Opinión
Huracán en el horizonte
Tras la granizada de Gerona nos preguntamos qué nos vendrá ahora
En la recta final de un verano de calor desafiante, que aún nos amenaza con unos cuando días de temperaturas desmedidas, con los pantanos secos como tantas esperanzas y unos cuantos lugares inundados por sorpresa, el granizo de Cataluña ha vuelto a dejarnos estupefactos.
Es cierto que ha habido otras granizadas insólitas como aquella de Cáceres que dejó la ciudad colapsada en 2010; pero el tamaño de la de la Bisbal d’Emporda (Gerona), resulta aterrador. Una especie de castigo de la Providencia que ha decidido penar con centímetros de hielo a una especie que lleva demasiado tiempo creyendo que puede hacer lo que le da la gana con ese gran regalo recibido que es el mundo.
Las piedras congeladas, de unos 11 centímetros, cayeron sobre la ciudad con una virulencia tan extrema, que hasta consiguieron taladrar las lunas de los coches, imposibles de romper golpeándolas con una llave inglesa.
Unas sesenta personas resultaron heridas por contusiones o fracturas en el ambulatorio o en el hospital comarcal de Palamos e incluso una mujer tuvo de pasar la noche ingresada, aunque, por fortuna, al día siguiente pudo volver a su casa.
Entre el asombro y la indefensión, la tragedia la escribió la muerte de una pequeña de veinte meses, que recibió el impacto de uno de estos proyectiles congelados del cielo y, aunque fue atendida de inmediato en el Hospital Josep Trueta, murió sin que los médicos pudieran hacer nada por ella.
Fueron diez escasos minutos de impotencia y pánico, del que aún no se han recuperado los vecinos.
Sus miradas asombradas se unen a las del resto de los ciudadanos españoles, que nos preguntamos con ellos qué nos vendrá ahora. Pues ahora, parece que, por el horizonte, asoma un huracán…
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