Primeros ensayos
Vacunas de ADN, más seguras y baratas pero polémicas
Toman una parte de la propia información genética del coronavirus, suficiente para provocar una respuesta inmune
Actualmente, las vacunas contra el SARS-CoV-2 se basan en cadenas de ARNm (ARN mensajero) para enseñar al sistema inmunológico humano a reconocer el virus. Pero esta semana se ha producido un avance interesante. Un equipo de científicos de los Institutos Nacionales de Investigación de la Salud de Taiwan han desarrollado una vacuna que utiliza ADN que codifica la proteína de pico del virus. Para comprender la importancia hay que diferenciar entre vacunas ARNm y ADN.
Si bien ambas utilizan material genético que codifica parte de un virus para provocar una respuesta inmune, las vacunas de ADN a menudo se pueden producir más rápidamente y a menor precio y transportarse sin el requisito de temperaturas. Hay numerosos ensayos clínicos que señalan que son seguras y efectivas en el tratamiento de infecciones como el VIH-1, el virus del Zika, el virus del Ébola y los virus de la influenza. El equipo de científicos taiwaneses la ha probado en roedores y señalan que la vacuna de ADN ofrece una protección duradera contra el virus SARS-CoV-2 sin aparentes efectos secundarios. Solo hay un problema: de acuerdo con la OMS no hay ninguna vacuna de ADN aprobada hasta la fecha. Y eso tiene varios motivos.
Las vacunas convencionales a menudo usan versiones «debilitadas» o «muertas» de un virus.
A ello hay que sumarle el uso de una proteína necesaria para desencadenar una respuesta inmune humana. Pero producir un virus y una proteína viral puede requerir mucho tiempo y ser un proceso costoso. La vacuna oral contra la poliomielitis, por ejemplo, contiene una versión «atenuada» del virus de la poliomielitis que activa una respuesta inmune humana, sin enfermar completamente a la persona.
El problema es que este virus también puede excretarse. De acuerdo con un estudio publicado en «The Journal of Infectious Diseases» y liderado por Robert Belshe, de la Universidad de Missouri, los autores señalan que «el virus excretado por los receptores de la vacuna puede transmitirse a los contactos y puede poseer una neurovirulencia mayor que la de las cepas de poliovirus atenuadas originales utilizadas en la vacuna». Si bien es muy difícil, la OMS reconoce que «en casos muy raros, el virus de la vacuna puede cambiar genéticamente a una forma que puede paralizar; esto es lo que se conoce como poliovirus circulante derivado de la vacuna».
Por su parte, una vacuna de ADN toma una pequeña parte de la propia información genética del virus, suficiente para provocar una respuesta inmune, y la proteína necesaria se puede producir directamente en la célula. Producir y replicar este ADN es bastante sencillo. En este sentido, las vacunas de ADN hacen que sea imposible que el virus se replique, mute o escape por la excreción».
A estas ventajas hay que sumarle que las vacunas de ADN son más estables que las convencionales, sobre todo en climas cálidos siempre que se mantengan secas, lo que reduce los costes de distribución enormemente. Pero una de las mayores esperanzas puesta en las vacunas de ADN es que podrían ser eficaces contra enfermedades no infecciosas como el cáncer y las enfermedades autoinmunes, donde las vacunas convencionales no funcionan. Así lo afirman diferentes estudios que se centran en la inmuno-oncología, la administración de inmunoterapia destinada a tratar específicamente el cáncer.
En pocas palabras, son eficientes, económicas, estables, no producen efectos secundarios… ¿cuál es el problema? El primero de ellos es que se trata de una técnica relativamente nueva – los primeros ensayos clínicos en humanos se realizaron en 2016– y, la propia OMS señala que aún «no se comprenden muchos aspectos de la respuesta inmunitaria generada por las vacunas de ADN. Sin embargo, esto no ha impedido un avance significativo hacia el uso de este tipo de vacuna en humanos, y se han iniciado los ensayos clínicos», por ejemplo para vacunas contra el VIH.
Otro aspecto complejo de las vacunas de ADN es que generalmente solo codifican una proteína del patógeno al que combaten. Esto las puede hacer muy específicas pero quizás no tan eficientes si se busca que generen una respuesta inmune contra múltiples proteínas y así obtener una mayor protección. Aunque esto podría resolverse combinando varias vacunas.
El verdadero problema u obstáculo, sin embargo, es la opinión pública. Si ya las vacunas convencionales generan conspiraciones, noticias falsas y miedo, hablar de una vacuna de ADN puede despertar las fantasías de los patrocinadores y creyentes de conspiraciones. Cualquier referencia a la genética lo hace, al igual que la mención de vacunas y si combinamos ambas, solo falta un bulo o un personaje famoso para que las vacunas de ADN y los zombies estén en los titulares señalando que nos convertiremos en mutantes llevando virus en nuestro ADN. Cuando la realidad es diferente. Lo primero, si tanto miedo dan los virus en nuestra genética, ya es tarde: el 8% de nuestro ADN consiste en restos de virus antiguos y otro 40% está compuesto por cadenas repetitivas de letras genéticas que también se cree que tienen un origen viral. Y seguimos vivos… Pero si lo que preocupa es que una vacuna de ADN transmita la genética del virus a las futuras generaciones y altere su ADN, tampoco hay motivo: no son vacunas hereditarias, no entran en nuestro genoma y apenas sí se incluyen en algunas células. Las vacunas de ADN no nos convertirán ni en zombies ni en Frankenstein, como mucho pueden no ser tan eficientes por sí mismas.
Se producen más rápido y barato y permiten transportarse sin que la temperatura sea un obstáculo Si las vacunas actuales generan noticias falsas, una de ADN generará conspiraciones
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