Opinión

SIBO: Sobrecrecimiento bacteriano e intestino delgado, ¿mito o realidad?

►Diversas razones pueden provocar esta anomalía, como problemas anatómicos, el uso de algunos medicamentos o intervenciones quirúrgicas previas

SIBO intestinos
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El título de este artículo de divulgación científica y de colaboración viene determinado por un nuevo síndrome de reciente descripción médica que está teniendo mucha repercusión clínica en las consultas diarias de patología digestiva. En concreto, consiste en una anómala y excesiva presencia de bacterias del intestino delgado, que normalmente se encuentran en el intestino grueso, y al que se le achaca una clínica no muy específica con dispepsia, flatulencias, náuseas, hinchazón, etc., pero que por no tener aún test de detección fiables, los expertos alertan de un sobrediagnóstico.

Por tal motivo creemos necesario intentar dejar claro qué hay de mito y de realidad, algo que se soluciona viendo la evidencia científica.

SIBO son siglas del inglés que hacen referencia a «small intestine bacterial overgrowth» que, en definitiva, se podría traducir por una excesiva presencia de bacterias en el intestino delgado que son causantes de patología digestiva y cuya presencia resulta patológica.

En pacientes sanos, el intestino delgado proximal contiene cantidades relativamente pequeñas de bacterias debido a la acción del acido gástrico, la válvula ileocecal, la acción de enzimas pancreáticas y la movilidad del intestino delgado.

Entonces, ¿qué hace que en un número no despreciable de pacientes exista un sobrecrecimiento bacteriano?

Se ha visto que puede ser por factores de riesgo, anomalías anatómicas como divertículos e intestino delgado, cambios estructurales postquirúrgicos (baypass gástricos), fármacos que disminuyen la movilidad intestinal (narcóticos), falta de hiperclorhidria (inhibidores de bomba de protones, como el famoso omeprazol), alteraciones de la movilidad intestinal (enfermedad inflamatoria intestinal), radiaciones, adherencias... Como se ve, un amplio cuadro de causas etiológicas donde se entremezclan anomalías anatómicas, medicamentos, intervenciones quirúrgicas previas, etc.

Pero, en definitiva, cuando existe un SIBO, el paciente tiene malabsorbsión grasa, esteatorrea (diarrea), un síndrome de intestino anormalmente irritable, que hace que tenga manifestaciones clínicas, y, en todo caso, muy incómodas para el paciente. El SIBO tiene una gran prevalencia como ya hemos comentado y precisa de un diagnóstico certero y el mejor método diagnóstico es el test de hidrógeno espirado (test del aliento específico).

Por lo anteriormente expresado, una vez establecido el diagnóstico con seguridad, se puede deducir fácilmente que el tratamiento se basa principalmente en la utilización de antibióticos, y en caso de causa orgánica, en la reparación de la misma.

Antibióticos de amplio espectro durante dos semanas (amoxicilina, rifaximina, etc.) y una dieta elemental prefijada pueden servir de ayuda.

En definitiva, lo que debe de conseguir el tratamiento es una reducción del sobrecrecimiento bacteriano, que es el causante de la clínica tan incómoda y diversa.

No es menos cierto que como el SIBO suele ser secundario a otras enfermedades de base, suelen tener un papel importante el uso de los probióticos, prebióticos y/o simbióticos, que tiene como objeto sustituir la macrobiótica.

La utilización de complementos antibióticos puede hacer que disminuyan las molestias clínicas del SIBO y, además, los alivios del dolor abdominal.

Pero el SIBO no puede ser un «saco sin fondo» donde se introduzcan diversas patologías no confirmadas, por lo que el diagnóstico debe de ser muy minucioso y la causa que lo origina primariamente también. Luego, no es un mito, cuando se dan las condiciones expresadas anteriormente, y es una auténtica realidad clínica causante de patología digestiva importante en número y en clínica. Por todo ello, hay que reducir de forma drástica los falsos negativos y positivos, mejorando el diagnóstico.