Nuevos ensayos

La pastilla milagrosa anticovid comienza a hacerse realidad

Las píldoras contra la covid han fracasado... de momento. Grandes farmacéuticas investigan para conseguirlas aunque serán caras y sin una efectividad definitiva

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Que el logro de una vacuna contra la covid ha sido uno de los mayores éxitos de la historia de la ciencia contemporánea no lo duda nadie. En este momento en el que la situación epidemiológica parece más controlada que nunca es evidente que las cosas serían muy diferentes si no tuviéramos una capacidad de inmunización universal. Sin embargo en la otra acera de la calle en la que se produce la carrera contra la enfermedad, las cosas no han ido tan bien. A la hora de buscar una terapia útil para aquellas personas que ya se han contagiado la ciencia ha tenido menos suerte. Puede que esa pequeña historia de un fracaso empiece a llegar a su fin. En una nota de prensa publicada recientemente la farmacéutica MSD/Merck anunciaba los prometedores resultados de un ensayo con un fármaco de vía oral que reduce a la mitad el riesgo de muerte y de hospitalización tras contraer el virus. Según la empresa el 7,3% de los pacientes que recibieron el fármaco terminaron hospitalizados frente al 14,1% de los que recibieron un placebo. Todavía no se conocen todos los detalles de la investigación ni los datos han sido revisados en una publicación científico, pero la empresa ya ha solicitado la autorización para comercializar la píldora cuando supere en resto de las pruebas. De ser así, se convertiría en el primer tratamiento oral antiviral útil para la covid. El fármaco en cuestión se llama molnupiravir y ha despertado casi por partes iguales las expectativas y los recelos.

Desde los mismos albores de la pandemia, los investigadores han luchado denodadamente para encontrar algo más que una vacuna contra la enfermedad: directamente una terapia útil para curarla. Entre las sustancias que parecieron más prometedoras para esta finalidad se recordará el nombre de remdesivir, fármaco aplicado por vía intravenosa que demostró resultados contradictorios.

Si bien es cierto que algunos ensayos clínicos parecían indicar una considerable reducción del riesgo de agravamiento de la enfermedad en las personas que se trataban con él, la mayoría de los ensayos limitaban su efectividad solo a los casos más graves de contagio y la OMS desaconsejó su utilización a gran escala.

A diferencia de aquella propuesta, el molnupiravir supone una vía de administración mucho más sencilla, a través de una simple píldora y actúa mediante un mecanismo biológico diferente. En concreto, modifica la estructura del virus y bloquea su capacidad de replicación dentro del organismo. Literalmente, sí introduce en el ADN viral y obliga al agente patógeno a comportarse de un modo distinto al que la naturaleza le dicta: le induce a cometer errores. Cada vez que el virus se divide dichos errores van acumulándose hasta que llega el error definitivo que impide al virus reproducirse. Este sistema de actuación se conoce como mutagénesis, es decir, la inducción permanente de mutaciones en el código genético de un organismo para deteriorar alguna de sus capacidades.

La primera función de esta futura píldora será detener la progresión de la enfermedad. La idea que parece haber funcionado en los primeros ensayos es que si se consigue evitar que el virus se duplique la carga viral descenderá progresivamente hasta desaparecer o al menos volverse irrelevante. De manera que una de las virtudes del medicamento es convertir una enfermedad potencialmente grave en una enfermedad leve aunque sintomática.

A partir de ahí algunos expertos consideran que una molécula como molnupiravir también podría tener unos factores de éxito secundarios. Por ejemplo, podría servir como terapia preventiva. Una persona tratada con el nuevo preparado vería descender su carga viral considerablemente y por lo tanto las probabilidades de contagiar a otros. En este sentido, molnupiravir actuaría como una suerte de vacuna virtual.

A pesar de la gran expectación con la que se ha recibido la noticia algunos expertos han arrojado ciertas dudas sobre el futuro éxito del fármaco. Uno de los puntos críticos de este tipo de medicamentos es el riesgo de que generen resistencias en los agentes patógenos que pretenden eliminarse. La resistencia sucede cuando un virus o una bacteria evoluciona para convertirse en una herramienta más inteligente que el medicamento que quiere combatirlo. Es un motivo de preocupación de todos los fabricantes de fármacos antivirales o antibióticos y la farmacéutica MSD/Merck no está exenta de la misma preocupación. Portavoces de la compañía han confiado en que el molnupiravir puede superar el riesgo de resistencia en este caso. Según ensayos realizados con virus similares, la capacidad de demostración para generar una versión resistente es muy escasa y requiere de un largo tiempo. Pero la futura posible prescripción de molnupiravir sería muy corta, se necesitarían pocas dosis, y no ofrecería espacio suficiente para una posible generación de resistencia. Además el propio mecanismo de la mutagénesis, al evitar la replicación del virus, dificulta aún más la generación de cepas que salten el ataque del fármaco. Los trabajos preliminares realizados por Merck demuestran que los errores genéticos que se inducen en el virus son aleatorios lo que dificulta la posibilidad de que el patógeno acumule suficientes variantes como para poner en peligro la eficacia de la terapia.

En principio molnupiravir parece ser una opción más acertada que los actuales anticuerpos monoclonales, uno de los pocos tratamientos que han adquirido hasta el momento la autorización internacional contra la covid. Los anticuerpos monoclonales han probado ser muy efectivos a la hora de evitar que un contagio leve se convierta en una enfermedad más grave. Pero cuentan con una importante debilidad: tienen que ser inyectados por profesionales cualificados, el virus se puede adaptar fácilmente a ellos y se dificulta mucho su producción a gran escala. Una píldora es mucho más eficiente en cualquier caso.

Otro aspecto a tener en cuenta es el precio. El tratamiento de remdesivir ronda los 2.500 euros y los anticuerpos monoclonales, los 1.700. Las primeras estimaciones sobre molnupiravir apuntan a un coste de unos 600 euros por tratamiento. Aún así, el precio sería unas 40 veces mayor que el coste de producción (un gran negocio sin duda para la compañía fabricante). Para su comercialización en países menos desarrollados sería necesario llegar a acuerdos de colaboración que redujesen la diferencia y favoreciesen la producción a escala.

En cualquier caso, la pastilla está todavía lejos de ser la solución definitiva al tratamiento de la enfermedad. Siempre nos quedarán las vacunas.

AstraZéneca y Pfizer también van por ahí

Los laboratorios especializados en la vacuna anticovid también buscan la pastilla milagrosa. AstraZéneca ultima el AZD7442, un cóctel experimental de dos anticuerpos monoclonales de acción prolongada para covid grave. Puede complementar las vacunas para las personas que no han generado una fuerte respuesta inmune. Y a finales de septiembre Pfizer anunció el comienzo con unos ensayos clínicos cuyos participantes recibirán la píldora de Pfizer y una «dosis baja» de ritonavir, un medicamento más antiguo usado en tratamientos para el VIH o la hepatitis C, evitando que los virus se repliquen al unirse a enzimas que impiden la producción adicional de partículas.