Coronavirus
Suena La Oreja de Van Gogh en casa de Mercedes. Son las siete de la tarde y apenas entran ya unos pocos rayos de luz. Esa sensación de soledad le gusta tanto como le angustia. Le recuerda a aquellas tardes que pasaba escuchando Puedes contar conmigo sentada frente a la ventana. “Hoy solo quiero creer que recordarás las tardes de invierno por Madrid, las noches enteras sin dormir. La vida pasaba y yo sentía que me iba a morir de amor”, tararea mentalmente, mientras recuerda aquellos nervios inocentes por los mensajes que no acaban de llegar.
El culpable era Diego, un joven camarero que vestía con gracia sus gafas de pasta rojas y que escondía con sutileza un toque bohemio. Se conocieron una noche de principios de noviembre en su bar de Moncloa y, desde entonces, no se han separado nunca. Hasta hace 14 días, cuando decidieron quedarse en sus respectivas casas por miedo al coronavirus. “Estas semanas en la distancia están siendo especialmente duras", dice con cierta amargura. Pues ahora el encierro tiene un sabor muy distinto. Ya no espera que, cuando el teléfono vibre, llegue un "¿nos vemos?” o un “a la cinco donde siempre”; le basta con saber que él está bien.
A Diego le detectaron el COVID-19 hace poco. Quizá se trataba de una noticia gritada a los cuatro vientos, aunque siempre se guarda un poco de esperanza para mantener la calma. “Llevaba ya un tiempo con algo de fiebre y tos seca”, recuerda Mercedes. “No queríamos alarmarnos más de la cuenta. Podía ser otra cosa, pero finalmente le obligué a llamar al teléfono de emergencias”. Durante el tiempo de espera, los nervios se apoderaron de ella: ¿qué iba a suceder? ¿Lo tendría o no? ¿Y si es así, qué hago, voy para allá? Esas fueron algunas de las dudas que cruzaban una y otra vez por su cabeza. “No sabía si estaba preparada para enfrentarme a ello”. Algo que también se pregunta buena parte de España.
En solo seis días, según varias estimaciones, el número de ciudadanos que conocen algún caso de contagio en su entorno más cercano ha subido del 11,5% al 22,3%. Lo que se traduce en 10 millones largos de personas. “Cada vez hay más gente que tiene entre sus familiares y amigos a alguien con la enfermedad. A principios de marzo, cuando escuchábamos con ignorancia lo que ocurría en China, mirábamos hacia otro lado. Pensábamos que esa crisis que estaban viviendo allí no podía llegarnos a nosotros. ¿Cómo no íbamos a ser capaces de controlarla? Pues toma bofetón. Realmente, nadie se esperaba estar en la misma situación que ellos”, se lamenta sin dejar de encender y apagar constantemente la pantalla del smartphone.
Esta conversación tiene lugar vía videollamada y, durante los 25 minutos que dura, hay momentos en que esta joven madrileña de 26 años no puede contener las lágrimas. “Es impotencia”, dice. Exactamente la misma que sintió cuando su pareja le confirmó el diagnóstico. “Me puse súper nerviosa. Si ya de por sí la cuarentena está siendo complicada, imagínate cuando te dan una noticia de este tipo”.
Desde entonces, no dejan de llegarle notificaciones de conocidos que también están pasando por una circunstancia parecida. A veces, Mercedes no sabe qué contestar, pero, otras, habla de forma tan rotunda que hasta cuesta no creer en cada una de las palabras dice. “Hay que echarle narices al virus”, se juró a sí misma en aquella conversación con Diego. “Tranquila. Todo va a ir bien”, le respondió él por mensaje.
Y, desde entonces, no cree en otra cosa. Especialmente, cuando se acerca su cita de las ocho. “Acordamos vernos cada día a esa hora a través de la pantalla. Sería nuestro refugido, la oportunidad perfecta para coger fuerzas hasta nuestro reencuentro”. Tal y como, hace ya cuatro meses, se prometieron en el tercer árbol a la izquierda del sendero del parque del Oeste.
Nadie está a salvo
Eva entiende perfectamente todo lo que dice Mercedes. Su hermano Nacho lleva ingresado en el Hospital Universitario de Burgos desde el pasado viernes. Y, claro, los nervios están a flor de piel. Sobre todo, ahora, que ya no es tan raro sufrir algún caso cercano. “Justo al comienzo de toda esta pesadilla, escuché a la hija de Félix Rodríguez de la Fuente en una entrevista en la que Roberto Brasero, con motivo de la publicación del libro en homenaje a su padre, le preguntó qué pensaría él sobre lo que estaba sucediendo”, recuerda. La respuesta le impresionó: “Creemos que podemos enmendarle la plana a todo y la naturaleza nos muestra que tiene la última palabra”. Para ella, hemos pasado de ser meros observadores a protagonistas de una especie de película de ciencia ficción en la que el miedo a lo desconocido siempre está presente. “Creo que hay más concienciación. Sabemos que lo único que podemos hacer es quedarnos en casa. Y lo estamos haciendo”.
También, esta crisis ha servido para sacar lo mejor del ser humano. Tan solo hay que escuchar ese aplauso colectivo diario que cada español dedica a quienes siguen ahí afuera jugándose la vida para que no falte de nada. “Da mucho respeto ver Barcelona vacía”, relata Jennifer. Ella tiene 49 años y el hecho de que su amigo Jordi enfermara le ha cambiado la forma de ver las cosas: “La situación nos ha superado a toda la humanidad en muchos aspectos. Va a suponer un cambio importante en el mundo que conocemos”. Tras recibir la noticia, lo primero que pensó fue que nadie está a salvo de nada. Basta con echar un vistazo a las últimas cifras reveladas por el Ministerio de Sanidad: España está a punto de superar la barrera de los 50.000 afectados y alcanza ya los 3.434 muertos por coronavirus. “Hay que intentar mantener la calma”, añade. Aunque los números sean demoledores. De hecho, su amigo acaba de ser dado de alta, pero su hijo también ha dado positivo. “Todo esto te hace sentir más vulnerable”.
Hasta el decreto del estado de alarma, Montse viajaba de Asturias a Madrid, al menos, una vez al mes. Se mudó al Principado hace tres años, pero aún mantiene muy buena relación con las personas que dejó en la capital. Entre ellas, su amigo Edu. Él tiene 22; ella, 21. Y, aunque la distancia nunca ha supuesto un problema importante, sí lo implica ahora que él combate contra el COVID-19. Se lo detectaron el mismo día de su cumpleaños, entre felicitaciones, fotografías y buenos deseos. Sin embargo, su caso le sirvió a ella para concienciarse de que cualquiera puede ser el siguiente. «Hasta ese momento, no me había planteado que la enfermedad estuviese tan cerca de los míos», subraya, e insiste en cumplir con todas las recomendaciones sanitarias oficiales. “Tenemos que ser responsables y hacer todo lo posible para que esta pandemia deje de expandirse y podamos salir de ésta. Todos, sin excepción”.