Cáncer

Nuevas armas para la batalla contra la enfermedad

Las futuras vacunas, terapias genéticas y tecnologías de diagnóstico no detendrán el aumento de la incidencia de la enfermedad, pero la convertirán en mucho menos mortal para el paciente

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En su laboratorio del Grupo de Química Biológica de la Universidad de La Rioja, la investigadora Iris Bermejo se enfrenta a uno de los más prometedores proyectos españoles de vacuna. Fuera, las autoridades riojanas siguen informando día a día de los más que dramáticos datos de incidencia de la Covid-19 en la región, una de las peor paradas durante la tercera ola, con incidencias acumuladas a 14 días de más de 1.200 casos y una ocupación de camas UCI que ronda el 70%. La pandemia está en mente de todos, también en la de Iris. Aunque la vacuna que está diseñando no nacerá para combatir coronavirus: será contra el cáncer.

Las palabras cáncer y vacuna no casaban bien hasta hace apenas unos años. El combate de la enfermedad que hoy merece la atención de un Día Mundial parece más natural entre sesiones terapéuticas de quimioterapia, estrategias de radiación y cirugías. Pero desde hace un tiempo, la ciencia se ha planteado la posibilidad de tratar el cáncer como un cuerpo extraño más. Si podemos educar al organismo para generar anticuerpos contra un virus y producir inmunidad, ¿podremos educarle también para generar anticuerpos contra una célula tumoral?

El trabajo de la Universidad de la Rioja, apoyado por la Asociación Española contra el Cáncer y dirigido por Francisco Corzana y Jesús Manuel Peregrina como coordinadores del equipo de Iris Bermejo, se centra en la generación de anticuerpos que combatan el antígeno Tn, presente en la superficie de algunas células tumorales.

Los investigadores han modificado bioquímicamente el antígeno para «diseñar» una versión artificial de la molécula que acompaña a los tumores. Después, han envuelto con ese nuevo antígeno Tn la superficie de nanopartículas de oro que pueden ser inyectadas en un ratón. Al poco tiempo, los animales han sido capaces de desarrollar anticuerpos contra el antígeno Tn y, lo más importante, esos anticuerpos pueden reconocer los antígenos de un tumor.

Como si de una vacuna se tratara, la inyección ha enseñado al cuerpo del ratón a defenderse por sí solo contra la expansión de las células cancerosas. «Es importante destacar que estamos ante vacunas terapéuticas, es decir no previenen el cáncer sino que funcionan como un fármaco, y se utilizarían una vez el paciente está ya diagnosticado», aclara Bermejo.

¿Un futuro sin «quimios» o «radios»?

Pero el avance forma parte de la última generación de herramientas contra la enfermedad que vienen a acompañar y quién sabe si en el futuro sustituir a las tradicionales cirugías, «quimios» o «radios». El cáncer sigue constituyendo una de las principales causas de morbi-mortalidad del mundo, con aproximadamente 18 millones de casos nuevos en todo el planeta cada año. Se cree que en 2040 el número de tumores diagnosticados alcanzará los 30 millones.

En España cerca de 280.000 personas reciben un diagnóstico oncológico anualmente. Colon, recto, próstata, mama y pulmón son los órganos más comúnmente afectados en nuestro país. Aunque las tasas de incidencia global parecen estabilizadas en los últimos años y las de mortalidad descienden en muchos tumores, la ciencia sigue encontrando en la lucha contra este mal uno de sus mayores retos. Y con cierta periodicidad arroja novedades interesantes al saco de las estrategias terapéuticas.

Las llamadas «vacunas» contra el cáncer son unas de ellas. En esa dirección de búsqueda de tratamientos alternativos a los convencionales, la joya de la corona es la inmunoterapia. Las células tumorales tienen la capacidad de escapar al sistema inmunitario del cuerpo afectado. Nuestras defensas no saben detectar un cáncer o son demasiado débiles para hacerlo. El uso de fármacos inmunoterapéuticos de nueva generación permite estimular el sistema de detección de las células inmunitarias.

A finales de 2020, terminó con éxito la primera fase del ensayo llevado a cabo por el Hospital Gregorio Marañón, el Hospital Ramón y Cajal y la Clínica Universitaria de Navarra con una combinación de fármacos inmunoterapéuticos que han demostrado ser capaces de controlar la enfermedad en el 58 por 100 de los casos. Se trata de la primera terapia de este tipo «made in Spain».

La FDA americana ha aprobado en los últimos años varios tipos de inmunoterapias contra leucemias linfoblásticas juveniles y linfomas en adultos. Si las terapias genéticas y personalizadas han supuesto una revolución, en el mundo del diagnóstico también se ha avanzado notablemente en los últimos tiempos. El uso de la Resonancia Magnética Multiparamétrica puede revelar aspectos morfológicos de los tumores hasta ahora ocultos. En los últimos años, uno de los cánceres que más se ha beneficiado de esta técnica de imagen es el de próstata, del que se pueden extraer en un acto diagnóstico diferentes parámetros como los morfológicos, funcionales y moleculares.

Otra línea interesante de investigación que ha dado recientes frutos es la utilización de moléculas conocidas para otros menesteres en el tratamiento de ciertos tumores. Investigadores de la Universidad de Adelaida presentaron de hecho la semana pasada los resultados de su estudio sobre el empleo de andrógenos en la cura del cáncer de mama.

Durante el desarrollo normal de una mama sana, el organismo de la mujer se beneficia de la estimulación de estrógenos mientras la producción de andrógenos se inhibe. Pero en algunos casos, la actividad anormal de los estrógenos conduce a la aparición de un tumor. Ese es el motivo por el que una línea de combate de este tipo de cáncer ha sido tradicionalmente una terapia hormonal con andrógenos. Sin embargo, esta estrategia ha sido muy controvertida, produce ciertos efectos secundarios y a menudo tiende a discontinuarse.

El nuevo trabajo en Adelaida parece demostrar que los fármacos estimuladores de los receptores de andrógenos de nueva generación pueden ser más efectivos en el control del cáncer de mama que las terapias existentes como el Tamoxifen o el Palbociclib. Además, estos fármacos nuevos carecen de los efectos secundarios de las terapias hormonales tradicionales.

El viaje de la lucha contra el cáncer ha iniciado nuevos caminos de la mano de la genética, la tecnología de imagen y el mejor conocimiento de la fisiología del tumor. Junto a las ya veteranas herramientas existentes como la quimioterapia o la cirugía, nuevas armas se ponen ahora a disposición de la ciencia para lograr el objetivo de que la próxima generación de humanos pueda padecer más cánceres, pero muera mucho menos por su culpa.