Salud
Más migrañas en verano, ¿mito o realidad?
Existen unos 150 tipos distintos de dolor de cabeza y la migraña es uno de los más frecuentes
¿Hay más migrañas en verano? La pregunta es respondida por el doctor Roberto Belvís, coordinador del grupo de estudio de cefaleas de la Sociedad Española de Neurología (SEN) y director de la unidad de cefaleas del Hospital Universitario Sant Pau de Barcelona. Como detalla, los pacientes con migraña «se habitúan mal a los cambios. El primer factor que la produce, en una persona predispuesta, es el estrés; lo muestran todos los estudios en los que se pregunta los pacientes. Otros factores son los trastornos en el ciclo hormonal en las mujeres, los cambios de horarios en las comidas y en el sueño, tanto por dormir de más como de menos».
Los cambios atmosféricos, algunos alimentos y ciertas actividades físicas también pueden ser factores de migraña. «Resulta llamativo que es de lo que más se habla en redes, pero no son las causas principales. Se han hecho muchos estudios sobre los cambios atmosféricos, pero pocos de forma científica y correcta. Y en ninguno se halla correlación. Sí es cierto que, si el cambio de tiempo es abrupto tanto a calor o a frío, hay más migraña. Pero también hay más ataques de asma o más infartos», apunta el experto.
«La presión atmosférica es la variable que más se ha asociado a migraña –prosigue Belvís– pero nunca se ha demostrado. Tampoco el viento o la temperatura: de hecho, se piensa que en verano hay menos migraña, pero porque existe menos estrés en la mayoría de las personas. Es un tema que reaparece verano tras verano y ahora que cada vez más gente tiene aire acondicionado, creo que ya no se van a realizar más estudios de este tipo».
En cuanto a los alimentos, «es mucho más importante mantener la rutina en los horarios de las comidas que lo que se ingiere. Aunque es cierto que si no se está habituado a tomar excitantes o alcohol y se toman un par de cafés o de copas, se puede tener un ataque de migraña. Y hay alimentos que se han relacionado con un ataque de migraña, como los quesos curados, los embutidos, los perritos calientes, la panceta, los chocolates o productos con sulfitos. Pero no causan un empeoramiento, por lo que no prohibimos ningún alimento a los pacientes con migraña, a pesar de que no paran de publicarse dietas ‘‘mágicas’’ que no tienen fundamento. Pero si los pacientes relacionan un alimento con un ataque, unas dos horas después de haberlo comido, recomendamos que no lo consuman», asegura el experto de la SEN.
La migraña presenta cuatro fases: la primera es la premonitoria, habitual en un gran porcentaje de pacientes y que puede aparecer hasta 48 horas antes del inicio del dolor, aunque lo más habitual es entre seis y diez horas antes. La segunda fase es el aura, con síntomas visuales. En tercer lugar, aparece la cefalea, con dolor y que está asociada a hipersensibilidad a estímulos como la luz o el sonido. Por último, en la cuarta fase, que puede durar hasta 24 horas, el paciente está muy cansado.
Aparición de los síntomas
«Los primeros síntomas pueden aparecer durante la infancia, aunque no es frecuente y resulta difícil de diagnosticar y tratar. La inmensa mayoría de casos aparecen entre los 15 y los 20 años», explica el doctor Rogelio Leira, coordinador de la unidad de cefaleas del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, en La Coruña.
El porcentaje de migrañas en edades inferiores está igualado al 50% entre niñas y niños. Sin embargo, el porcentaje en adultos es de tres casos en mujeres por cada uno en hombres. El motivo se debe a las hormonas femeninas, ya que la migraña está muy relacionada con los estrógenos. «En un porcentaje de pacientes, duele cuando hay una fluctuación en los niveles de estrógenos, como en la ovulación o en la menstruación. Pero, si los niveles están estables, como en el embarazo, lo habitual es que la paciente mejore. Y lo mismo sucede, en muchos casos, en la menopausia», detalla la doctora Ana Gago, responsable de la unidad de cefaleas del Hospital Universitario de la Princesa de Madrid.
Fármacos específicos
En cuanto a los tratamientos, se mueven en tres ejes. El primero es el no farmacológico, basado en mantener las rutinas como evitar el estrés. En segundo lugar, se utilizan tratamientos para combatir el dolor: si el ataque es moderado, debe tomarse un antiinflamatorio y, si no funciona o el ataque resulta más grave, debe optarse por otros medicamentos, como triptanes, ditanes y gepantes. Por último, están surgiendo enfoques innovadores para prevenir los ataques. «Vivimos un momento dulce para los pacientes, ya que los nuevos tratamientos funcionan tanto en migrañas episódicas como en las crónicas», destaca el doctor Leira.
«En el tratamiento de la migraña ha habido tres puntos de inflexión en las últimas décadas. El primero fue en los años 90, con la aparición de los triptanes, que son fármacos específicos para el tratamiento del dolor. Unos años después, a principios de siglo, comenzó a usarse la toxina botulínica –el famoso bótox– en la migraña crónica que, aunque no estaba diseñado de manera específica para el tratamiento, mejoró los abordajes previos. Pero la auténtica revolución fue, hace unos cinco años, la aparición de fármacos que logran reducir la acción de la proteína CGRP (siglas en inglés de péptido relacionado con el gen de la calcitonina), que está aumentada en muchos pacientes», asegura la doctora Sonia Santos, responsable de la consulta de cefaleas del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza.
Estos nuevos tratamientos pueden administrarse en inyecciones mensuales o trimestrales o en pastillas y están diseñados de manera específica contra la migraña, a diferencia de los que se utilizan previamente, que eran fármacos para la hipertensión, la epilepsia o la depresión que, además, reducían el número de ataques. «Los nuevos fármacos actúan de manera más rápida, con un efecto que se mantiene a lo largo de meses y con menos efectos secundarios que los tratamientos previos. Nos han permitido mejorar, sin ninguna duda, la calidad de vida de los pacientes: tienen menos días de dolor, toman menos analgésicos y son medicamentos que se toleran muy bien», puntualiza la doctora Santos.
El problema, tal y como advierte, «es que están aprobados para usarlos en pacientes con cuatro o más ataques de migraña al mes, pero en España están financiados en el Sistema Nacional de Salud (SNS) para pacientes que tienen ocho o más ataques mensuales y en pacientes con migraña crónica en los que hayan fallado al menos tres tratamientos preventivos. Nuestro objetivo se centra ahora en que estas personas sean derivadas cuanto antes a los neurólogos, para mejorar tanto su calidad de vida como el de su entorno».
Otra reivindicación que hace el doctor Belvís es la diferencia de acceso entre las distintas comunidades autónomas de nuestro país. «Hay zonas en las que no hay expertos en cefaleas. Por eso queremos que, con el Ministerio de Sanidad, se haga un plan estratégico nacional contra la migraña, del mismo modo que se ha hecho uno contra el ictus, con mucho éxito. El grupo de estudios contra la migraña de la Sociedad Española de Neurología, junto a la asociación de pacientes Aemice, estamos a la espera de ser recibidos por la ministra Mónica García para impulsar este plan, que apalabró el anterior ministro», recalca.
Futuro
En cuanto al futuro hay diferentes marcadores de respuesta en investigación. «No hay ninguno hoy y se están estudiando otras vías prometedoras en otras proteínas además de CGRP, como Bacap o PAR, con ensayos clínicos en marcha», pormenoriza la doctora Santos, quien recalca además que el diagnóstico clínico de la migraña «debería hacerse en el médico de cabecera: cuanto antes se realice, mejor será el tratamiento recomendado». «Se están probando también medicamentos para bloquear los canales de potasio de las neuronas», añade el doctor Belvís, que reitera que el futuro resulta «esperanzador, tras muchos años sin tratamientos y que eran muy necesarios para los pacientes».
Desde el punto de vista de la doctora Santos, el problema de la migraña «es que tiene mucho componente genético, los pacientes la han visto en sus padres o en sus abuelos, asumen que no es una característica heredada y no consultan. Y deben hacerlo cuanto antes».