La doctora María Pilar Núñez y Cubero, religiosa de la Orden de Malta, en el centro de asistencia San Juan Bautista (Madrid)

María Pilar Núñez y Cubero: “El médico debe llevar a morir en paz, no a la mal llamada muerte digna”

El Pleno del Congreso vota hoy la aprobación de la ley de la eutanasia, que necesita un mínimo de 176 apoyos

Numerosas instituciones, entre las que figuran colegios de médicos, asociaciones de juristas, el Comité de Bioética de España o la Conferencia Epicopal han mostrado su oposición al debate y votación de la proposición de ley para la aprobación de la eutanasia que tendrá lugar hoy en el Congreso de los Diputados. Entre ellas está la Orden de Malta, una institución que ejerce una destacada labor en el cuidado de personas necesitadas, vulnerables y enfermos, y que se une a la petición de unos cuidados paliativos de calidad, regulados por ley, como alternativa a la norma. Hablamos del texto con María Pilar Núñez y Cubero, subdelegada de Bioética de la Orden.

–¿Le parece una ley necesaria? ¿Cree que obedece a una demanda real de la sociedad?

–Sinceramente, no. Hoy los médicos tenemos un arsenal terapéutico para cuidar a los enfermos en fase terminal y que se vayan en paz, sin sufrimiento. Evidentemente faltan instituciones socio-sanitarias donde se pueda cuidar a estos pacientes, en régimen de internamiento o con una asistencia a domicilio que resulte real y efectiva, y se debería invertir más en estas instituciones.

–¿Qué alternativas le parecen más adecuadas?

–Unos buenos cuidados paliativos, medicalizados en función de la necesidad del paciente, pero sobre todo desarrollando la atención al paciente en lo físico; acompañándole en lo psíquico para afrontar su desánimo y depresión; manteniéndole en lo social y que no se sienta una carga, sino que guarde todo su valor como persona; consolando lo emocional de ruptura y de ver sufrir a los suyos, y lo espiritual, incluso si el paciente no desea asistencia religiosa, quizá sí quiera expresar sus remordimientos y temores, su visión de la trascendencia.

–¿Qué papel debe tener el médico ante enfermos terminales?

–A las generaciones más antiguas se nos ha formado para luchar contra viento y marea por prolongar la vida y esto llevó hasta la obstinación terapéutica. Hoy no, los médicos sabemos que los tratamientos se pueden hacer fútiles y que hay que aceptar el límite al esfuerzo terapéutico, pero cuando ya no es posible curar persiste el cuidar, el control de los síntomas, la escucha, la compañía, el consuelo… para llevarle a una muerte en paz y no una mal llamada «muerte digna», ya que el que muere es una persona y guarda su dignidad. Toda muerte es digna, porque toda persona es digna «per se». El paciente, como persona, por muy deteriorado que esté, guarda su dignidad, ésta es ontológica de todo ser humano: rico o pobre, bueno o malo, blanco, negro, mestizo…

–¿Cree que la eutanasia es un derecho?

El derecho es proteger la vida y no matar. La ley, sin embargo, equipara el derecho a la vida con el derecho a morir: «...la eutanasia conecta con un derecho fundamental de la persona constitucionalmente protegido como es la vida, pero que se debe conectar también con otros derechos y bienes, igualmente protegidos constitucionalmente, como son la integridad física y moral de la persona (art. 15 CE), la dignidad humana (art. 10 CE), el valor superior de la libertad (art. 1.1 CE), la libertad ideológica y de conciencia (art. 16 CE) o el derecho a la intimidad (art. 18.1 CE)». El derecho a la vida y el derecho a decidir sobre la vida en aras de la libertad y de la autonomía no son equiparables, la libertad y la autonomía son influenciables y manipulables. Hay derechos fundamentales y derechos secundarios. El ejercicio de la libertad y de la autonomía precisa de la vida.

–¿Considera que la eutanasia/suicidio asistido es un avance?

–Tenemos la vanidad de creer que somos un país de vanguardia, «que acepta todo lo más ultra». Tenemos un sistema de salud muy bueno, pero en cuidados paliativos, aunque van mejorando, estamos realmente atrasados. Y en asistencia social también tenemos mucho que mejorar.

–¿La ley dará pie a que haya ciudadanos «de segunda categoría»?

–En cierto sentido ya hay ciudadanos de «segunda categoría». Y todos los estamentos del país, todos los ciudadanos, deberíamos reflexionar sobre cómo contribuimos a la desigualdad y qué hacemos para pasar de la desigualdad a la igualdad.

–¿Qué problemas puede traer? ¿Cómo afectará a las personas más vulnerables?

–Indudablemente aquellos que se sientan una carga para la familia, o se sientan desamparados, podrían optar por la vía final. Pero, ¿habrían tomado esa decisión, con libertad y plena autonomía? Y, según dice Lèvinas, «cuando alguien muere por falta de sentido, somos todos responsables».

–¿Cree que se creará una «lista negra» de profesionales que estén en contra?

–No sé si se creará «oficialmente» pero existirá, se pondrán «etiquetas» y hay que exigir que no se pida la aceptación de la práctica de la eutanasia en los formularios para los candidatos a una plaza en los sistemas de salud. Que la Objeción de Conciencia sea aceptada plenamente. Toda discriminación es negativa e inaceptable desde la óptica del principio de Justicia. Pero aprovecho para decir que no me gusta lo de la «lista negra». He trabajado en África y he oído decir que somos los blancos los que hemos hecho lo negro sinónimo de malo: mercado negro, día negro… mejor hablemos de una lista gris o de una lista «marcada» o de un «veto» desfavorable.

–¿Está de acuerdo con la teoría de la «pendiente resbaladiza», es decir, que cada vez los criterios sean más laxos para aplicar la ley si se aprueba?

–Eso realmente es así, la primera vez que se hace una práctica en la que la conciencia está poco a gusto, uno acaba con un cierto resquemor, pero cuando se hace y no pasa nada, la sociedad lo tolera, entonces se reincide y se hace hábito, y de ahí se amplía o se pasa a otro hábito. La manga se hace cada vez más ancha. Que quede bien claro que la medicina está hecha para curar y cuidar pero no para matar, y que no son iguales el Derecho a la vida y el Derecho a la libertad y el respeto a la autonomía, que son muy influenciables por las circunstancias y emociones.