Sociedad
Los hay traperos, hipsters y perroflautas. También, a quienes les gusta la fotografía, tirarse en paracaídas y la taxidermia. Y los que se sienten representados por tatuajes, bicicletas y gafapastas. El catálago es inmenso. Da igual la ciudad, las preferencias o el dinero. Aquí, lo importante es encajar y encontrar a la persona adecuada. «Me encanta la arquitectura, la música clásica, la naturaleza y dar paseos (casi todo, vamos)», se presenta Toño, de 39 años. «Soy informática, pero no te dejes llevar por los prejuicios», advierte Claudia, de 27, en su perfil. Entre sus aficiones están los videojuegos, el yoga y la cocina. Casi las mismas que Mario, que muestra unas fotografías en una discoteca. Todos ellos parecen jóvenes en busca de citas en una «app», pero no. Ofrecen amistad y cobran por hora.
Iván es uno de ellos. Es moreno, habla inglés y portugués, además de español, y le encanta viajar. Se considera muy afortunado, en especial por conocer de buena tinta los mejores rincones de Madrid. Ese fue su principal cometido cuando se registró en Rent a Local Friend, una página donde se alquila como amigo. «Es una forma de practicar idiomas y de ganar un dinero extra enseñando mi ciudad», explica a LA RAZÓN el joven, que tuvo un primer contacto con esta experiencia en Brasil. El proceso es sencillo: «La persona se pone en contacto a través de la web, haces encajar tus perfiles y concretas tu disponibilidad».
La idea la tuvo, hace una década, Yuichi Ishii cuando decidió acompañar a una madre soltera a una entrevista de acceso para una guardería privada en Tokio, donde no aceptaban niños de familias monoparentales. En esta primera ocasión, se hizo pasar por su marido. Pero no fue la única. A ese favor, le siguieron otros como reunir personas para hacer bulto en bodas o hacerse selfies con personas solteras para colgarlas en sus redes sociales. Pero, ¿cuánto cuesta alquilar un amigo? En España, es posible gracias a plataformas como la de Iván o Rent a Friend, que reúne a más de 600.000 personas en todo el mundo. Dependiendo de la persona seleccionada, el precio oscilará entre 10 y 50 euros por hora. Eso sí, los que contratan también se hacen cargo de todos los gastos relacionados con las actividades.
«En este tiempo se han puesto en contacto conmigo familias, parejas, recién casados y algún viajero sólo», cuenta Iván que, por lo general, organiza rutas de entre tres y seis horas por la capital. «Los intereses de estas personas, por lo general de mediana edad, son variados. Nadie es tan raro como para no ofrecer algo que hacer a su medida». Junto a él, están los que se ofrecen para ir al cine, asistir a una cena de trabajo, bailar, entrenar en el gimnasio o prestar su oído para que quien les paga, a golpe de billete o de tarjeta de crédito, se desahogue. Aunque las normas son claras: se trata de sitios que ofrecen «amistades platónicas», nada de contacto físico.
Algo que Aaron tuvo claro cuando Irene contactó con él. «Quería que fuésemos al cine. Acababa de llegar a Barcelona y no tenía a nadie con quien salir», relata el joven de 32 años. Luego, fueron a cenar a un restaurante del centro y a dar un paseo por la Rambla. «En todo momento, intenté que estuviese a gusto para que luego diese buenas referencias de mí». Pocos días después, le volvió a escribir. Esta vez, para pedirle consejo sobre una oferta de trabajo. Le cobró 50 euros por día.
¿Qué es lo que lleva a alguien a pagar por amistad?
Sin embargo, la implicación, incluso, va más allá. ¿Qué es lo que lleva a alguien a pagar por amistad? ¿La irrupción de internet nos ha arrastrado a un mundo cada vez más individualista? Según el VIII Estudios de Redes Sociales IAB Spain, el 86% de los internautas españoles de entre 16 y 65 años están enganchados a las redes sociales. Es decir: más de 19 personas las utilizan a diario. «Las relaciones en las redes sociales son ricas en emociones que produce la imaginación y son fácilmente decepcionadas por las respuestas que obtengan», afirma a este periódico Francesc Nuñez, experto en psicología de las emociones.
Para él, son éstas las que hacen atractiva una cosa y las que pueden generar una fuerte dependencia hacia algo que no se puede controlar: relaciones virtuales que, en ningún caso, son sustitutivas a las reales. «La frustración, en estos casos, es muy frecuente. Los vínculos que se forjan son muy débiles y gestionamos espacios con mucha racionalidad. Esto hace que se pueda salir y entrar de ellas con mucha facilidad». Sin duda, la rapidez con que se establecen estos encuentros resulta atractiva, pero a cambio aísla y dificulta los encuentros presenciales.
La principal consecuencia es la pérdida de necesidad de interaccionar con otra persona: desde los gestos y las reflexiones profundas hasta las confidencias y las risas reales. «El lenguaje, la creatividad y la imaginación se empobrecen porque pasamos a vivir mundos que otro crea», sostiene Mara Cuadrado, psicóloga especialista en clínica infanto-juvenil. De tal modo que, cada vez más, «afloran los grupos virtuales con fines más concretos y las actividades al aire libre pierden adeptos».
Compartir experiencias
De la misma forma que Internet permite compartir el coche con un extraño o dormir en casa de un desconocido, prevé la posibilidad de alquilar compañía cuando se necesite conversar o salir a la calle. «Si no se cuidan estas relaciones, se pierde hasta la necesidad del contacto físico. Ni siquiera en el trabajo se interacciona. Cada uno está pendiente de su pantalla. Los niños en el recreo ya sacan sus móviles», añade su compañero, Amado Benito, psicólogo experto en jóvenes. «En grados extremos, se pierden habilidades sociales y la capacidad para disfrutar de un café con otra persona».
Lo que está claro es que vivimos en una sociedad cada vez más individualista, en la que en muchos casos prima el teléfono por encima de salir a tomar unas cañas. Eso ha llevado a unos niveles de desconexión que hacen dudar sobre a quién recurrir o con quién conversar. Por eso, los expertos recuerdan la importancia de conservar y trabajar nuestras amistades. Incluso las alquiladas. «Yo he vuelto a quedar con una pareja que me contrató para acompañarles a Toledo y Segovia», cuenta Iván. «Se puede hablar de casi todo: política, historia, gustos, sexualidad...». Porque nunca se sabe, y eso lo corroboraron series como «Friends» o «Cómo conocí a vuestra madre», cuándo puede surgir una verdadera amistad. «Irene y yo hemos vuelto a vernos», concluye Aaron. «Nuestra pasión por Estopa nos ha hecho casi inseparables».