Fenómeno viral

El tractorista que arrasa en Twitter

Buenafuente y la ministra Ribera siguen la cuenta de Rodrigo Carrillo, cuyas fotos del campo se han hecho virales desde el confinamiento

Rodrigo Carrillo da los buenos días cada jornada a 22.000 personas. Son los seguidores que tiene en su cuenta de Twitter (@AgricultorCast), una tropa que se convirtió en legión durante el confinamiento del año pasado. Sus fotografías del campo de Villar de Cañas (Cuenca) en el que cultiva lavanda obtienen al minuto centenares de «likes», a veces varios miles. Se ha convertido en un prescriptor de lo rural, el medio que eligió para vivir, y ganarse la vida, hace ocho años.

Rodrigo tiene 32 años y aspecto de jugador de rugby, el deporte que practicaba cuando vivía en Madrid. Allí estudio Sociología, en la misma Universidad en la que Pablo Iglesias impartía clase. De hecho, acudió a escucharle en alguna ocasión, «había una gran devoción por él en la Complutense», aunque no era de su cuerda. Este urbanita reconvertido en agricultor tiene un discurso pragmático y pegado a la realidad, nada que ver con el que maneja el ex vicepresidente de Podemos. No romantiza la vida en el campo pese a lo evocador de las fotografías que publica en las redes sociales. La «España que está vacía porque la han vaciado» ofrece un tipo de vida que no está hecho para todos los públicos.

«No se debe idealizar el campo, ni convertirlo en una moda. Vivir en un pueblo de menos de 400 habitantes como Villar de Cañas es duro. Además, tampoco se trata de llenar esto de teletrabajadores. Lo importante es que los que vengan creen un vínculo con la región y contribuyan a su mejora», explica en una de las naves en las que guarda la maquinaria. «Puedo entender que se escriba poesía sobre el campo, pero ya te digo que no es lo que yo vivo. Los problemas de la gente en este entorno rural tienen que ver con el alcoholismo, la falta de trabajo y todo lo que es consecuencia de una gran falta de expectativas y de certezas. Y luego está la soledad, que hay mucha». reflexiona. En su empresa da trabajo a otras dos personas (que están en nómina) y a una decena de temporales en el vivero.

Junto a su hermano Tomás, decidió emprender el camino inverso del recorrido por sus padres, que siguen viviendo en el barrio madrileño de la Guindalera. Eligieron la lavanda porque la caída de precios del cereal no lo hacía muy rentable y se afanaron en trabajar de sol a sol las 120 hectáreas de la familia. Igual que otros optaron por los pistachos o la almendra, los Carrillo han apostado por destilar este aceite esencial que se emplea, sobre todo, en perfumería y droguería. Ellos han logrado hacerlo viable porque han logrado “cerrar el círculo”, son dueños de la maquinaria pesada y la destiladora. La pandemia tiró los precios casi a la mitad, «nos dejamos de perfumar durante meses», pero las perspectivas empiezan a animarse de aquí para adelante.

Su éxito en Twitter lo achaca a que «la gente está deseando salir al campo e imagino que las fotos que hago les parecerán bonitas. Muchos me escriben para decirme que las imágenes les recuerdan a su niñez, cuando iban al pueblo y veían a su abuelo labrar la tierra. Les produce nostalgia». Le hace especial ilusión que le siga Buenafuente. Recuerda que, cuando era pequeño, leía su libro de monólogos para dormirse con buen sabor de boca después de ver una película de terror. Entre sus fans también se encuentra la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, el escritor Sergio del Molino, Gaspar Llamazares y el humorista Quequé. También le gustó descubrir entre sus seguidores al cantante Rubén Pozo, ex integrante del grupo Pereza.

El tractorista que arrasa en Twitter
El tractorista que arrasa en TwitterCipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

Durante estos meses de exposición virtual, a Rodrigo le han escrito mensajes privados de todo tipo. «Me han pedido cosas como que participe en un curso de boy scouts o que regale mis fotos para una escuela de yoga. También me han tirado los tejos, me han llamado guapo, pero mi novia lo sabe, eh», cuenta entre risas. Hubo incluso alguien que le preguntó por su número de pie. ¿Un fetichista, quizá? «Ja, ja, preferí no averiguar más, la verdad».

No se reconoce como un «ecologista de etiqueta». Para él, «lo importante es hacer del campo algo sostenible, pero no por obligación sino por una cuestión mental de cada uno. Es un tema de educación. No puede ser producto de una imposición nunca. Trabajar la tierra de otra manera no se puede decidir desde una oficina en Madrid. Muchos ecologistas son unos profundos desconocedores del campo».

Este fin de semana ha sido el último de asueto antes de empezar la campaña de la cosecha, que durará entre 30 y 40 días: «Desde que vemos el primer pétalo, contamos 21 días y empezamos a segar. Es un poco como una superstición». Le aguardan largas jornadas de trabajo con el tractor recogiendo la lavanda y el lavandín, el producto híbrido y más sencillo de cultivar, antes de tomarse unos días de vacaciones con su pareja, que vive y trabaja en Madrid. «Yo aguanto porque de vez en cuando me escapo a la ciudad, donde tenemos un pisito. Y me puedo juntar con mis amigos y mi cuadrilla de rugby».

Rodrigo seguirá haciendo fotos cuando vea algo que le guste, aunque admite que está un poco cansado de esta suerte de rutina autoimpuesta y no quiere que deje de ser algo espontáneo: «Es que esto de tener público... Hasta mi madre me escribe algunos días para decirme que cómo es que aún no he publicado». Sabe bien que «la vida no está en Twitter. Y pretender eso es un gran error».