Parla

Antonio García, el pastor que inició a la asesora de Podemos en la Iglesia Evangélica

Fue quien les abrió el culto en Parla, también casó a Sevilla con su segundo marido y en 2012 desaparecieron. “Si hubiera seguido con nosotros no habría secuestrado a su hijo”, asegura.

Antonio García en su pequeña iglesia de Aposento Alto (Parla) / Foto: Gonzalo Pérez
Antonio García en su pequeña iglesia de Aposento Alto (Parla) / Foto: Gonzalo Pérezlarazon

Fue quien les abrió el culto en Parla, también casó a Sevilla con su segundo marido y en 2012 desaparecieron. “Si hubiera seguido con nosotros no habría secuestrado a su hijo”, asegura.

El pastor evangélico Antonio García nos recibe en su pequeña iglesia de Aposento Alto, en el municipio madrileño de Parla, en la que la asesora feminista de Podemos, María Sevilla, se convirtió a esta religión. Está preocupado, triste, incrédulo. Es incapaz de entender cómo esta mujer que formó parte de su comunidad (integrada por unos 60 fieles) tuvo secuestrado a su hijo durante dos años en una finca aislada en Cuenca. Él la conocía bien, también a su primer marido, Rafa, y al segundo, Antonio. Este pastor fue quien ofició sus segundas nupcias. Nos cuenta en exclusiva su relato –no ha querido hacerlo en ningún otro medio– y cómo era entonces Sevilla. «¿Qué le pasaría por la cabeza?», reflexiona. Todo comenzó, según García, en 2010, cuando unos jóvenes María y Rafael acudieron a él recomendados por un acupuntor. «Vinieron juntos, entonces residían en el norte de Madrid, pero se acercaron hasta nuestra iglesia por consejo de un médico. Su matrimonio no iba bien, no funcionaba, tenían ansiedad. Con ellos también vino su hijo, S., que tenía por aquel entonces dos años y medio. Hablamos, les di la bienvenida y me ofrecí a ayudarles. Venían todos los domingos y yo siempre estuve a su lado. Mi esposa y yo, en un par de ocasiones, acudimos a su casa para hablar de la situación, pero no había manera de llegar a un acuerdo. Eran muy diferentes, el amor se había perdido y su relación estaba ya enquistada. A los pocos meses, cuando la separación se hizo efectiva, Rafa dejó de venir. Solo veíamos a María y a su hijo por aquí», relata. García, que está a punto de cumplir los 60 años, lleva al frente de esta iglesia desde 1997 y a él han acudido muchísimas personas solicitando su sabiduría. Sobre el caso de Sevilla subraya la especial obsesión que ésta tenía con su hijo. «Traía siempre al culto a S. y lo subía arriba con los otros niños a la parte de arriba donde tenemos un aula. Nos decía que el pequeño tenía muchos problemas de salud, de intolerancias alimenticias, de alergias, asma... así que tratábamos que estuviera lo más aséptico posible. Con él teníamos mucho cuidado, para que no tocara nada ni pudiera coger algo que le sentara mal», asevera. Y entonces apareció Antonio, el actual marido de Sevilla, con el que tuvo una hija (A.), y junto al que mantuvo al pequeño secuestrado en el «búnker» conquense. «Lo de Toño, yo le llamo así porque es como un hijo más para mí, me ha dolido mucho. Le conocimos en Albacete, él se reunía allí con toda su familia, es el pequeño de cinco hermanos. Por motivos de trabajo, se dedicaba a temas eléctricos en una empresa, se mudó a Madrid y le ofrecimos nuestra casa. Se quedó con nosotros cinco años. Era un más de nuestra familia», recuerda. Se hizo muy amigo de los dos hijos del pastor y en la iglesia evangélica de Parla conoció a María. «Me chocó un poco su relación porque ella era más introvertida, cerrada en su mundo, más silenciosa. Toño se mostraba siempre mucho más abierto y extrovertido. Entonces notabas algo que no casaba. ''Qué raro se me está volviendo el chico'', decía yo, aunque no piensas que puede llegar a hacer lo que hecho porque es un buenazo, muy sano, de bueno que es parece tonto. Pero ya sabes, dos que duermen en el mismo colchón...», explica. Corría principios de 2011 y su relación parece que iba bien, tanto es así que decidieron contraer matrimonio el 5 de agosto de aquel año. «Fui yo quien ofició la ceremonia aquí, en esta iglesia. Les deseé lo mejor, claro está. Fue un día muy alegre», cuenta. Sin embargo la pareja comenzó a hacerse más invisible y el 1 de diciembre de 2012 le comunicaron que querían abandonar la iglesia. «Lo que me transmitieron fue que su tiempo había terminado y que a partir de entonces continuarían con el desarrollo de su fe y su culto en casa. Yo les dije que eso no tenía sentido, ni es bíblico ni lógico, pero las personas cambian. No podía entender cómo Toño hacía eso, sobre todo si no había pasado nada. Estoy seguro de que si se hubieran quedado en la iglesia no hubieran raptado al niño porque yo se lo habría desaconsejado», asevera.

Sin teléfono móvil

Desde aquel día, y salvo una excepción en 2013 cuando acudieron a presentarle a su nueva hija, no volvieron a saber de ellos. «La madre de Toño me llamaba para ver si sabía algo de él. Pero ni rastro, nadie sabía nada, hasta cambiaron el número de teléfono», dice este querido pastor –es una eminencia en la localidad– que reivindica su religión y los valores positivos que conlleva. «Creemos en la integración de la familia, de los niños en las escuelas. El niño necesita siempre la figura del padre y de la madre. El problema no es la radicalización de ella sino que se fugó y raptó al niño durante dos años. La cuestión de su fe no tiene que ver con esto», sentencia. Y es que está cansado de que siempre relacionen a los fieles evangélicos con las sectas, lo oscuro, lo misterioso. «Es una fama sin base, nosotros no hacemos nada raro. No queremos esconder nada. No queremos sensacionalismo. Nuestra función ministerial no tiene nada que ver con esto. Es más, casos como el de María nos perjudica porque es mezclar lo que hacemos con expresiones de sectarios. Venimos de un trasfondo extraño de un país eminentemente católico y lo que no sea católico es raro y desconocido», lamenta.

–Si se reencontrara ahora con María y Toño, ¿qué les diría?

–(Suspira) Sería difícil, para mí ha sido duro, sobre todo por la parte de Toño. Lo primero que haría sería abrazarle y después preguntarle por qué ha hecho esto. Si tiene que ir a la cárcel por decir la verdad, que lo haga.

Nos cuenta también que los padres de Toño «están sufriendo mucho». «Es el ojito derecho de su madre y no para de llorar porque todavía no saben dónde está. La situación es terrible», asegura. Para él, Toño ha estado muy engañado, «con el pico de oro que tiene María...», añade. Desea con todas sus fuerzas que nadie identifique lo que ha hecho Sevilla con lo que es su religión. «La voluntad de Dios no es lo que ha hecho María con su hijo», sentencia.