Religión

La Iglesia española, abierta por reforma, pero solo «con y sub Petro»

El cardenal Omella da un espaldarazo público al Papa frente a las «muchas resistencias» a su proyecto sinodal

(I-D) El obispo coordinador del Equipo Sinodal, Vicente Jiménez Zamora, el presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella, y el secretario General de la CEE, Francisco César García Magán
(I-D) El obispo coordinador del Equipo Sinodal, Vicente Jiménez Zamora, el presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella, y el secretario General de la CEE, Francisco César García MagánAlejandro Martínez VélezEuropa Press

La Iglesia universal está en reforma. Y España no parece quedarse atrás. O al menos, al margen, en contra o por libre respecto a la impronta marcada por el Papa. Ayer lo puso de manifiesto a través de un encuentro celebrado en Madrid con un centenar de cardenales, obispos, sacerdotes y laicos que dieron el visto bueno a un borrador de propuestas con el que los católicos de nuestro país se presentaran en Praga del 5 al 12 de febrero en la fase continental del llamado Sínodo de la Sinodalidad.

Entre las prioridades que se señalan, incluye salir a la búsqueda de jóvenes ante unos templos envejecidos, así como «potenciar la acogida en nuestras comunidades, particularmente a cuantos se sienten excluidos por su procedencia, situación afectiva, orientación sexual u otros motivos». En la misma línea que la síntesis presentada el pasado mes de junio se llama a «reconocer definitivamente el papel de la mujer en la Iglesia» a través de «un discernimiento sin miedo, desde la común dignidad bautismal».

Sin embargo, resultó especialmente significativo que de viva voz y en el propio texto, ayer se hiciera especial hincapié en defender el proceso abierto por el Papa y la autoridad de Francisco. El propio presidente de la Conferencia Episcopal Española arrancó la mañana de trabajo con una defensa cerrada a su «jefe», justo cuando la oposición al pontífice argentino parece haber arreciado después de la muerte de Benedicto XVI, de la mano de su secretario personal Georg Gänswein, y de purpurados como Gerhard Müller, prefecto para la Doctrina de la Fe –la antigua Inquisición–.

Y es que parte de la intervención del cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, amén de respaldar esta iniciativa papal para gobernar en colegialidad y desde la escucha al Pueblo de Dios, se erigió como un alegato de su legitimidad. «O vamos con Pedro, o si no, ¿qué hacemos? O vamos juntos en comunión, ¿o qué hacemos?», sentenció, echando mano de la clásica expresión latina, que dice que solo tiene sentido ser Iglesia «'cum Petro et sub Petro’, sea quien sea el elegido por el Señor».

Lo cierto es que los obispos españoles siempre han manifestado lo que se puede denominar como «adhesión filial al Santo Padre» de una manera formal cuando se avistaba alguna marejada de división, pero quizá nunca se había salido al quite con la determinación de Omella ayer. «Tenemos dificultades. Se están mostrando muchas resistencias, pero no hay que tener miedo. No tengamos miedo a este proceso sinodal. Se han levantado voces. ¿Y qué? ¡Que se levanten!», desafió el purpurado, que alentó a los cristianos a seguir adelante «sin perder el amor y la esperanza, sin perder la comunión y la alegría».

Lejos de quedarse atrapado en un tono de pesadumbre, el presidente de los obispos calificó de «apasionante» este «momento histórico que nos ha tocado vivir». Para ello, de forma coloquial expuso que «el Espíritu Santo es como ese pegamento que pega bien. Él es quien nos lleva a la comunión». «No podemos ser otra cosa en el mundo más que agente de comunión, cuando sentimos tanta falta de comunión en nuestro pueblo y en nuestra Iglesia, de arriba a abajo», reconoció.

No fue Omella la única autoridad eclesiástica de las que intervino ayer que afrontó la amenaza de una fractura eclesial. Desde Roma, el religioso agustino Luis Marín envió un mensaje por vídeo a la «cumbre» española, en el que advirtió de que «el insulto, la agresividad y el desprecio atentan contra la comunión», lo que tachó de «escándalo». Quien lo afirma es el subsecretario de la Secretaría del Sínodo, esto es, uno de los máximos responsables de este organismo vaticano que coordina la consulta global promovida por Francisco y, por tanto, tiene tomado el pulso a la Iglesia en todo el planeta.

Y ese chequeo ha llevado a que Roma esté intentando frenar el empeño de los obispos alemanes por modificar por su cuenta aspectos doctrinales vinculados a la sexualidad y a la ordenación sacerdotal, mientras en Estados Unidos los pastores se apuntalan en otro extremo preconciliar.

El propio borrador de la síntesis que se analizó ayer en Madrid se hace eco de ese disenso en España. De hecho, se explicita «la polarización entre diversidad y unidad, y necesidad de diálogo; la polarización entre tradición y renovación; la polarización entre Iglesia piramidal e Iglesia sinodal». Por eso, se insiste en «ir superando algunas de las tensiones como el clericalismo, las divisiones internas, los prejuicios, la ausencia de diálogo y generar comunión».