Viaje a Chipre

Francisco, paladín de la reunificación chipriota: «No debe haber muros»

El Papa aterriza en la isla reclamando una salida a la ocupación turca de 1974

Francisco, en su primera jornada en Chipre, durante un encuentro con la comunidad católica en la catedral de Nicosia
Francisco, en su primera jornada en Chipre, durante un encuentro con la comunidad católica en la catedral de NicosiaAlessandra TarantinoAgencia AP

Francisco llegó a media tarde del jueves puntualmente al aeropuerto chipriota de Larnaca en un vuelo procedente de Roma que por primera vez en la historia no pertenecía a la extinta Alitalia, sino a quien se ha convertido en la compañía de referencia de bandera italiana: ITA Airways.

Como es habitual, el Papa nos dirigió a los periodistas que volamos con él unas palabras. «Va a ser un viaje en el que tocaremos las llagas», nos compartió, refiriéndose al drama de las migraciones que hará visible el domingo en el campo de refugiados de la isla de Lesbos.

Durante las tres horas que compartimos con él, saludó uno a uno a los 77 periodistas de distintas nacionalidades. En este periplo, se le volvió a repetir que España le espera en el 2022 con motivo de la peregrinación de jóvenes europeos a Santiago de Compostela.

Apenas llegado a Nicosia se dirigió a la catedral maronita, donde fue recibido por el patriarca de Antioquía, el cardenal Béchara Boutros Rai y algunos centenares de sacerdotes, religiosos, diáconos, catequistas y laicos. Les dirigió un discurso que, por su extensión y originalidad, se sale del repertorio ordinario. «No hay ni debe haber muros en la Iglesia católica, es una casa común, es el lugar de las relaciones, es la convivencia de la diversidad», les planteó, consciente de que hablaba a un país partido literalmente en dos. Por eso, les encomendó tener «brazos abiertos» propios de aquel que «acoge, integra y acompaña».

Pero el acto mayor de esta primera jornada en la isla mediterránea fue el encuentro con el presidente de la República, Nicos Anastasiadis, y las demás autoridades en el palacio presidencial. El Papa, antes de nada, rindió un homenaje ofreciendo un ramo de flores a los pies del monumento erigido en memoria del histórico primer presidente de la República chipriota, el legendario arzobispo Makarios, un personaje que jugó un papel transcendental en la política medioriental y en el movimiento de países no alineados de los años 60.

En su discurso, sin entrar directamente en el asunto, aludió a la dramática división de Chipre en dos partes contrapuestas y enemigas, separadas por un muro, el último que resiste en el continente europeo. Esta separación nació en el mes de julio del 1974, cuando un golpe de coroneles griegos intentó que Chipre se integrase en la nación helénica. Esto motivó la intervención militar turca para impedirlo. Durante 47 años esta insólita y absurda situación no ha cambiado a pesar de numerosas iniciativas para llegar a un acuerdo turco-chipriota.

«La herida que más hace sufrir a esta tierra – dijo el Pontífice- es la provocada por la terrible laceración que ha padecido en los últimos decenios. Me refiero al sufrimiento interior de cuantos no pueden regresar a sus casas y lugares de culto. Ruego por la paz de ustedes, por la paz de toda la isla y la deseo con todas las fuerzas» .

Francisco defendió que «el camino de la paz» está marcado por el diálogo. «Tenemos que ayudarnos a creer en la fuerza paciente y humilde del diálogo», alentó el Papa, consciente de que «es largo y tortuoso pero no hay alternativas para la reconciliación». En esta línea, no se olvidó de las víctimas de este trance, animando a dejar a las nuevas generaciones un país «no habitado por rivalidades perennes y contaminadas por conflictos no resueltos».

Previamente, el presidente chipriota recordó «la ocupación militar ilegal del 36 por ciento del territorio de la República de Chipre por parte de Turquía , el desplazamiento del 30 por ciento de la población convertida en prófugos, la cuestión no resuelta de los desparecidos y el drama de sus familiares, el saqueo de monumentos culturales y religiosos en los territorios ocupados son aspectos que ofenden brutalmente a la humanidad y reavivan el dolor que hemos vivido y todavía probamos». No en vano, Chipre es el país europeo con más solicitantes de asilo en relación con su población.