"Me too" eclesial
Francisco: «¡Basta! Herir a una mujer es ultrajar a Dios»
El Papa arranca el año con un alegato contra la violencia de género, en la línea de defensa femenina que abanderó en 2021
El Papa remata su primera homilía de 2022. Es la solemnidad de María Madre de Dios. Durante varios minutos, Francisco se detiene en la madurez de aquella joven de Nazaret, a la que presenta como modelo para todas las mujeres que «miran el mundo no para explotarlo, sino para tener vida». En ese instante, el pontífice da un giro a su reflexión para hacer un llamamiento: «Mientras las madres dan vida y las mujeres protegen el mundo, trabajemos todos para promover a las madres y proteger a las mujeres».
A renglón seguido endurece su discurso: «¡Cuánta violencia hay contra las mujeres!». Y enfatiza: «¡Basta! Herir a una mujer es ultrajar a Dios». No es la primera vez que Francisco condena las agresiones machistas, pero sí resulta significativo que ponga en primer plano esta reflexión a comienzo de un año nuevo, en la misa en la que se subraya la maternidad de la Virgen y en la que también se celebra la Jornada Mundial por la Paz. Y por partida doble. Porque no solo lanzó esta alerta en la eucaristía celebrada en la basílica de San Pedro, sino también en el ángelus.
«Dios tomó la humanidad de una mujer, no de un ángel, no directamente, sino de una mujer», explicó desde un punto de vista teológico en el baldaquino, mientras en el ventanal de los palacios apostólicos concretaría su denuncia en el colectivo de las migrantes: «Al mirar a María con su Hijo en brazos, pienso en madres jóvenes y sus hijos que huyen de guerras y hambrunas o esperan en campos de refugiados».
Lo cierto es que, a lo largo de sus casi nueve años de pontificado, Francisco ha abanderando un particular «me too» eclesial. Por un lado, alzando la voz en una liturgia que solía orillar la cuestión. Muestra de ello, no es solo esta homilía, sino que el pasado febrero, en las tradicionales intenciones del oración del Papa, el pontífice argentino no dudo en dedicar todo el mes a rezar para que se acabe «la violencia psicológica, verbal, física, sexual». En el vídeo para animar a los fieles a comprometerse con la causa, se detuvo en «las distintas formas de malos tratos que sufren muchas mujeres», que presentó como «una cobardía y una degradación para los hombres y para toda la humanidad».
«Los testimonios de las víctimas que se atreven a romper su silencio son un grito de socorro que no podemos ignorar. ¡No podemos mirar para otro lado!», expuso en su propia campaña por la igualdad que no se queda en una plegaria. De hecho, podría decirse que ha dejado de considerarse un tema tabú también en las sacristías.
En su etapa como directora de «Donne Chiesa Mondo» –suplemento femenino de L’Osservatore Romano–, Lucetta Scaraffia fue la primera en denunciar las vejaciones padecidas por las religiosas a manos de clérigos... Aquel primer paso dado durante el pontificado de Benedicto XVI, se ha consolidado con Francisco que ha tomado cartas sobre el asunto en materia de abusos de poder, conciencia y sexuales en los conventos y fuera de ellos. Cursos de formación, vías para denunciar, cartas pastorales… «Aun así, queda mucho por hacer. Escuchar a un sacerdote denunciar en una homilía en la línea del Papa no es ni mucho menos habitual», explica una consagrada vinculada al acompañamiento de víctimas de la violencia de género.
Esta reivindicación de la dignidad de la mujer de Francisco no se detuvo ayer solo en la denuncia. A la par, encauzó su meditación a defender el protagonismo de las mujeres en el engranaje eclesial. Los números lo avalan. Seis de cada diez creyentes en todo el planeta son mujeres. Hay 630.00 religiosas frente a 465.000 sacerdotes y frailes.
«La Iglesia es madre y mujer. Por eso no podemos encontrar el lugar de la mujer en la Iglesia sin reflejarla en este corazón de mujer-madre», describía desde el altar, para apuntar que «este es el lugar de la mujer en la Iglesia, el gran lugar del que derivan otros más concretos, más secundarios».
Así se despacha un Papa que cerró 2021 rompiendo varios techos de cristal. Por un lado, al nombrar a la religiosa francesa Nathalie Becquart subsecretaría del Sínodo de los Obispos, la convirtió en la primera mujer en la historia en poder votar en este órgano consultivo donde solo ellos contaban con este derecho. Por otro, al elegir a la salesiana italiana Alessandra Smerilli como secretaria interina del Dicasterio para el Desarrollo Humano, la situaba como la primera mujer en ostentar este tipo de cargo en el Vaticano. Aterrizando en lo cotidiano, su decisión de instituir tanto los ministerios del acolitado y el lectorado como el del catequista, supone oficializar y reconocer una labor fundamental, pero hasta ahora silenciada y que constituía sobre el papel una situación de discriminación.
Precisamente, al referirse ayer a María, se detuvo en su «mirada inclusiva» que «supera las tensiones guardando y meditando en el corazón», un valor propio de las madres. «Es una mirada concreta, que no se desanima, que no se paraliza ante los problemas, sino que los sitúa en un horizonte más amplio», aplaudió en relación a lo que Juan Pablo II describía como «el genio femenino». Para el actual Obispo de Roma, María es expresión de «una fe adulta, madura, no temprana».
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