Una preocupación común por la educación

Un auténtico testigo de la fe

Es un «hombre bueno» con todo su sentido machadiano

Los Príncipes de Asturias posan con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (4d), su mujer, Elvira Fernández (3d) los cardenales Carlos Amigo (4i), Santos Abril (3i), Antonio Cañizares (5d) y los ministros de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón (d); Exteriores, José Manuel García-Margallo (2i); e Interior, Jorge Fernández Díaz (i), durante la recepción celebrada en la sede de la embajada de España ante la Santa Sede
Los Príncipes de Asturias posan con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (4d), su mujer, Elvira Fernández (3d) los cardenales Carlos Amigo (4i), Santos Abril (3i), Antonio Cañizares (5d) y los ministros de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón (d); Exteriores, José Manuel García-Margallo (2i); e Interior, Jorge Fernández Díaz (i), durante la recepción celebrada en la sede de la embajada de España ante la Santa Sedelarazon

Don Antonio Cañizares Llovera, cardenal y arzobispo de Valencia desde 2014, deja la archidiócesis a sus 77 años, dos después de haber presentado su renuncia al Papa Francisco por cumplir la edad reglamentaria, tras 30 años ininterrumpidos de servicio a la Iglesia como obispo. Aun así, el pontífice ha confiado en él para continuar dos meses más como administrador apostólico hasta que tome posesión su sucesor, el hasta ahora obispo de Tortosa, Enrique Benavent.

Mi relación con Don Antonio nació de su particular vocación hacia la docencia durante toda su vida desde que fuera ordenado sacerdote en 1970 por su querido fiterano José María García-Lahiguera, entonces arzobispo también de Valencia, y actualmente en proceso de beatificación en Roma.

La ocasión la brindó la Providencia al resultar elegido por la CEE en febrero de 1999 presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza, que coincidió con mi responsabilidad como secretario de Estado de Educación y Universidades.

Siendo obispo de la sede abulense fundó la magnífica Universidad Católica de Ávila, hoy en manos de las Cruzadas de Santa María. Y es que, habiendo nacido un 15 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Jesús, su trayectoria vital acredita que goza de una particular confianza y protección de la gran santa carmelita y primera mujer Doctora de la Iglesia Universal; ya que, como afirmara San Juan Pablo II, «en los designios de la Providencia no hay meras coincidencias». Como administrador apostólico de Murcia también fue decisiva su actuación para que la Universidad Católica de la Región sea ahora otra espléndida realidad.

Trabajador infatigable por la causa de Dios, forma parte del colegio cardenalicio, y durante los tres próximos años será elector y elegible en un eventual cónclave.

Los que disfrutamos del privilegio de conocerle, tratarle y gozar de su cercanía y amistad, tenemos la convicción de que se trata de un auténtico «hombre de Dios», de un «hombre bueno» en el sentido machadiano del término. La gratitud debida a su permanente entrega y generosidad va pareja a su humildad y sencillez.

Quiera Dios que podamos seguir contando largos años con su inestimable testimonio de fe, guía luminosa en los tiempos de oscuridad y apostasía que se anuncian.