Opinión

Aprendizaje feliz

Alumnos en clase
Alumnos en claseRodrigo SuraAgencia EFE

«La educación más eficiente es el aprendizaje activo que sale del niño, que crea, que imagina y forma estructuras nuevas. No es a base de memorizar, sino de activar él mismo esas redes neuronales y ampliarlas activamente con otros niños y con el maestro, priorizando la colaboración por encima de la competición. Porque la colaboración es un elemento de formación social, y le educa en la escala de valores y en la ética del trabajo». Lo dice Joaquín Fuster, magnífico neurocientífico especializado en el conocimiento y la memoria. Dice tantas cosas fundamentales este hombre que habría que leerle todos los días con lápiz en mano. Todos, sin duda, pero en primer lugar aquellos que se dedican a hacer las leyes para la educación, que no aciertan nunca. Esto que dice Fuster no es nuevo, hace tiempo que se clama por una educación creativa y de colaboración que haga que nuestros niños dejen de competir hasta la violencia y puedan darse cuenta de sus capacidades únicas. Conociéndolas y estimulando esas capacidades las criaturas tendrán una sana autoestima porque sabrán desde el principio que todos somos diferentes y que cada uno tiene su propio talento.

Hay sitio para todos, amiguitos, no hay que dedicarse a poner zancadillas al compañero. Fíjense, si los niños aprenden eso, solo eso, no habría listos y tontos, guapos y feos, buenos y malos. No habría acoso. Cada uno será respetado y se convertirá en un adulto consciente. Adultos que no tendrán la herida del desamor. Adultos que nunca fueron el último de la clase. Adultos que sabrán por dónde cae su lugar en el mundo.

Tenemos que hacer principales ya los métodos inductivos y deductivos, las asignaturas creativas. El aprendizaje feliz.