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Opinión
Como ya habíamos comentado en varias ocasiones en nuestra colaboración con LA RAZÓN, actualmente nos ha tocado convivir a varias generaciones entre las que, además, es preciso un pacto intergeneracional para poder vehiculizar la sociedad de forma correcta. Concretamente hay ocho periodos generacionales concurriendo a la vez, como nunca había ocurrido: Alfa, Z, Millennials, Baby Boomers, Generación Silenciosa y un grupo minoritario llamado Generación Grandiosa (1901-1924). Estamos asistiendo a un cambio de paradigma como nunca en la historia, e irreversible, al cual hay que adaptarse a la llamada cuarta revolución global.
Un punto de inflexión claro fue y es la pandemia del coronavirus; otro fue la digitalización de nuestras vidas y el advenimiento definitivo de la inteligencia artificial (IA). El cambio tecnológico más importante en la historia de la humanidad según los estudiosos de la filosofía de la ciencia.
El impacto en la llamada civilización es «brutal», y para nosotros lo definimos como de forma positiva, dejando claro también que la IA no es el oráculo de Delfos como afirma el profesor y amigo Manuel Maojo, catedrático de inteligencia artificial.
De entrada, decir que la IA debe tomar como base de funcionamiento los derechos humanos y como tal ser parte de la Declaración de la ONU en el Alto Comisionado.
Pero resaltar que en la encrucijada entre filosofía, tecnología y medicina, la figura del «polímata» adquiere una nueva relevancia. Lejos de ser un mero erudito enciclopedista, el «polímata contemporáneo» es capaz de articular distintos saberes para comprender la complejidad del mundo y en especial la complejidad humana. En el ámbito sanitario, donde lo biológico, lo psicológico, lo social y lo ético se entrelazan, este tipo de pensamiento se vuelve en este momento urgente y la IA se declara imprescindible. Es el gran «polímata».
De todas formas, la relación entre el sanitario y el enfermo, núcleo irremplazable de la práctica médica, la filosofía nos recuerda que el enfermo no es solo un cuerpo que falla sino un enfermo que sufre. Y ahí, ni la IA más avanzada puede sustituir la presencia humana, la escucha activa, la compasión, etc.
Formar médicos (sanitarios) polímatas no significa cargarles de más conocimientos sino enseñarles a integrar deberes diversos: la bioética con la biología, la lógica algorítmica con la hermenéutica del sufrimiento, la estadística con la empatía. Y la IA puede ser una poderosa aliada en este proceso, siempre que no eclipse lo que hace único al cuidado: el vínculo humano. Es más, creemos que es la principal misión en la salud de la IA.
En tiempos donde los datos abundan y la técnica se acelera, necesitamos sanitarios que piensen con profundidad, sientan con responsabilidad y actúen con sabiduría. Médicos polímatas capaces de dialogar con la IA sin perder la inteligencia emocional y ética que exige el arte de curar y afirmando lo que nosotros llamamos «ojo clínico» de los médicos y que la IA es incapaz de emular.
Como describe Alberto Granados, en el enfoque para resolver problemas y razonar, la IA será definitiva. El sistema uno de pensamiento que es rápido, automático y emocional y el sistema dos, que es mas lento, deliberado y lógico. Como comenta Daniel Kahneman en su libro «Thinking, Fast and Slow», el mejor ejemplo de esta analogía es el sistema límbico y la corteza frontal del sistema humano. El sistema límbico, conocido como el cerebro emocional, es responsable de nuestras respuestas y resulta intuitivo, mientras que la corteza frontal es para las respuestas automáticas. La relación entre los dos puntos puede ser importante. Nos viene a la memoria una reflexión de Carmen Artigas, actualmente copresidenta del Consejo Asesor de la ONU de IA, quien dice que «la consciencia es lo que nos diferencia de la IA y es lo que hay que promover y cuidar», afirmando que la IA se parece a un psicópata porque simula una emoción que no tiene. Creemos que define muy bien lo que queremos transmitir de la IA y la relación médico- paciente.
Es imprescindible demandar eficiencia tanto al personal sanitario como a los ciudadanos enfermos y personas atendidas.
La tecnología tiene que asegurar, y lo puede hacer, que la revolución sanitaria no se deshumanice, sino todo lo contrario. Y eso se puede y se debe hacer. No tenemos ninguna duda de que la IA lo está haciendo y tenemos que lograr que la IA se integre con empatía y responsabilidad, pues así conseguiremos que la medicina que cuida sea más plena y efectiva. Por eso, IA-polímatas y relación médico-enfermo es un triunvirato a tener muy en cuenta y de obligada relación. A por todas.
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