de la población española será obesa. Razón más que contundente para plantarle cara con todas las armas disponibles, de ahí que cada vez cobren más fuerza el abordaje integral y la medicina de precisión.
«Estamos viviendo una auténtica revolución tanto a nivel conceptual como en el manejo de la obesidad», reconoce Alfredo Michán, internista en el Hospital Universitario de Jerez y coordinador del grupo de trabajo de Diabetes, Obesidad y Nutrición (DON) de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Una idea que también defiende Juana Carretero, miembro del grupo de Trabajo DON y expresidenta de la SEMI, quien hace hincapié en que «hemos dejado de ver la obesidad como un problema en el que se culpaba al paciente para entender que se trata de una enfermedad no basada en el índice de masa corporal (IMC), sino en todas las patologías que conlleva».
Nueva definición de obesidad
Si hay algo que ha supuesto un cambio radical en los últimos meses es el hecho de que «sepamos que lo que realmente define la obesidad es el exceso de grasa en órganos donde no debería estar, como en el páncreas, donde interfiere con la producción de insulina; en el hígado, donde provoca esteatosis hepática; en el corazón, afectando a la función cardiaca, o en los músculos, donde impide su correcta contracción. Por tanto, debemos distinguir entre la obesidad, que es el exceso de adiposidad acumulada en los tejidos y órganos del cuerpo, y la obesidad clínica, que es una enfermedad crónica y sistémica que puede provocar daño grave como insuficiencia cardiaca, ictus o insuficiencia renal, tal y como detalló la revista ‘‘The Lancet’’», argumenta Michán.
Independientemente del nombre que se le dé, «la clave está en el abordaje integral de la persona y en ofrecerle la mejor atención especializada posible», advierte Carretero. Por eso, en este escenario, «lo primero que hay que descartar es que la obesidad sea secundaria a otra enfermedad para después tratar de averiguar a qué órganos está dañando esa adiposidad y cómo es su composición y sus características, pues según se distribuya el exceso de grasa tendrá diferentes manifestaciones y, por tanto, necesitaremos actuar con mayor o menor urgencia, ya que en algunos casos pone en grave riesgo la salud de quien la sufre», asegura Michán.
El papel de la medicina de precisión
Es aquí donde entra en juego la investigación y la denominada medicina de precisión. «Gracias a la investigación tenemos las claves para definir la obesidad como enfermedad, poder diagnosticarla con precisión y prescribir una terapia personalizada, pues nos aporta biomarcadores de diagnósticos y también dianas terapéuticas específicas», asegura Ana Belén Crujeiras, directora del grupo de Epigenómica en Endocrinología y Nutrición del IDIS y CiberOBN en Santiago de Compostela y vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo).
Tal y como detalla la investigadora, «actualmente disponemos de técnicas de antropometría, bioimpedancia, ecografía nutricional así como otras técnicas más complejas como la absorciometría de rayos X de energía dual (DXA), tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM). Mediante estas técnicas podemos conocer la cantidad de tejido adiposo y también la distribución del mismo». Y esta cuestión no es baladí. Todo lo contrario, ya que, tal y como explica Albert Lecube, jefe de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Arnau de Vilanova de Lleida y miembro de la junta directiva de Seedo, «no es tan importante cuánta grasa tienes sino dónde y cómo actúa, ya que es si es más disfuncional y fabrica más factores que favorecen la inflamación se tiende a la fibrosis, lo que complica el pronóstico, pues tenemos la hipótesis de que cuando más inflamado está un tejido va a ser más fácil que el paciente desarrolle enfermedades metabólicas graves. Por eso, empleamos ya la biopsia para analizar ese tejido adiposo de forma cada vez menos invasiva y más rápida, pues permite ver si el tejido está fibrosado».
En este sentido, Crujeiras detalla que «en obesidad se observa una disfunción del tejido adiposo (adipoquinas) y del músculo (miokinas). Dichas disfunciones crean un estado de inflamación crónico de bajo grado y estrés oxidativo que se ha propuesto como el nexo de unión entre la obesidad y las enfermedades asociadas a ella como la diabetes, enfermedad cardiovascular y algunos tipos de cáncer. Pues bien, las investigaciones actuales van también dirigidas a estas disfunciones periféricas, por ejemplo, favoreciendo la termogénesis mediante procesos de “pardeamiento” del tejido adiposo». En definitiva, «hay que buscar herramientas para clasificar a los pacientes y plantear tratamientos individualizados en función de lo que será más eficaz para cada uno de ellos. Y en esa individualización también trabajamos con variantes genéticas», explica Lecube.
La investigación en biomarcadores moleculares mediante técnicas ómicas «podrá aportar biomarcadores que nos ayuden a mejorar el manejo de la obesidad», anticipa Crujeiras, quien destaca que «la validación de estos biomarcadores en muestras mínimamente invasivas, como sangre periférica o saliva, aportará estrategias útiles para mejorar el diagnóstico, la predicción de respuesta a los tratamientos y el propio tratamiento de las personas con obesidad. En el futuro, mediante el estudio de la genética, epigenética, transcriptómica, proteómica y metagenómica, junto con las herramientas de valoración morfofuncional y el perfil bioquímico, obtendremos biomarcadores que nos ayuden a mejorar el abordaje de esta enfermedad».