
Entrevista
José Ángel Saiz Meneses, arzobispo electo de Sevilla: «Un solo caso de abusos en la Iglesia es gravísimo»
Con el buen humor equipado de serie, el prelado ve injustas las acusaciones de encubrimiento eclesial: «Hay cierto interés por demonizarnos»

A este conquense Roma le envió como obispo a Tarrasa para levantar una diócesis de la nada. Ahora, con 64 años, el Papa le destina a una Sevilla que sueña con volver a procesionar. Él también. Tomará posesión el 12 de junio, pero ya prepara las maletas y se dejará caer por la capital hispalense en estos días para ir preparando el terreno.
–¿En algún momento de su vida se imaginó que acabaría siendo arzobispo de Sevilla?
–Para nada. Sorpresa total. Desde que escuché la llamada del Señor con ocho o nueve años, siempre he estado a disposición de donde la providencia me ha ido llevando al servicio de la Iglesia. En cuanto lo supe, me puse a rezar por el Pueblo de Dios que peregrina en Sevilla y a quererlos. Sí tenía la secreta esperanza de acabar mis días como obispo de Tarrasa. Pensaba que los obispos de nuevas diócesis acababan sus días en este territorio, pero está claro que no es así. Ha sido una etapa extraordinaria, como espero que lo sea ahora.
–¿Del Betis o del Sevilla?
–Desde pequeño soy del Barça. Pero ahora también seré del Betis y del Sevilla.
–¿El Gran Poder o la Macarena?
–Empecemos por la Virgen de los Reyes, que es la patrona de Sevilla. Soy padre de todos y procuraré querer y acompañar a todos, y dinamizar en la medida que pueda. Las hermandades y cofradías son una riqueza grande, enorme, con una exuberancia de vida espectacular. La religiosidad popular no solo es una vivencia de la fe significativa, sino que también es transmisión de abuelos a padres, de padre a hijos compartiendo una misma pasión, integrados en sus parroquias, comprometidos como catequistas, en Cáritas…
–Deja Cataluña en medio de un avispero sociopolítico…
–Benedicto XVI siempre decía que la Iglesia no tiene soluciones técnicas para las cuestiones políticas y económicas, lo que da es criterios que puedan inspirar esas soluciones. Y lo hace desde el Evangelio y la Doctrina Social. Yo les pido a nuestros gobernantes que procuren armonizar los derechos y las sensibilidades de todos desde la justicia, la verdad, el bien común, la paz social. En Tarrasa he tenido muy buena relación con todos los alcaldes del territorio, sean de la sensibilidad que sean. A todos les he encontrado receptivos y dialogantes, compartiendo inquietudes mutuas. Nuestra vocación eclesiástica y eclesial es de servicio a las personas, como la es la de los políticos. No es tan difícil encontrar puntos de conexión porque estamos al servicio de la misma gente. Siempre, por ejemplo, apoyando la labor de Cáritas.
–¿Cómo se consigue ser pastor de todos cuando en el primer banco del templo se sienta un independentista y un constitucionalista? ¿Cómo se logra que ninguno se vaya de misa?
–En el día a día no es tan difícil. Esos dos bloques parejos que hay en la sociedad catalana, también se dan en la comunidad cristiana. Siempre he intentado transmitir a los sacerdotes, diáconos y agentes de pastoral que debemos mantenernos libres de todo signo político. En una ocasión una persona me dijo que esa equidistancia no era positiva, sobre todo cuando hay extremos que se polarizan. Le respondí: no es equidistancia, es elevación. Como pastores, debemos situarnos por encima de las trifulcas, manteniendo a toda la comunidad eclesial unida. Después, cada uno tendrá sus opciones y en conciencia actuará.
–Dicen que el nuevo arzobispo de Sevilla viene equipado con el buen humor de serie…
–No faltan sufrimientos, cruces ni problemas, pero soy más bien esperanzado. La alegría y el gozo son un don del Espíritu Santo que hay que pedir, acoger y contagiar.
–Pero también se enfadará… ¿Qué es lo que más le indigna?
–La falsedad y la opresión a los más pobres y pequeños, sea en lo económico o en lo social. Me indigna que se abuse del débil. Estoy convencido de que en nuestra condición humana nace ayudar al otro, no vejarle.
–Usa el verbo abusar. En los últimos días hemos vivido un rifirrafe entre la ministra Belarra y los obispos por los abusos sexuales a menores. ¿Ha hecho la Iglesia todo lo que está a su alcance? ¿Es encubridora?
–Que el peso de la Justicia caiga sobre quien tenga que caer. Eso, por supuesto. Un solo caso en la Iglesia es gravísimo y hemos de procurar que no haya ninguno. Pero, por otro lado, estudios recientes de entidades independientes cifran en un 0,2% los casos de pederastia causados por sacerdotes del total de la sociedad. Seamos un poco objetivos y justos. No se puede estar señalando continuamente, acusando y demonizando. La Iglesia es la única institución en el planeta cuyo representante máximo –san Juan Pablo II– ha pedido perdón por todo el daño y los pecados que ha causado a lo largo de la historia. No recuerdo otras instituciones que hayan hecho lo mismo. El balance histórico de la acción de la Iglesia es positivo. Cuando en la sociedad la educación o la sanidad solo eran accesibles a los más ricos, gente de Iglesia funda instituciones para los más pobres. Esto no significa que no haya habido errores y pecados. Ahí está la lacra de los abusos, pero también la tolerancia cero marcada por el papa Francisco.
–¿Se dejaría de apuntar con el dedo a los obispos si se encargara una auditoría histórica, como en Francia y Alemania?
–El foco se mantendría, porque hay múltiples motivaciones en cuestionar a la Iglesia, más allá de buscar justicia. Hay cierto interés por promover desgaste y descrédito.
–Ley de eutanasia, reforma educativa, libertad de conciencia… El Gobierno ha sacado toda la artillería, no sé si contra la Iglesia o en aras de un nueva concepción antropológica…
–Sí hay una antropología que subyace y que no coincide con la cristiana. Nosotros seguiremos con nuestra misión de seguir proponiendo el Evangelio, comprometidos con la educación integral que respete a la familia y defendiendo la vida de manera innegociable desde su concepción hasta la muerte. Estamos llamados a anunciar la Buena Nueva con todas sus consecuencias.
–¿A la Iglesia española le está costando seguir el paso de las reformas de Francisco?
–No creo que vayamos más despacio o que haya más resistencias. Mantenemos nuestra adhesión filial, respeto, obediencia y cariño al Papa. Vamos a un ritmo medio.
–Los cardenales Omella y Osoro no han logrado que el Papa venga a España. ¿Usted tiene algún as en la manga?
–No tenga ninguna duda de que todo aquello que pueda hacer para que Francisco venga a España, lo haré. Pero la opción del Papa para viajar son las periferias geográficas y existenciales,.
–Un Papa de periferias se movería como pez en el agua en las Tres Mil Viviendas…
–Seguro. Y sería acogido excepcionalmente.
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