Sociedad
Menores atrapados
El confinamiento ha creado una sensación de olla a presión en muchos hogares, una incapacidad de aliviar la tensión de una situación cargada de frustración que se ha cebado con los más pequeños
Dentros de unos meses, quizá incluso unos años, cuando echemos la vista atrás y podamos hacer una valoración serena de lo que estamos viviendo, habrá una parte de la población a la que tendremos que pedir disculpas. No serán los sanitarios, ni los ancianos, ni los sufridos españoles que se quedaron en paro debido a una gestión que, al menos para ellos, resultó nefasta. Hay otra parte de este país que lleva semanas callada, sufriendo en silencio las consecuencias del arresto domiciliario. No tienen voz en los medios de comunicación, ni aún en las urnas, pero la tendrán y seguramente habrá que rendir cuentas. Son nuestros niños, jóvenes, adolescentes, los menores de edad que se han quedado, de un día para otro, sin colegio, sin deporte, sin sus amigos. Y ahora la fundación ANAR, que se dedica a auxiliar a menores de edad en riesgo, nos ha contado que la cosa ha sido, y aún está siendo, mucho peor de lo que podíamos haber imaginado. Y ellos lo saben porque son los que están al otro lado del teléfono cuando uno de estos pequeños se queda sin fuerzas y decide pedir ayuda.
Desde el 23 de marzo han sido cerca de 1.500 los menores que han compartido con ellos sus ideas suicidas, su desesperación y dolor por el abuso físico y sexual que sufren de parte de alguno de sus progenitores, que cargan sobre ellos su propia frustración descontrolada. Ahora los tienen más a mano, más cerca y durante más tiempo y las cifras reveladas por ANAR la semana pasada dibujan una realidad oscura de sufrimiento y violencia que ha incrementado de manera alarmante los pensamientos e ideas suicidas desde que se decretara el estado de alarma en España.
Muchos hogares se han convertido en ollas a presión, lugares cargados de tensión donde el miedo y la angustia por la incertidumbre económica ha malogrado el bienestar de los más indefensos. El espacio pequeño y constreñido de las viviendas y la obligatoriedad de los padres de ejercer el teletrabajo tampoco han ayudado precisamente. El acoso no se ha limitado al plano real, ya que el informe de dicha fundación asegura que la intimidación cibernética también ha continuado estas semanas aunque en menor medida.
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