Coronavirus

La sangre de los curados, el nuevo tesoro

La «gripe española» de 1918 puede ser clave. Doctores que analizaron a numerosos pacientes con aquella enfermedad descubrieron que parte de ellos se recobraban por sí solos

El capitán de corbeta L.W.McGuire y el teniente de navío W.R.Redden forman parte del cuerpo médico de la Marina de EE UU al comienzo del azote de la pandemia en su país. Cuando aparecieron los primeros casos se encontraban sirviendo en el Hospital Naval de Chelsea, Massachusetts. En los primeros informes que emiten, los doctores tienen claro que algo excepcional está ocurriendo. «Estamos realmente preocupados por las altas tasas de letalidad de este virus que provoca neumonías muy graves», escriben. La mayor parte de las muertes que han tenido que certificar en unos días se debieron a complicaciones del aparato respiratorio y no exactamente a las consecuencias directas de la infección. «En el hospital naval hemos llegado a tener índices de letalidad del 30 por 100», alertan. McGuire y Redden acaban su informe y firman. Chelsea, Massachusetts, octubre de 1918.

Desde que los dos doctores comenzaron a recibir en su centro pacientes de la «gripe española», una idea les rondó la cabeza. Un porcentaje alto de los enfermos se recobraban por sí solos. No estaba claro el perfil de los curados (generalmente, tenían más de 40 años y estaban sanos previamente). Pero algo hacía que sus cuerpos desarrollasen una respuesta inmunitaria eficaz contra el virus. La mayor pandemia de gripe registrada hasta entonces, contra la que no se conocía vacuna o tratamiento, podría encontrar freno en la sangre de esos recuperados. ¿Y si el plasma de un convaleciente curado pudiera ser trasfundido a los enfermos más graves para ayudarles a recuperarse? El trabajo «El uso de plasma de convaleciente en el tratamiento de la gripe. Un estudio preliminar», publicado a finales de 1918 en el «American Journal of Public Health», es una de las primeras investigaciones realizadas sobre un tema que, un siglo después, cobra actualidad. ¿Es posible que la sangre de quienes han superado la Covid-19 albergue el secreto de una cura para la enfermedad?

Ayudar a los convalecientes

Hoy, a medida que miramos el aumento de las cifras de curados en España, también crece la esperanza de que algunos de ellos puedan ayudar a otros convalecientes. Por desgracia, la esperanza aún cuenta con poco sustento científico. El análisis de la sangre de los curados puede arrojar información útil para los científicos. Es un registro íntimo de cómo y por qué se han recuperado. Ante amenazas externas como la de un virus, el sistema inmunitario suele producir anticuerpos. Estas proteínas se fusionan con los virus y tratan de desactivarlos. En las fases del mal se producen distintos anticuerpos. Precisamente, la detección de varios de esto está en la base de los tests serológicos fundamentales para conocer si un individuo ha pasado por la enfermedad. Pero la reacción cada organismo es diferente. De hecho, aún no conocemos bien cuántos anticuerpos y durante cuánto tiempo los genera el ser humano invadido por SARS-CoV-2. La ciencia necesita saber cómo de fuerte es la respuesta inmunitaria a este coronavirus y por lo tanto si la sangre de una persona que ya se ha curado aún conserva potencial curativo si se transfiere a otra enferma.

El plasma de convaleciente se ha utilizado, después de los estudios primeros con la gripe del 18, en otras epidemias. Poco antes de que el mundo amaneciera con esta pesadilla, un estudio de varios investigadores (entre ellos, Eduardo Fernández Cruz, del Servicio de Inmunología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid) comprobó la eficacia del uso de anticuerpos recibidos de recuperados en el tratamiento de las gripes A y B. El informe es de octubre de 2019 (los días previos a la explosión del SARS-Cov-2). En su caso, habían mejorado la técnica de utilizar inmunoglobulina intravenosa hiperinmune que se remonta a los años de la gripe del 18 mediante la aplicación de una infusión de gammaglobulina. Los resultados demostraron que esa sustancia extraída de pacientes que han pasado la gripe es eficaz para el tratamiento de la gripe B, pero no para la A. El trabajo incluía una frase premonitoria: «Hemos sacado en claro que de cara a afrontar nuevas pandemias lo que tenemos que tratar es de obtener y diseñar anticuerpos específicos de alta afinidad». ¿Estamos a tiempo de hacerlo para Covid-19? El reloj no corre a favor. Entre los estudios dedicados a buscar alternativas hay uno español en esta línea. Se trata del ConPlas-19, que cuenta con financiación del Instituto de Salud Carlos III y pretende reclutar a 300 pacientes recuperados. En 20 centros hospitalarios de España se quiere recoger mediante donación plasma sanguíneo de estos curados y extraer suero hiperinmune. En teoría, los anticuerpos generados por ellos pueden ayudar a otros que aún no han podido desarrollar por sí solos una respuesta. A día de hoy, la única fuente de anticuerpos contra Covid-19 es la sangre de otros sanados. No existe vacuna ni fármacos con anticuerpos desarrollados en laboratorio, por lo que el tratamiento del mal solo es posible mediante antivirales y otras estrategias de choque.

Los expertos son cautos. El plasma de convaleciente se ha probado en todo el mundo y en algunos casos parece dar resultado. Pero los ensayos clínicos que lo certifiquen aún no han llegado. Esta estrategia también se utilizó para tratar in extremis a pacientes del último brote de ébola. La enfermera Teresa Romero (única persona infectada en España por ébola) se recuperó tras ser sometida a este tratamiento. Pero no es posible demostrar si fue el plasma lo que lo provocó. Y ensayos posteriores con esta estrategia han arrojado resultados pobres. Mientras la ciencia descubre si de verdad la sangre de los curados es beneficiosa para terceros, la única buena noticia segura es que la curva de los que han superado la Covid-19 no deja de crecer en España. Puede que en ellos esté parte de la solución.