Opinión
Nos quitamos las mascarillas
Estamos a punto de quitarnos las mascarillas. O eso parece si es que el criterio oficial no cambia por sorpresa y nos obliga a echar marcha atrás. Volveremos a vernos las caras completas. A adivinarnos los sentimientos dibujados en las sonrisas. A besarnos sin impedimentos. A dejar fluir nuestra oxitocina sin reparos… ¿O no? Aunque en los últimos tiempos las ganas de abrazarnos y de besarnos se nos han multiplicado y está claro que gozamos infinito al descubrirnos los rostros, en cuanto nos arrancamos las mascarillas frente a la cerveza de un bar, me pregunto qué señales permanecerán entre nosotros tras estos años duros, en los que cualquier ser amado podía ponernos en riesgo con su aliento, contagiarnos con un suspiro y hasta matarnos con un beso. Volver a la normalidad no va a ser fácil. Pero no tanto por desprendernos de las mascarillas como por deshacernos del miedo que durante tanto tiempo nos ha aturdido hasta inmovilizarnos. Lo haremos, claro, porque para eso somos seres humanos, capaces de evolucionar hasta el infinito y de ir conquistando parcelas al universo por mucho esfuerzo que requiera. Pero conservaremos, tal vez, algún vértigo en la memoria y, seguramente, las mascarillas en los armarios, por si acaso tenemos que volver a ponérnoslas. Ojalá jamás vuelvan a precisarse y se gripalice este virus que nos ha mantenido presos y ocultos. Ojalá no nos aceche ningún otro, a la vuelta de la esquina como aventuran los agoreros. Ojalá esta guerra que le ha tomado el relevo al Covid en la desgracia tenga menos secuelas que la enfermedad... De momento, al menos tenemos una noticia alegre que celebrar en este tiempo, que aun sin mascarilla continuará siendo oscuro, aunque intente ir caminando, despacito, hacia la ansiada normalidad.
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