Covid-19
Por qué es necesario un plan epidemiológico internacional para prevenir futuras pandemias
El control de los cambios en las poblaciones de murciélagos como alerta anticipada ante amenazas futuras es una de las medidas que proponen los tres reputados investigadores que han impulsado este proyecto.
Después de un año actuando como consultores, consejeros, detectives, forenses y, definitivamente, responsable máximos en el establecimiento de medidas para enfrentar la evolución del SARS-CoV-2, los científicos y expertos en salud pública han aprendido muchas lecciones. Una de las más importantes es que, pese a haber estado dando la alarma durante décadas sobre la amenaza inminente e inevitable de una pandemia viral, no consiguieron movilizar a los funcionarios públicos a tomar ninguna medida al respecto. Por ello, tres investigadores de referencia en el estudio de brotes, epidemias y pandemias: Michael Osterholm, director del Centro de Enfermedades Infecciosas, Investigación y Políticas en la Universidad de Minnesota (que formó parte de la Junta Asesora de Covid-19 del Equipo de Transición de Joe Biden), Tanja Stadler, epidemióloga de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH Zurich) y Linfa Wang, de la Facultad de Medicina de Duke-NUS han trazado el Plan epidemiológico internacional para comprender la dinámica de una pandemia.
Un trabajo que, en opinión de Osterholm, ha requerido de “imaginación creativa, capacidad de anticipar lo impensable y mucho realismo, para poder crear una respuesta pública plausible”. Con su conocimiento histórico de pandemias y brotes como el SARS, el MERS y el Ébola, se pregunta: “¿Por qué el Covid-19 cogió al mundo desprevenido y aparentemente incapaz de comprender la magnitud del impacto de esta emergencia sanitaria?”. Y advierte de que “lo más probable es que la pandemia actual ni siquiera sea la más grande”.
Tanja Stadler, que forma parte del Grupo de Trabajo Científico Nacional Covid-19 de Suiza, y su equipo, se ocupan de la vigilancia de la propagación de nuevas variantes dentro del país, y de situar las secuencias en un contexto internacional. Gracias a herramientas estadísticas en tiempo real para descifrar el código genético de varias cepas virales, pueden reconstruir la transmisión del SARS-CoV-2 en áreas donde el rastreo de contactos no estaría disponible de otra manera .“Al igual que en los humanos, el código genético de patógenos es como un mapa con información sobre la evolución del virus y sus orígenes. Esto nos permite comprender el tipo y el posible origen de las cepas de virus que circulan dentro de un país, identificar nuevas variantes con características novedosas y determinar su tasa de reproducción y definir el número promedio de infecciones secundarias generadas por una persona infectada”, explica. Antes del descubrimiento de la nueva variante B 1.1.7 en el Reino Unido, los científicos utilizaron los datos genómicos de Stadler para identificar otra variante que se propagó rápidamente por toda Europa durante el verano de 2020.
El reto de la interconexión de los datos
El Plan fijado por estos expertos establece la necesidad de conectar los metadatos del paciente y la secuenciación genómica, que actualmente no están conectados. Esta es una de las piezas clave para comprender la dinámica de la pandemia que, en opinión de la epidemióloga suiza, “nos colocaría en una posición, si no de ventaja, al menos más competitiva frente a las nuevas variantes y sus tasas de transmisión”. “El camino es que los científicos encuentren un modo de conectar esta información, sin comprometer la privacidad de los pacientes”.
Y es que este freno es muy importante, ya que es uno de los motivos por los que el virus siempre va un paso por delante. “Como muchos otros virus, el SARS-CoV-2 muta cada dos semanas. Por eso, con las herramientas disponibles hasta ahora, los investigadores no podemos determinar con que rapidez se adapta el virus al sistema inmunológico, y si serán necesarias o no vacunaciones anuales en el futuro”, asegura el autor de La amenaza más letal.
Murciélagos, el animal X
La tercera parte de este trió de ases en la investigación está representada por el epidemiólogo Linfa Wang, que, en mayo de 2020 desarrolló y patentó junto a su equipo la primera prueba de detección de anticuerpos neutralizantes para el SARS-CoV-2 aprobada por la FDA: C.pass. Dada la elevada probabilidad que los murciélagos, principales transmisores de algunos de los brotes de virus zoonóticos más mortíferos del mundo, estuvieran detrás del SARS-CoV-2 (como se ha confirmado posteriormente) este investigador recomendó la realización de encuestas serológicas a las distintas poblaciones de estos mamíferos diseminadas por el mundo. “El control de los cambios en las poblaciones de murciélagos podría servir como un sistema de alerta anticipada de posibles amenazas futuras para la salud pública”, ha señalado el científico. Actualmente, Wang está creando, en el seno de la OMS, un protocolo de vigilancia global que cuente con una unidad de medida estándar internacional y pruebas de anticuerpos neutralizantes.
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