Natalidad
Hijos de la pandemia: empiezan a nacer los primeros bebés gestados durante el confinamiento
Las maternidades comienzan a alumbrar a los “pandemicals”, concebidos a partir de marzo que, a pesar de lo que se dijo, no supondrán un “baby boom”
¿Ha pensado que, en el tiempo que llevamos de pandemia, le habría dado tiempo a concebir y tener un hijo? Seguro que sí, aunque no haya sido su caso. En el confinamiento se habló mucho de la posibilidad de que hubiera un «baby boom», pero la realidad está ofreciendo más pruebas de lo contrario. La incertidumbre y el temor inicial a cuánto tiempo duraría la situación y la previsión de la hecatombe económica que luego vendría han hecho que muchas personas pospongan sus deseos de ser padres, incluso en los casos en los que el tiempo apremia.
«En 2020, a falta de los datos de diciembre, la natalidad habrá descendido entre un 5 y 8% respecto a 2019. La tendencia ya era a la baja: de 2018 a 2019 la caída fue del 3,6%», explica Manuel Sánchez Luna, presidente de la Sociedad Española de Neonatología. «No son cifras preocupantes si las comparamos, por ejemplo, con EE UU, donde ya se ha puesto nombre a este fenómeno: Covid-19 Baby Bust, («quiebra» de nacimientos).
En junio, los economistas Melissa Kearney y Phillip Levine proyectaron que podrían nacer entre 300.000 y 500.000 bebés menos en 2021 de los que hubieran nacido de no haber existido la pandemia. «No vemos ninguna razón para pensar que nuestra estimación era demasiado grande en el momento que la hicimos», declara uno de ellos al diario The Atlantics, cinco meses después de publicarse el análisis. «De hecho, dado el estrés continuo para los padres actuales, asociado con el cierre de escuelas, el efecto podría ser incluso mayor».
Katia Isaza, de 31 años, se quedó embarazada en la semana en la que se decretó el estado de alarma. Ella y su marido Alexander habían empezado en diciembre a buscar el bebé. «La verdad es que no me esperaba quedarme embarazada tan pronto. No tenía ni un momento de descanso, por las mañanas iba a mi trabajo y, por las tardes, ayudaba a mi marido en su negocio». A finales de mayo se enteró de que estaba embarazada, y reconoce que tuvo emociones contradictorias. «Estábamos felices porque era lo que queríamos, pero en ese momento yo estaba en ERTE y el bar de Alexander llevaba dos meses cerrado, y no se sabía cuándo podría volver a abrir… Desde luego, no parecía el momento ideal para traer un niño al mundo», explica Katia. Pero las dudas se disiparon, y vieron claro que esto era lo mejor que les podía pasar. «Fue como una bendición. El resto de cosas que nos pasaron (a ella la despidieron en junio porque su empresa fue a la quiebra y el bar no ha conseguido remontar) eran circunstanciales y pudimos con ellas gracias a la alegría de ser padres».
Esa energía positiva ha convertido este año en uno de los mejores de sus vidas, sobre todo para Katia. «Nunca había tenido tanto tiempo libre para mí, y lo he dedicado a cuidarme y cuidar mi embarazo». Una felicidad que solo se veía ensombrecida por el miedo al contagio. «Estaba obsesionada, me daba mucho miedo. Y al final pasó», explica. Su madre, que vive con ellos, se contagió y estuvo un mes muy enferma. «Lo pasamos mal, ella estaba muy angustiada pensando que nos podía contagiar. Me hice tres pruebas y di negativo. Antes del parto, me hicieron un test y di positivo en anticuerpos, por lo que, cuando Emma nació me pidieron poder hacerle una PCR, ya que era de los primeros nacimientos que tenían en el Gregorio Marañón de una madre que hubiera pasado la infección, y ella dio negativo».
Generación ¿pandemial?
A lo largo de 2020 se ha especulado con la idea de que la pandemia, con toda su globalidad y su «onda expansiva», pueda alumbrar a una generación. El efectismo de poder aglutinar en un mismo grupo a los nacidos en el fatídico año que acabamos de dejar atrás es irresistible. ¿Los pandemial?, ¿pandemical?, ¿pandemics?… ¿será alguno de esos nombres? «No lo sé, es difícil prever los nombres, porque tampoco sabemos qué es lo que irá pasando, ni si lo que irá pasado sepultará o dejará en un segundo plano esto que ahora nos parece esencial», señala Jose Ramón Ubieto, psicoanalista y profesor de de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC). «Realmente, el año en que se nace no es uno de los factores más importantes para definir a una generación. Lo son otros como la proximidad física, el género, clase social, educación, los servicios de salud a los que se tiene acceso, entre otros», explica.
Lo que sí parece claro es que el mundo que van a encontrarse tendrá unas características particulares. Ubieto señala las siguientes: «La primera será la polarización social. El ‘nosotros’ estará cada vez más fracturado en burbujas segregadas con las que cada uno se irá relacionando. Burbujas no en el sentido que hemos aplicado en la pandemia, sino en el de grupos que comparten ideología política, económica y social. La segunda será la de vivir en una sociedad en la que las desigualdades serán cada vez más evidentes. La clase media, que hasta hora era el punto neurálgico de las sociedades occidentales, se acabará desintegrando, y la brecha digital se incrementará de manera que habrá grupos de población que quedarán totalmente al margen. En tercer lugar, destacaría la irrupción del neoviralismo, que no es otra cosa que la emergencia cada vez mayor de virus como el SARS-COV-2, que irán ligados estrechamente al cambio climático. Además, las adversidades naturales serán una tónica, no sucesos aislados. Por último, su mundo será un mundo en el que la frontera entre lo virtual y lo presencial será casi inexistente. Lo presencial, que ha marcado la vida de las anteriores generaciones, quedará en un segundo plano en favor de la realidad aumentada y/o la inteligencia artificial».
Entonces, ¿a los nacidos en 2020 solo les quedará el recuerdo de venir al mundo en un annus horribilis? “Los hechos siempre necesitan ser interpretados, porque, en sí, no imponen un juicio positivo o negativo. Habrá muchos padres que le contarán a sus hijos que nacieron como una oportunidad para salir de una crisis de pareja, como una esperanza, como una luz en la oscuridad. Y luego, cada sujeto, re-interpretara esa información”, concluye el psicoanalista.
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