Entrevista

«Tratar solo el aspecto físico es insuficiente para abordar una anorexia»

Entrevista a Conchi Fernández, nutricionista experta en Trastornos de la Conducta Alimentaria

Conchi Fernández
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Conchi Fernández es nutricionista experta en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCAs). Una joven de 24 años que acaba de publicar «Sobrevivir a mí, vivir conmigo». Un libro que ha escrito con una gran valentía y en el que cuenta en primera persona cómo superó una anorexia. Formada después como profesional experta en este ámbito, en sus páginas, relata, además, las claves para ayudar a pacientes y familiares a entender esta enfermedad y conocer el mejor camino para afrontarlo con éxito.

¿Cómo definiría un Trastorno de la Conducta Alimentaria?

Es una enfermedad muy complicada. Precisamente la dificultad es que dentro de las enfermedades mentales es una de la que más consecuencias físicas tiene. Y lo peor de todo es que lo mental y lo físico en un TCA se retroalimentan. Una malnutrición afecta al funcionamiento del cerebro. Por un lado, si solo se trata con psicoanálisis, para descubrir la causa, no se logra cambiar la conducta. Es más, en cierto modo te sentencia a cronificar o a alargar el proceso. Si por el contrario, los médicos sólo se centran en realimentarte, se deja de lado el hecho de que un trastorno de este tipo, al final, es una respuesta desadaptativa.

¿Pero es importante que una persona entienda lo que le está pasando y porqué, no es así?

Sí, es fundamental que te ayuden a entender el porqué te estás comportando de esta manera. Los síntomas de la enfermedad tienen un sentido y si no lo encontramos no podemos encontrar cómo convertir nuestra conducta en una respuesta adaptativa. Por eso es muy importante trabajar a la vez las dos partes, la mental y la alimentaria. Centrarse solo en las consecuencias físicas es insuficiente para tener éxito a la hora de superar el problema.

Entonces, desde su experiencia, ¿se necesita más de un especialista para abordar este tipo de trastornos?

El escenario ideal es que el paciente cuente con un equipo interdisciplinar en el que todos los profesionales estén en comunicación entre ellos de manera que puedan compartir toda la información del progreso del paciente y que sus decisiones vayan en la misma línea.

Dice que este escenario es el ideal, ¿no es posible?

Es difícil. Entre otras cosas, está la barrera económica. A la hora de decidir con qué tipo de profesional empezar hay que priorizar. Si al principio las consecuencias físicas de la enfermedad son muy fuertes quizás lo más interesante sea reforzar la parte de renutrir y de normalizar la alimentación para poder trabajar luego el ámbito mental. En el caso de que no haya en un primer momento tantas consecuencias físicas, riesgo vital, a lo mejor lo más recomendable es empezar por el tratamiento psicológico y después flexibilizar la dieta. Lo importante es que en ambos casos sean especialistas en estos trastornos los que tratan al paciente.

¿En la Sanidad Pública no hay unidades especializadas en este tipo de problemas y con un equipo multidiscilplinar?

Sí que las hay, pero existe el problema de que algunas están colapsadas. Además, no todas tienen un nutricionista y, en muchas ocasiones, éste tiene que atender a todos los servicios del hospital, así que está integrado a medias en la unidad. Lo mismo pasa con los psicólogos, que suelen ser de planta.

Un trastorno alimentario parece difícil de detectar hasta que las consecuencias físicas no son muy evidentes ¿Cuándo hay que acudir al médico?

Es una de las grandes dificultades de estas enfermedades. Al principio lo que ocurre es que, por la cultura imperante en la sociedad, los primeros síntomas pueden ser incluso aplaudidos, en el sentido de que eres una persona que se cuida y tienes disciplina. Después, el entorno empieza a preocuparse, pero el paciente no puede verlo. Es una enfermedad egodistónica, es decir, que la persona la presiente como beneficiosa. Cree que lo está haciendo bien. Hasta que no siente que la situación se le ha escapado de las manos no empieza a aceptar ayuda. Es mejor que los familiares escuchen y pregunten de manera indirecta en vez de que sienta atacada y se aleje.