Entrevista
Josep Vergés: «El Papa no quería operarse de la rodilla. Y sobre la dieta me dijo: ‘‘Las lentejas no me las quites’’»
El presidente de la Fundación Internacional de la Artrosis (OAFI) es el médico español que trataba al Santo Padre de sus articulaciones. Una labor de consultoría que guarda con cariño
Los achaques del Papa eran por todos conocidos. No tenía parte de uno de sus pulmones, durante la pandemia le tuvieron que quitar parte del colon, y a todo ello había que sumar los problemas de rodilla y cadera que tenía y por los cuales el 22 de mayo de 2022 apareció por primera vez en silla de ruedas. El doctor Josep Vergés, presidente de la Fundación Internacional de la Artrosis (OAFI), sabe bien de estas últimas «goteras». Es el médico español que trataba a Francisco de su dolor articular, un honor que quiso mantener en secreto hasta el fallecimiento del Santo Padre el pasado lunes, y que reveló off the récord y en confianza tiempo atrás al desvelar que el Pontífice le había obsequiado con un rosario.
Josep, ahora que el Santo Padre tristemente ha fallecido podemos contar que usted era el médico español que trataba a Francisco de la rodilla.
Bueno, yo estaba como consultor. Él tenía su equipo médico, que era de excelente nivel, pero sí, era el que le trataba de su artrosis. Hace más de dos años contacté con él. La Fundación OAFI no tiene ánimo de lucro y dentro de los pacientes que visitamos tenemos un colectivo religioso y empezamos a visitar monjas, como las de la residencia de Teresa de Calcuta, y a sacerdotes que, por la artrosis, no se pueden arrodillar. No es que la fundación sea religiosa, es laica, pero es parte de nuestra filosofía atender a todas las personas que lo necesiten, independientemente de sus creencias. Pero volviendo al tema, hablando un día con el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, me comentó que el Santo Padre tenía esta problemática y que le gustaría que fuera a visitarlo.
La primera reunión que tuvimos fuimos con el doctor José María Villalón, jefe del equipo médico del Club Atlético de Madrid, y la doctora Ingrid Moller, reumatóloga. Fuimos los tres para ponernos a disposición del Santo Padre gracias a monseñor Omella y a monseñor Bernardito Cleopas Auza, el nuncio de Su Santidad. En esa reunión en el Vaticano hicimos un besamos y a partir de ese momento y de explicarle lo que hacíamos en la fundación empecé a interactuar con él de forma confidencial. Le trataba pero como consultor, porque él tenía su geriatra.
Se sabe que tenía artrosis. Pero, ¿puede contar algún detalle?
Tenía dolor y dificultades de movilidad importantes por la artrosis. Pero no puedo contarte mucho más por respetar la confidencialidad médico-paciente, salvo que mejoró hasta el punto de que podía incluso andar en el interior de su recinto y se le quitó el dolor y empezó a caminar con bastón. Mejoramos mucho su calidad de vida.
¿Recuerda cómo fue su primer encuentro con él?
El día que fui y que estaba con él en la Plaza de San Pedro Francisco dijo en público que estaba presente OAFI, una fundación que se preocupa de la artrosis. Me puso la piel de gallina que dijera eso en la Plaza de San Pedro. Fue un detalle bonito. Después tuvo lugar el besamanos. Fue entonces cuando María Teresa, la directora del área de pacientes de OAFI, le dijo al Santo Padre que estábamos preocupados por la gente que sufre esta patología. Y le dijo el Papa: «Me lo va a explicar a mí que sufro esta enfermedad». También habló de fútbol con el doctor Villalón. Volvimos a España y acordamos qué tratamiento debería seguir el Santo Padre. Hablamos con el fisioterapeuta que lo estaba llevando, y comentamos el tema de la dieta, del peso. Él me contó su problemática y a partir de ahí le decimos qué ha de hacer para mejorar.
En la segunda cita, habían transcurrido aproximadamente tres meses entre la primera y la segunda, él se mostró muy interesado por OAFI. Le gustó mucho el programa de los religiosos y él mismo dijo: «Vergés, usted qué necesita». Estaba contento porque había mejorado mucho de sus dolores; tal es así, que hasta se mostraba a favor de convertirse en embajador de OAFI.
¿Cómo era el Papa Francisco como paciente?
Muy bueno. Muy afable. El dolor no le permitía hacer su vida y cuando mejoró bastante, teniendo en cuenta el proceso avanzado que tenía, se puso contento.
¿Se quejaba mucho?
No, no era quejica. Era una persona que aguantaba el dolor. Soportaba el dolor.
«Francisco aguantaba el dolor. Al principio, cuando le vi no se quejaba. Pero la cara del Pontífice era de dolor»
¿Pero el Pontífice se lo hacía saber o algo?
No, al principio cuando le vi no se quejaba, pero la cara era de dolor. Luego hay una anécdota bonita cuando la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) hacía su 50 aniversario y me pidieron hacer un besamanos con él y el cardenal Omella realizó las gestiones para que así fuera y vieran al Papa. El besamanos suele ser entre tres o cuatro personas, pues nos recibió a todos y eso que éramos más de 60 personas. Le dije: «Aquí tiene una representación médicos españoles que han hecho gran esfuerzo con el tema de la covid». Fue un detalle que viera a todo el colectivo.
Pero, cuénteme alguna anécdota, algo que siempre le dijera el Santo Padre, por ejemplo, o alguna broma que le hiciera.
Que rezara por él, eso siempre me lo decía. También me decía que no quería operarse porque tenía un solo pulmón. Nunca le pregunté por qué no quería operarse, lo entiendo, la verdad. Y sobre la dieta me dijo: «Haga usted lo que quiera, pero las lentejas y los garbanzos no me los quite, que soy de plato de cuchara». Le gustaba mucho lo que era el cocinado. Ah, y también me dijo: «¿Y usted qué?» Jajaja. «A mí me lleva otro médico», le respondí en plan de broma, y se rio mucho.
Y ¿cómo lo lleva usted?
Yo he adelgazado, pero tengo que hacerlo más. El Papa adelgazó y mejoró mucho. Andaba en sus aposentos, andaba y apoyaba bien, otra cosa es que a medida que se fue haciendo mayor el problema fue a más. En todo caso, le quitamos el dolor y mejoró mucho su movilidad articular. De eso estoy muy orgulloso, Francisco mejoró tanto de cadera como de rodilla.
De todos los dolores que tenía, ¿cuál era lo que peor llevaba?
No me lo decía, pero yo le veía la posición para evitar el dolor. No hacía falta que me lo dijera. Fíjese si era listo que entendió enseguida que la artrosis era una enfermedad sin glamour y que nos costaba tener embajadores. Él sufría y entendía cómo sufrían los demás.
Además del Pontífice, ¿en OAFI atienden a algún miembro de la Curia o del Estado Vaticano en sí?
Teníamos personas cerca del Papa, en el Vaticano, que nos pedían a veces soporte médico científico para el cuerpo diplomático. Y apoyamos pacientes que vinieron del Vaticano a Barcelona. Ya éramos conocidos para él y para la Curia. Pero vamos, esto como hacemos con todo el mundo. Como hacemos en Madrid y en Barcelona con la clínica solidaria, que cualquier persona con dolor puede venir para ver si le podemos ayudar.
¿Cómo definiría al Papa?
Era una persona buena, humilde. Francisco tenía muy claro su cometido. Tuvo que enfrentarse a mucha problemática interna que se encontró. Cuando alguien le llevaba la contraria en algo que tenía claro no transigía porque tenía las ideas claras, era muy tozudo. Además, era muy educado y muy buena persona. A nivel internacional, no le gustaban las guerras ni que hubiera gente pobre. El tema de Ucrania y de Israel le apesadumbraba.
En su primera vista, Francisco le regaló un rosario. Recuérdeme cómo era.
Es un rosario sencillo que tiene un pequeño anagrama papal. El tenía varios y me dio uno a mí y otro a la responsable del área de pacientes y voluntariado. En la vida he tenido muchas satisfacciones y esta, haber podido aliviar el dolor al Papa, ha sido una de ellas.
¿Es usted creyente?
Soy creyente y últimamente me han pasado una serie de cosas por las que pienso que algo hay. Mi madre era muy católica. Y este trato con el Papa me ha acercado más a Dios. En el besamanos, que era de 8 a 11 de la mañana, recuerdo que estaba previsto que lloviera mucho. Con la lluvia, lo hubiesen cancelado, ya que el Papa sufría mucho viendo a la gente mojarse o pasar frío esperando al besamanos. Pues a las 8 dejó de llover y a las 11 cuando terminó el acto llovió a cántaros. Para mí fue, en parte, cosa de mi madre, que era muy creyente, no sé... Solo tengo palabras de agradecimiento para él y para toda la gente que le rodea.