Aborto
El día que Aurora decidió abortar por correo, intentó decírselo a sus padres. Cogió el teléfono y marcó su número, pero no fue capaz de dejarlo sonar. Por aquel entonces, tenía 19 años y cursaba su segundo año de universidad. Ella es de un pueblo de León y la carrera que quería estudiar no la había allí. Entonces, sus padres decidieron enviarla a Madrid. «Soy hija única y siempre he estado muy sobreprotegida. Ellos querían que madurara y que aprendiese a desenvolverme sola en la vida», explica esta joven con un nombre ficticio, pues prefiere mantener su anonimato. Así, se matriculó en segunda convocatoria, hizo las maletas a toda prisa y puso rumbo a su nuevo hogar. «Me fui a una residencia de estudiantes para chicas, donde hice muy buenas amigas. Estudiábamos mucho y salíamos poco. Lo hacíamos todas juntas y con los chicos de otras residencias. En una de las novatadas, bebí y me besé con el que me gustaba. Los dos estábamos un poco desinhibidos y acabamos acostándonos. Éramos unos inexpertos y no calculamos las consecuencias de nuestros actos: me quedé embarazada».
De eso se enteró a los dos meses. Entre los exámenes y los nervios no le dio importancia a la primera falta; con la segunda se asustó y compró un test de embarazo. «Me lo hice en el baño junto a mi mejor amiga. Salió positivo. Lloré, grité, pataleé. No se lo podía decir a mis padres, ellos confiaban en mí y se estaban sacrificando para pagarme los estudios. No podía defraudarles», recuerda Aurora. De repente, sintió que el mundo se le caía encima de golpe: «Al chico tampoco se lo comenté porque no quería convertirme en la comidilla de la residencia y entre mi amiga y yo empezamos a buscar soluciones desesperadas en Internet. Ni que decir tiene que ni juntando el dinero de las dos nos daba para una clínica privada. Pensaba que si iba al médico de la Seguridad Social quedaría registrado el aborto en el expediente y tenía miedo de que mi familia se acabase enterando en algún momento». Así se dio de bruces con la posibilidad de interrumpir el embarazo por correo y con uno de los mayores sustos de su vida.
Estas plataformas de telemedicina (de la que no daremos sus nombres para evitar casos como los de la joven leonesa) permiten abortar «desde casa» y «sin riesgos» gracias a un paquete de medicamentos que llega directamente al buzón. De esta forma, mujeres de todo el mundo pueden enfrentarse a este procedimiento sin pasar por un centro sanitario, donde los profesionales velan por que no haya ningún contratiempo. Basta con rellenar un cuestionario online, donde se les pregunta si acceden libremente al servicio o si pueden controlar sus sentimientos. Además, exigen condiciones como estar sana, vivir a menos de una hora de un hospital y estar de menos de diez semanas. Aurora estaba de nueve. Sus respuestas fueron revisadas por un facultativo que decidió si era apta o no para recibir el tratamiento. Lo fue y, como tal, emitió una receta a una farmacia de India que posteriormente le envió las pastillas a su residencia. Es el procedimiento habitual. «Me los tomé la misma tarde que los recibí», continúa la estudiante. «Las contracciones fueron más fuertes de lo que esperaba, igual que el sangrado. Me mareé y me bajó la tensión. Acabé en el suelo, desmayada. Mis amigas llamaron a una ambulancia porque temieron por mí y monté un espectáculo bochornoso. Todos se acabaron enterando, incluidos mis padres. Lo que iba a ser una solución a corto plazo, se convirtió en un ir y venir de médicos».
Los medicamentos utilizados fueron mifepristona y misoprostol, que aparecen recogidos en la lista de fármacos esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 2005 y están disponibles en casi todos los países europeos, Estados Unidos, Rusia, China, Australia y Canadá. Según el portavoz de una de las plataformas, el objetivo es «reducir la mortalidad materna, mejorar la salud y los derechos reproductivos». El servicio está pensado, en principio, para atender a mujeres de países donde no está permitido abortar o que se encuentren en situación de vulnerabilidad en aquellos donde sí está regulado. A cambio, solicitan una donación de entre 70 y 90 euros «para contribuir a financiar el proyecto. Aquellas que no la puedan hacer, obtienen el servicio de forma gratuita». En lo que va de año, han recibido 300 solicitudes de ayuda procedentes de España. «Esto demuestra que el sistema no funciona por múltiples factores: falta de Seguridad Social, problemas financieros, distancias a las clínicas y tiempo, situaciones de violencia doméstica y relaciones abusivas, periodos de esperas obligatorios, consentimiento de los tutores para menores, desigualdades territoriales, estigmatización de la intervención y de los profesionales, objeción de conciencia, servicios limitados en zonas rurales...». Anualmente se practican 22 millones de abortos peligrosos, de los cuales 47.000 provocan defunciones y más de 5 millones conllevan complicaciones.
Una investigación liderada por la OMS ha demostrado que el aborto con medicamentos puede ser realizado fácilmente por las propias mujeres en el hogar. Según la plataforma, un aborto médico tiene el mismo impacto en la salud que un aborto espontáneo. Sin embargo, ¿se puede garantizar que no haya ninguna complicación cuando ningún profesional médico realiza un seguimiento de la paciente? Para la matrona y sexóloga Benita Martínez «al rellenar el formulario, puedes mentir sobre tus años, tu historial médico o tu estado. Las chicas que entran en estas webs quieren resolver su situación a toda costa, por lo que si tienen algún problema no lo van reflejar con tal de acabar con ella». «Si no existe un control médico pueden desarrollarse hemorragias muy graves. Por eso, es necesario contar con el historial del paciente y determinar qué es lo que le más conviene».
En el centro Joven de Atención a la Sexualidad de Madrid, una de sus psicólogas, al plantearle la posibilidad de adquirir píldoras abortivas a través de un página web, advirtió de sus peligros: «Estas pastillas solo se suministran en las clínicas acreditadas y no se pueden conseguir en las farmacias españolas. Si las pides por Internet, no sabes cuál es su composición ni de dónde proceden». En España, se puede abortar a través de la Seguridad Social y a través de clínicas privadas, ambas con dos métodos: cirugía o farmacología. «Esta última está recomendada hasta la semana octava. Si se opta por ella, la expulsión la tienes que hacer en el centro porque, si tienes molestias o el sangrado es más abundante del normal, los médicos te pueden controlar». En todo momento, invita a desistir de la idea de adquirir estos productos por cuenta propia. «Muchas chicas optan por estas vía por puro desconocimiento y eso muy peligroso». Como Aurora, que ahora es consciente de ello: «Quizá tenía otras alternativas, quizá podría haber tenido el bebé».