Opinión

Blanquear el proxenetismo

Varias prostitutas y miembros de la plataforma #StopAbolición exhiben carteles de protesta en contra de la ley del Gobierno para acabar con el proxenetismo, durante una concentración frente al Congreso de los Diputados
Varias prostitutas y miembros de la plataforma #StopAbolición exhiben carteles de protesta en contra de la ley del Gobierno para acabar con el proxenetismo, durante una concentración frente al Congreso de los DiputadosEduardo ParraEuropa Press

Mientras la ley del PSOE contra el proxenetismo, apoyada por el PP, avanza tras rechazarse el veto de la CUP, los cómplices encubiertos de los explotadores de las mujeres prostituidas se empeñan en hablar de «trabajo sexual». ¿De verdad la compraventa de carne humana se puede considerar un trabajo? ¿De verdad no saben que tras esa presunta regulación de una «situación laboral» se encuentran los intereses de los proxenetas, que están deseando que se regularice la actividad sexual de las víctimas para poder aprovecharse de ellas mejor?

¿No se dan cuentan de que las mujeres y niñas (también niños) que caen en las manos de estos desalmados están atadas con unas cadenas invisibles que son las de las deudas infinitas que contraen al venir a nuestro país y que si no pagan ponen en riesgo las vidas de sus familias y las suyas? ¿Cómo no se va a «criminalizar» a los criminales?

Porque lo son los proxenetas, pero también los puteros, esos compradores de carne humana a los que las propias víctimas les relatan sus historias en tantas ocasiones y que, naturalmente, como ya han contratado el servicio sexual hacen uso de él y, por supuesto, no las ayudan porque les da igual si no es así porque no van a comentar en casa de dónde conocen a esas mujeres que necesitan su apoyo.

La abolición no las señala a ellas, que ya están bastante señaladas por la vida, los abusos, y la desesperanza… Señala a los proxenetas (incluidos los no coactivos), a las tercerías locativas (para perseguir a los dueños de los locales, tantas veces ocultos tras los testaferros) y a los puteros.

Pretender que existe una «relación laboral» en la explotación sexual es querer blanquear el proxenetismo.