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Dudas sobre los fármacos tipo 'Ozempic': la OMS pide cautela ante la fiebre por adelgazar

El mayor análisis mundial destinado a poner en tela de juicio el "efecto Ozempic" dicta sentencia: sus resultados en pérdida de peso son prometedores, pero hallan sombras en los datos

Los medicamentos tipo Ozempic, diseñados originalmente para la diabetes tipo 2, también se usan para tratar la obesidad y lograr pérdida de peso
Una persona se aplica un fármaco tipo Ozempic, utilizado para tratar la diabetes y la obesidadGetty Images

Una aguja, un pinchazo y cientos de promesas. A la luz de las últimas investigaciones científicas, puede parecer que los medicamentos tipo 'Ozempic' sirven ya para "casi todo". Lo que comenzó como un tratamiento para la diabetes tipo 2 se ha convertido en el fenómeno médico más comentado de la década: una inyección que promete controlar el azúcar en sangre, proteger el corazón, ayudar a dejar de fumar, reducir el riesgo de varios tipos de cáncer y —por supuesto, lo que ha desatado su fama global— provocar una pérdida de peso sin precedentes.

La medicina experimenta una revolución tras haber encontrado una diana biológica que actúa sobre una hormona clave: el péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1), presente en gran parte del organismo e implicado en funciones tan básicas como el apetito, la digestión o la regulación de la glucosa. Su descubrimiento ha cambiado las reglas del juego, no solo para los endocrinos, sino también para cardiólogos, nefrólogos y psiquiatras, que empiezan a ver en estos compuestos un nuevo horizonte terapéutico.

Pero entre el entusiasmo y la expectación en titulares y redes sociales, también crecen las preguntas. Tres nuevas revisiones Cochrane, encargadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), confirman que los fármacos como Ozempic, Wegovy o Mounjaro provocan una pérdida de peso clínicamente significativa... aunque los investigadores lanzan una advertencia: la mayoría de los estudios proceden de investigaciones financiadas por la propia industria farmacéutica.

Afirman que falta mayor transparencia en los resultados, que los datos sobre seguridad a largo plazo son limitados y que los efectos secundarios no son menores. En otras palabras: su efecto "milagro para casi todo" podría tener más que algunos matices. "Es un momento emocionante después de décadas de intentos infructuosos por encontrar tratamientos eficaces para la obesidad", resume Juan Franco, coinvestigador principal de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf, "pero todavía no tenemos todas las respuestas".

Una revolución científica con matices

La familia GLP-1 nació hace 20 años con un objetivo más modesto: ayudar a los diabéticos a controlar sus niveles de glucosa. Nadie imaginaba entonces que se convertirían en el centro de la nueva era del tratamiento de la obesidad. Las tres moléculas principales revisadas por Cochrane —tirzepatida, semaglutida y liraglutida— mostraron una pérdida de peso contundente:

  • Tirzepatida: administrada una vez por semana, logró una reducción de hasta el 16% del peso corporal tras 12 a 18 meses. Las pruebas de 8 ensayos controlados aleatorios (6361 participantes) también sugirieron que estos efectos podrían mantenerse hasta 3,5 años.
  • Semaglutida (Ozempic, Wegovy): alrededor de un 11% tras 24 a 68 semanas, con efectos que probablemente se mantuvieron hasta dos años, según 18 ensayos controlados aleatorios (27 949 participantes).
  • Liraglutida (Saxenda): inyectada de forma diaria dio lugar a reducciones más modestas, entre un 4% y 5% según 24 ensayos (9937 participantes), pero aumentó la proporción de personas que lograron una pérdida de peso significativa en comparación con el placebo.

"El impacto es real", asegura Franco. "Estamos viendo resultados que antes parecían imposibles, especialmente durante el primer año", afirma. Sin embargo, los ensayos sugieren que el peso perdido solo se mantiene mientras el tratamiento continúa. De hecho, interrumpir las inyecciones suele implicar una recuperación gradual del peso, lo que plantea preguntas sobre su sostenibilidad a largo plazo.

Efectos secundarios y zonas grises

El entusiasmo científico convive con la preocupación en cuanto a la "cara B" de los fármacos GLP-1. Todos se asociaron con efectos adversos gastrointestinales —náuseas, vómitos o dolor abdominal— que, aunque suelen ser leves, han llevado a muchos pacientes a suspender el tratamiento. Más allá de esto, las revisiones no encontraron diferencias significativas frente al placebo en cuanto a mortalidad o eventos cardiovasculares graves.

El mayor punto de fricción, sin embargo, es otro: el 80% de los ensayos analizados fueron financiados por las propias farmacéuticas, que participaron activamente en el diseño, análisis y publicación de los resultados. Esto "suscita preocupación por los posibles conflictos de intereses", indica la publicación Cochrane.

Eva Madrid, coinvestigadora principal de la Universidad de Valparaíso (Chile), es clara: "Necesitamos más estudios independientes sobre los efectos a largo plazo y otros resultados relacionados con la salud cardiovascular, especialmente en personas con menor riesgo, para obtener una perspectiva de salud pública", destaca.

Esto requiere datos más abiertos e investigadores realizadas con mayor diversidad de participantes (los estudios en África, América Central o Sudeste Asiático son nulos). Además, indica que "la recuperación de peso tras interrumpir el tratamiento" puede comprometer los resultados a largo plazo.

El precio de la esperanza

Mientras los datos científicos se acumulan, otro debate crece fuera de los laboratorios: ¿quién podrá permitirse estos tratamientos? El precio del Ozempic o del Mounjaro supera los límites de acceso en la mayoría de países. Solo la liraglutida, cuyo genérico ya está disponible, se perfila como una opción más asequible. La OMS subraya que las futuras recomendaciones deberán considerar no solo la eficacia, sino también la equidad y sostenibilidad de estos tratamientos.

Las tres revisiones Cochrane reúnen datos de más de 40.000 participantes y constituyen el mayor análisis global hasta la fecha sobre los fármacos GLP-1. Sus conclusiones servirán de base a las nuevas directrices de la OMS sobre el tratamiento de la obesidad, que se publicarán en los próximos meses.

Los resultados invitan al optimismo, pero también a la cautela. Estos medicamentos han abierto una puerta que parecía cerrada durante décadas, pero no son —como algunos los han llamado— "la píldora mágica" del siglo XXI. La ciencia aún debe responder a preguntas esenciales: ¿qué pasa cuando se dejan de tomar?, ¿cómo afectan al metabolismo a largo plazo?, ¿quién podrá acceder realmente a ellos? El reto no es solo perder peso, el verdadero desafío es ganar salud de manera sostenible y justa.