Entrevista

«El estrés tóxico podría reducirse con un poco de juegos de mesa a diario»

Entrevista a María Couso, pedagoga, maestra con máster en Psicopedagogía clínica y Neuroeducación y autora del libro «Cerebro, infancia y juego»

María Couso
Maria CousoLa Razón

Apasionada del cerebro hasta el punto de que lo lleva tatuado en su piel, María Couso es una de las mayores divulgadoras de la importancia del juego en el desarrollo durante la infancia. A través de su PlayFunLearning enseña a maestros y familias que los juegos de mesa son una potente herramienta, tal y como desgrana con entusiasmo en su libro «Cerebro, infancia y juego» (Ediciones Destino, Editorial Planeta).

¿Cómo influye el juego en el cerebro?

Cuando jugamos activamos nuestro circuito de recompensa cerebral que nos hace disfrutar con esa actividad y a querer repetirla. Además, el juego invita a la mesa a un sinfín de habilidades cognitivas de alto nivel para poder desempeñar la tarea adecuadamente con el objetivo de ganar. Debemos tomar decisiones sobre qué piezas del tablero mover o qué cartas de nuestra mano echar; recordar cada uno de los pasos que daremos durante nuestro turno según las instrucciones del juego y, al mismo tiempo, mostrarnos flexibles al cambio de estrategia tras cada ronda, lo que nos obligará a rediseñar una y otra vez el rumbo con el objetivo de alzarnos con la victoria. Simultáneamente, contaremos pasos o puntos, sumaremos fichas y quizás tengamos que restar si es que perdemos (o nos quitan) algunos durante la partida. Todo ello es recomendable para implementar cálculo mental. Para entenderlo, leeremos las instrucciones e incluso las cartas que nos tocan; nos comunicaremos con los demás jugadores y elegiremos las palabras adecuadas para transmitir solo aquello que queremos sin revelar más información. ¿Acaso no es esto una forma magistral de activar el lenguaje? El juego es el mecanismo natural de aprendizaje nacido de la curiosidad más primaria así que explotemos sus posibilidades.

Si dejamos habilidades y competencias a un lado y vamos al plano socioemocional, ¿qué ocurre con el juego?

Es indudable que a través de la dinámica de un juego aprendemos a conocernos mejor, a gestionar nuestras emociones cuando las cosas no nos salen bien y a interpretar las emociones del resto para actuar en consecuencia. Es a través de esa actividad que nos vinculamos a otros; compartimos el momento y las risas en un ambiente distendido fomentando el bienestar que tanto necesitamos a diario y que nuestro cerebro tanto valora. El juego es beneficio global bajo la lupa del ámbito cognitivo lo mires por donde lo mires.

¿Cree que está infravalorado y eso puede ser un error a largo plazo?

Totalmente. Parece que constantemente oponemos los términos jugar y estudiar o jugar y aprender. Si miras a un niño pequeño jugar, no te planteas decirle que deje de hacerlo, ¿y entonces por qué a uno de 10 años sí? Si sabemos lo que el juego es para el aprendizaje, entenderemos que es necesario en cualquier ámbito de nuestra vida.

Por ejemplo, los juegos de mesa no entran en el bono cultural para jóvenes... ¿Es una prueba más de esa infravaloración?

Así es. Hay en nuestro país poca cultura de juego de mesa por el desconocimiento que por parte de la población existe sobre sus beneficios. Es curioso cómo en ese bono cultural no entran pero sí los videojuegos…

Cada vez vemos niños más pequeños que juegan con pantallas y videojuegos. ¿Qué consecuencias tiene eso en su salud?

Todas las investigaciones señalan el peligro de la temprana exposición de pantallas y las consecuencias que los dispositivos digitales tienen para habilidades cognitivas como la atención o el control de impulsos. Los cerebros en construcción son sensibles a posibles daños en su desarrollo y es triste que, o bien la información no esté llegando adecuadamente a las familias, o hagamos caso omiso de los avisos que desde organizaciones de salud como la OMS se nos están enviando.

Según demuestra en su libro con evidencias científicas, el juego es una herramienta clave para tratar algunos trastornos del neurodesarrollo, como el TDAH, el trastorno del espectro autista, la dislexia... ¿Cómo pueden los juegos de mesa ayudar a mejorar problemas de salud?

Al tener localizada la dificultad que presenta cada persona, la adecuada elección del juego en base a sus necesidades permitirá mejorar las habilidades que menos desarrolladas tienen y lo hará sin que los niños se den cuenta mejorando simultáneamente otras.

Dice que no deberíamos dejar de jugar, tampoco por ser adultos, ¿por qué?

El juego debe existir a lo largo de la vida y no solo en la infancia. A veces, las prisas y la velocidad del día a día nos lleva a tolerar niveles de estrés tóxico que podrían verse considerablemente reducidos con un poco de juego diario en el que olvidar nuestros problemas por un ratito para sonreír, disfrutar y vincularnos con otros. Es curioso cómo tras la infancia dejamos de jugar y solo parece que recuperamos esa actividad al llegar la tercera edad en la que necesitamos encontrar un vehículo de activación cognitiva para mantener a nuestro cerebro «vivo».