Declaración de la Renta

Opinión
Curar, ayudar y educar son tres de las labores que requieren una ineludible y magna vocación que suele vislumbrarse a edades tempranas. Después vendrá la formación, la voluntad, la destreza, pero sin una verdadera querencia impetuosa resulta difícil llegar a ser bueno en estas profesiones.
Hace unos días estuve en un encuentro con profesores hablando sobre el trabajo que desde hace años realizo con personas excluidas en la Asociación Caídos del Cielo, compañía que emplea el teatro como herramienta de sanación e integración social.
Los «caídos» son generalmente personas con tres características claves: una es que se sienten derrotados y sin autoestima, otra que quieren salir del pozo, y la tercera es que eligen las artes escénicas como la forma capaz de levantar su vuelo. Con estos componentes, y el poder del teatro, los resultados suelen ser muy alentadores para la mayoría, aunque, triste y naturalmente, no siempre todos logran remontar.
Es difícil resumir el método que seguimos con ellos, pero quizá podría expresarlo en tres palabras también: amor, disciplina y trabajo en equipo. Hay un documental de 2009 titulado «De la calle al escenario», dirigido por Daniel Sousa, en el que se cuenta el proceso que vivieron nueve personas sin hogar desde su llegada a los cursos hasta que estrenan en el Teatro Fernán Gómez.
La transformación de los actores sin hogar es impresionante, tanto como lo es para ciertas personas comprender de qué manera los profesionales podemos soportar la desventura de los participantes.
Una profesora, después de ver la película, me comentó impactada que ella no podría hacerlo, irse a su casa sin saber qué esperaba a estas personas al dejar el tiempo del teatro. Mi respuesta fue impulsiva: «No pienso en eso, eso me paralizaría. Sólo me preocupo de su aprendizaje, me llena de ánimo, me deleito con su talento y su diversión. Es poco, pero es lo único que yo puedo hacer».
«Ah», comprendió la profe complacida, «es lo que yo hago con mis chicos». Claro, es la misteriosa e irremediable vocación.
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