Fin del viaje
El Papa ataca el «laicismo aguado» de Bruselas
En el vuelo de regreso de Grecia, Francisco alerta del peligro de caer en «colonizaciones ideológicas»
Al Papa le preocupa sobremanera el devenir del continente europeo. Y no solo por el grito que lanzó el domingo desde Lesbos sobre el «naufragio de la civilización» y el hecho de que el Mediterráneo se convierta en un «mar muerto» al no dar respuesta al drama de los refugiados. En la rueda de prensa del vuelo de regreso de Grecia a Roma lanzó no pocas reflexiones sobre la Unión Europea.
El punto de partida fue una pregunta sobre su parecer en torno a una frustrada directriz comunicativa de Bruselas que recomendaba a los funcionarios felicitar únicamente «las fiestas» eliminando toda referencia al hecho religioso en aras de la inclusión. Para el pontífice, este documento es «un anacronismo» que refleja «la moda de un laicismo aguado». Lejos de restarle importancia, subrayó que «en la historia, muchas dictaduras han intentado hacerlo», citando a Napoleón y las dictaduras nazi y comunista.
Este hecho le llevó a hacer un llamamiento a la Unión Europea, convencido de que «debe asumir los ideales de los padres fundadores, que eran ideales de unidad, de grandeza, y tener cuidado de no dar paso a las colonizaciones ideológicas». De lo contrario, advirtió de una deriva hacia la uniformización y la división. «Cada país tiene su peculiaridad, pero cada país está abierto a los demás», expresó, para respaldar «la soberanía de los hermanos en una unidad que respeta la singularidad de cada país». Así, se detuvo en la tentación de sacrificar los valores nacionales en favor de un «imperio» o «especie de gobierno supranacional».
En este sentido trajo a colación también la alerta que lanzó en Atenas sobre el auge de los populismos sean «de derecha o de izquierda». Como alternativa, planteó el «popularismo», que Francisco define como «la libre expresión de los pueblos, que se manifiestan con su identidad, su folklore, sus valores, su arte...». «El populismo es una cosa, el popularismo es otra», matizó.
Al Papa también se le preguntó durante el vuelo sobre los políticos que rechazan per se a los migrantes. Fue categórico en su respuesta: «Los que construyen muros, pierden el sentido de la historia». A los líderes que «hacen muros y alambradas con concertinas» les invitó a ponerse en el lugar de los que huyen de sus países. Lejos de hacer una defensa genérica de la acogida y la integración, defendió una migración ordenada.
Aquí también señaló como fundamental el papel de la Unión Europea como mediadora para que «haya armonía entre todos los gobiernos para la distribución». «Falta esta armonía general», insistió el Papa, que admitió que «si un gobierno no puede acoger a más de un número determinado, debe dialogar con otros países, que se ocupen de los demás, cada uno de ellos».
«Todo gobierno –detalló el pontífice– debe decir claramente ‘puedo recibir tantos...’. Porque los gobernantes saben cuántos migrantes pueden recibir. Están en su derecho. Esto es cierto. Pero los migrantes deben ser acogidos, acompañados, promovidos e integrados». Con estas cuestiones en su alocución a miles de pies de altura, recuperó el grito lanzado en Lesbos: «Arriesgamos la civilización».
En otro orden de cosas, el Papa también fue interpelado por el cese reciente del arzobispo de París, Michel Aupetit. «Fue una falta de él, una falta contra el sexto mandamiento, pero no total, de pequeñas caricias y masajes que hacía a la secretaria, ésta es la acusación», desveló el Papa, que salió en su defensa: «Esto es pecado, pero los pecados de la carne no son los más graves».
Además, Francisco expuso que en su horizonte se encuentra hacer escala en Moscú. «En el horizonte no muy lejano está un encuentro con el patriarca Kyrill», expresó Francisco sobre una futurible reunión con la actual cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa. «El patriarca tiene que viajar, quizás a Finlandia, y yo estoy siempre dispuesto a ir a Moscú, para dialogar con un hermano», compartió Francisco, que recalcó que «para dialogar con un hermano no hay protocolos, un hermano ortodoxo que se llame Cirilo, Cristóstomo, Jerónimo». «Cuando nos encontramos no bailamos el minué, nos decimos las cosas a la cara, pero como hermanos», expresó.
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