Fundación La Caixa

El Teléfono de la Esperanza recibió un 52% más de llamadas por el coronavirus

La soledad y los problemas de salud fueron de los principales motivos para recurrir al él

Una voluntaria del Teléfono de la Esperanza
Una voluntaria del Teléfono de la EsperanzaLa RazónLa Razón

El 2020 fue un año especialmente duro debido a la pandemia, en el que aumentó y se intensificó el malestar y sufrimiento de las personas, lo cual puso de evidencia la importancia de sentirse escuchado como una vía a través de la cual mitigar ese desasosiego.

Así pues, el año pasado jugó un papel clave la Fundación Ayuda y Esperanza que, a través del Teléfono de la Esperanza y del Teléfono de Prevención del Suicidio, que se puso en marcha en octubre en convenio con el Ayuntamiento de Barcelona, ofreció orientación y acompañamiento emocional a quien así lo requirió. Durante los tres primeros meses de la pandemia aumentaron un 52% las llamadas por crisis emocional y durante todo el 2020, ambos teléfonos recibieron 55.948 llamadas, lo que supone una media de más de 150 diarias.

Y del análisis de la información recogida a través de estas llamadas nace el proyecto del Observatorio de la Esperanza, impulsado con el apoyo de la Fundación «la Caixa», gracias al cual se conoce que, en lo que se refiere a las problemáticas personales y sociales que se expresan con las llamadas a ambos teléfonos, destacan seis temáticas principales: la ideación suicida, las enfermedades mentales, los problemas relacionados con la soledad no deseada, la salud física y la pobreza económica, las cuales frecuentemente se relacionan entre sí y se retroalimentan.

En cuanto al perfil de quienes llaman, dado que se trata de un servicio basado en el anonimato, no es posible definir unas características precisas, pero a grandes rasgos, en el caso del Teléfono de la Esperanza, se puede afirmar que, en su mayoría, son mujeres, sobre todo adultas, aunque con dos grandes grupos de edad significativos, como son los jóvenes de entre 18 y 39 años y los mayores de 65 años. Además, son personas de todos los niveles sociales, aunque casi la mitad con nivel básico de estudios, y en la mayor parte de los casos son personas que viven solas y frecuentemente no están activas en el ámbito laboral.

Otro rasgo de identidad común es que han sido atendidos por los sistemas de salud o los servicios sociales.

Estos perfiles son muy similares a los del Teléfono de Prevención del Suicidio, con la salvedad que en este caso, la proporción de jóvenes menores de 29 años es más elevada, casi un tercio, que en el Teléfono de la Esperanza, en el que, sin embargo, las llamadas de personas con un empleo remunerado son más escasas.

En cualquier caso, en ambos teléfonos, los problemas que recogen en sus conversaciones los orientadores de los servicios comparten el malestar personal de quienes no encuentran en su entorno personal o social la confianza necesaria para expresarse y encontrar consuelo, algo que sí que encuentran en la comunicación telefónica con un persona desconocida que les ofrece comprensión.