Entrevista
Susan Kinyua, ganadora del Premio Harambee 2024: «El apoyo integral es clave para la mujer en Kenia»
Dirige la Fundación Kianda, responsable del proyecto Fanikisha, que ha formado a más de 4.500 mujeres africanas en pobreza extrema
La economista keniana Susan Kinyua, Premio Harambee 2024 a la «Promoción e Igualdad de la Mujer Africana», es licenciada en Banca y Finanzas, y ha trabajado 12 años en puestos de gestión y liderazgo de una importante entidad bancaria internacional. Posteriormente, dio un giro en su carrera para centrarse en el Tercer Sector, y pasó a realizar su labor en la Fundación Kianda, que trabaja por la educación y el empoderamiento de mujeres y niñas en situación de extrema pobreza en Kenia desde 1961.
Esta institución ha tenido un impacto directo en la vida de más de 600.000 mujeres africanas, que han adquirido habilidades que las han ayudado a ser independientes. Cerca del 80% ha podido acceder al mercado laboral, «lo que significa que han llenado de esperanza su futuro», con un claro impacto en su vida familiar y su entorno. «Y es que los logros van más allá de lo académico y lo laboral, pues fomentamos el desarrollo integral de las personas, la innovación, el empoderamiento de la comunidad y la gestión ambiental», señala Susan Kinyua a LA RAZÓN.
Los desafíos a los que se enfrenta la mujer en su país no son pocos, aunque los más importantes «tienen que ver con la falta de oportunidades en educación». Por ejemplo, si una familia no puede proporcionar educación a todos los hijos, la de los varones se prioriza sobre la de niñas. Además, los trabajos femeninos «tienen a ser menos remunerados en comparación con los de los hombres». En pleno siglo XXI, tareas como la recolección de té y el lavado de ropa a mano son reservados para las mujeres, mientras que los hombres se encargan de actividades más especializadas como la construcción.
Actualmente, esta economista es coordinadora general de Proyectos y directora de Sensibilización de la Fundación Kianda. En esta entidad ha asumido diferentes roles directivos y desarrolla, desde hace más de 20 años, programas con un impacto social notable, como el proyecto Fanikisha, que ha formado a más de 4.500 mujeres, y al que destinará la dotación del Premio Harambee: «Lo que lo diferencia de tantos otros que se implementan en África es, fundamentalmente, que diseñamos la formación partiendo de las necesidades que encontramos en cada caso, mujer a mujer. En sus negocios, nos esforzamos especialmente para que la formación empresarial sea adecuada para cada una de las beneficiarias, diseñada en un lenguaje que dominan y simplificando el contenido cuando es necesario. Pero sobre todo, buscamos darles una atención integral, acompañarlas más allá de sus negocios. Por eso les brindamos también un espacio de escucha y mentoría, con un seguimiento regular durante 6 meses, que mejora notablemente su autoestima. Es esto lo que tiene un verdadero impacto final en sus familias, en sus empresas y en su entorno», destaca a este diario.
Por ese motivo, una parte fundamental del programa se centra en la mentoría y el acompañamiento personal de las participantes. «Los problemas de salud mental que se derivan de las situaciones precarias y difíciles de las mujeres en mi país son diversos: estrés debido a presiones familiares –como problemas matrimoniales–, embarazos en la adolescencia, falta de acceso a servicios sanitarios, escasa capacidad económica para necesidades básicas –alimentación, educación, salud, etc–. Todo influye en el equilibrio entre la familia y el trabajo de las mujeres que atendemos, y puede derivar en depresiones y a veces en ideaciones suicidas», recalca.
Por ello «creemos que un empoderamiento integral de la mujer sólo se consigue si las acompañamos con un enfoque global –personal y empresarial– en cada situación. Lo que vemos cada día es que, cuando la mujer contribuye a sacar adelante a la familia a través de su trabajo, la relación hacia ella cambia: hay más respeto y son menos propensas a vivir abusos. Además, cuando se fomenta la unidad entre la pareja, hay menos estrés en la familia. Esto redunda en que los maridos apoyan más a la mujer en sus proyectos, y ésta llega más lejos», sostiene.
Susan Kinyua persigue llegar con la Fundación Kianda cada vez a más lugares. «Por ahora hemos implementado este programa en Camerún, Uganda, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Kazajstán. Sueño con que podamos replicar estos logros en otros países con necesidades semejantes. Y con lograr la igualdad entre mujeres y hombres, que pasa necesariamente por la estabilidad en las familias», concluye.
Un proyecto que rompe "el círculo de la pobreza"
La gran labor que desarrolla el programa Fanikisha (que significa «gran avance») se puede ver en los casos de mujeres como Cecilia, una madre de cinco hijos que pasaba por una depresión grave, con un marido ausente. Quería suicidarse, "pero ni siquiera tenía dinero para veneno". Una amiga la habló de una formación que iban a dar en la aldea. Cecilia decidió ir por sus hijos. Poco a poco le gustó lo que aprendía y renovó su ilusión por trabajar. Ahora ha montado una empresa y hace bolsos con materiales reciclados, mantiene a sus hijos y paga el alquiler, incluso se está contruyendo una pequeña casa.
Pero su camino no acaba aquí, ya que ha acabado ayudando a otras mujeres, como a Joyce, una amiga suya que había perdido la ilusión tras perder al hijo que esperaba al final del embarazo, y que ahora cuenta con orgullo que se ha convertido en una "business lady", que ha pasado de casi no poder sobrevivir, de no tener comida ni ropa, a ser propietaria de un negocio, una casa y también a pagar la educación secundaria a su hijo. Entre las dos, como tantas otras, han roto el denominado "círculo de la pobreza".
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