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Coronavirus, la primera pandemia contada en tiempo real a través de las redes: un caldo de cultivo para la ansiedad y el racismo
Audios como los del supuesto jefe de Cardiología del Hospital Gregorio Marañón y de la presunta trabajadora del Hospital de Txagorritxu han despertado un miedo irracional que ha tardado muy poco en hacer mella en un sociedad que vive con expectación la crisis del COVID-19
“Estamos en un momento de descontrol del contagio. La fase de contención ha acabado, vamos a tener un despegue de cifras brutal. Va a ser como Milán y se va a diseminar de una manera muy rápida. Ya no hay control sobre de dónde viene la infección […]. Esto no es una gripe, es algo más. Están muriendo pacientes jóvenes y sanos”. Estas palabras pertenecen a uno de los audios que más se ha compartido, en los últimos días, a través de las redes sociales. Proceden, supuestamente, del jefe de Cardiología del Hospital Gregorio Marañón y, claro, el miedo ha tardado muy poco en hacer mella en un sociedad que vive con expectación la crisis del COVID-19. Pero es falso. De hecho, los son todos y cada uno de los datos que menciona. Así lo corroboró, al poco tiempo, el propio centro de Salud desde su cuenta oficial de Twitter, insistiendo en la necesidad de consular “sólo fuentes oficiales”. Algo que no resulta tan sencillo en un momento de cuarentena y en el que WhatsApp, Twitter o Facebook se han convertido en un altavoz perfecto para los bulos y las noticias falsas.
La cosa no acaba aquí. Otra grabación afirma que en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Fundación Jiménez Díaz hay pacientes jóvenes “sin patologías” que “van a morir”. Concretamente, “un chico de 29 años y una china de 36”. Además, subraya que esta zona “está llena de personas con coronavirus” y que “no hay suficientes respiradores” para abastecer a cada afectado. En este caso, al igual que en el anterior, todos los datos son mentira. “Estamos viviendo la primera pandemia en tiempos de redes sociales, con todas las consecuencias que eso trae consigo”, explica Andrés del Campo, psicólogo social, sobre una crisis social y sanitaria que ya deja 8.744 infectados y 297 muertos en España. La anterior tuvo lugar en 2009 con la gripe aviar, una etapa en la que estas plataformas aún estaban despegando y en la que todavía no se narraba todo en tiempo real. Todo lo contrario a lo que acontece hoy: se han convertido en una especie de trinchera en la que luchan mensajes racionales y oficiales con bulos alarmistas y agoreros. Lo que ha dado lugar a un caldo de cultivo para la ansiedad y la angustia.
Tanto es así que, desde que se conoció en España la primera muerte por esta enfermedad el pasado 13 de febrero, Del Campo no ha parado de atender llamadas de personas especialmente preocupadas por la constante información que reciben en sus teléfonos móviles. “Cuando existe una incertidumbre tan grande como la que vivimos ahora, nos aferramos a cualquier cosa. El problema es que hay gente que se aprovecha de esa debilidad para sembrar el pánico y la hostilidad en personas que, tras decretarse el estado de alarma, no pueden salir de casa, viven pegados a Internet y piensan todo el día en el futuro”, añade. ¿Por qué ocurre esto? Principalmente, porque vivimos aterrados por la posibilidad de contraer la enfermedad y por la imposibilidad de garantizar el bienestar de nuestras familias. “Existen ciertos casos en los que la preocupación que generan las redes sociales puede llegar a resultar más dañina que el propio virus”. Lo hemos visto en apenas estos dos días de confinamiento: largas colas en los supermercados, tensión racial en las calles, comentarios fuera de lugar en el metro…
“Gitanos han escupido para que todo el mundo se contagie”
“Todo parte de un rumor que se va haciendo muy grande y que, al final, todos nos acabamos creyendo. Por ejemplo, si yo te digo que he visto llegar a mis vecinos del cuarto con varios paquetes de papel higiénico, lo primero que vas a pensar es que están locos, pero al rato irás a comprar por si acaso. Pues lo mismo ocurre con todo lo que recibimos a través del smartphone”, mantiene Ana Martín, socióloga y experta en redes sociales. O dicho de otra forma, el fin de estas acciones es generar desconfianza y miedosin ningún tipo de fundamento. Tan sólo basta analizar el siguiente dato: desde que surgió el brote el pasado diciembre, en Wuhan (China), los mensajes difundidos ya presagiaban un contagio a gran escala, aún sin contar con datos contrastados. En los casos más graves, estas conductas derivan en situaciones de racismo y xenofobia. “Vinieron gitanos diciendo que no tenían patologías respiratorias ni fiebre, sino que les dolía la tripa o un tobillo. Han escupido en las salas para que todo el mundo se contagie”, recoge otro de los audios compartidos estos últimos días por una presunta trabajadora del hospital de Txagorritxu, en Vitoria. Según explicó el centro tras hacerse viral, es totalmente falso.
De igual forma, los ciudadanos chinos residentes en nuestro país no paran de enfrentarse a situaciones de acoso constante, al mismo tiempo que sus negocios se desploman. Todo causado por la desinformación. Por ello, el pasado 2 de febrero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó al nuevo coronavirus como una infodemia masiva, en referencia a "la sobrecarga de información (tanto cierta como falsa) que dificultaba que las personas encontrasen fuentes fidedignas y consejos fiables cuando los necesitaban”. Esta es la principal diferencia con respecto a otros brotes anteriores, como los del SARS o el Zika: con el COVID-19, los temores se han intensificado especialmente por culpa de las redes sociales. “La tensión y la intranquilidad que vivimos en esta era digital es mucho mayor que las que se percibían otras crisis similares”, destaca Martín. De ahí el importante papel que juegan Twitter, TikTok, Facebook o Instagram para reprimir estos comportamientos. La mayoría de estas plataformas ya trabajan para eliminar aquellos contenidos que engañosos o que contengan datos dudosos sobre el coronavirus.
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