Adicciones
Cómo desenganchar al cerebro de la adicción
Las técnicas de estimulación eléctrica sobre áreas concretas han conseguido que los adictos a la cocaína sufran menos recaídas
Las técnicas de estimulación eléctrica sobre áreas concretas han conseguido que los adictos a la cocaína sufran menos recaídas.
¿Qué se esconde tras una adicción? La neurociencia lleva décadas intentando responder a la pregunta, y otras tantas buscando soluciones que vayan más allá de sufrir el síndrome de abstinencia. Sí, es posible estimular un cerebro «adicto» y predisponerlo para que deje de serlo. Y los resultados están siendo prometedores.
Como explica a LA RAZÓN Pablo Irimia, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN), todos contamos con «un sistema de recompensa en nuestro cerebro». Consiste en varias estructuras que conforman el sistema límbico, regulando «la sensación placentera que sentimos con actos como la reproducción y la alimentación». Es una pieza clave en nuestra supervivencia: al sentir placer, repetimos esos actos que nos permiten seguir viviendo. En este proceso liberamos de forma natural un neurotransmisor, la dopamina, sustancia química que transmite los mensajes entre neuronas, activándolas. Se la conoce como la «hormona del placer».
¿Qué hacen las drogas? También segregan dopamina, pero hasta tal punto que invade el sistema límbico. «La liberan de una forma anómala. Ese exceso puede provocar que se altere todo el funcionamiento global», dice Irimia. Así, acaban «reprogramando el cerebro»: «Al recibir el estímulo excesivo de una sustancia, hace que su efecto deje de ser tan potente, y que el consumidor necesite más cantidad para tener el mismo resultado». De hecho, la marihuana y la heroína «imitan» la estructura química de los neurotransmisores, «engañando» a las neuronas. En general, las drogas inyectadas en vena aumentan su potencial adictivo.
Así, el cerebro, «inundado» por el neurotransmisor del placer, interpreta el consumo de droga como un acto más que tenemos que repetir para sobrevivir, como la reproducción o la alimentación. «Al recibir esa respuesta positiva, la probabilidad de que la persona repita la misma acción es mucho mayor», dice Irimia. Un dato importante: las drogas liberan entre dos y diez veces más cantidad de dopamina que el hecho de comer o tener sexo.
Con toda esta información, la neurociencia se ha empeñado en intentar acabar con la adicción. «Es más una cuestión de investigación que de práctica clínica habitual. Pero se está viendo cómo se puede modular un funcionamiento anómalo del cerebro a través de estimulación eléctrica o magnética», dice Irimia. Uno de los avances más prometedores lo está brindando la Estimulación Magnética Transcraneal (TMS). Se trata de una bobina aplicada sobre el cuero cabelludo que genera una serie de campos magnéticos en áreas concretas del cerebro. En este caso, científicos de la Universidad de Padua (Italia) «apuntaron» a la corteza prefrontal –la encargada de la toma de decisiones, la que discierne lo acertado de lo desacertado, y la que evalúa las situaciones sin dejarse arrastrar por los deseos– en 16 pacientes adictos a la cocaína en el transcurso de tres semanas. El 69% no mostró ninguna recaída.
Según explican a LA RAZÓN desde el equipo de Luigi Gallimberti, uno de los expertos de la Universidad de Padua, ya han tratado a 400 adictos. «Un primer análisis de 226 pacientes tratados durante los años 2015-2016 mostró que, comparados con aquellos adictos a la cocaína tratados con otras terapias, el promedio de días sin recaídas es casi el doble».
¿Por qué esta mejora? «La TMS de alta frecuencia (2.400 pulsos de 15 hercios, durante 12 minutos y 22 segundos) en la corteza prefrontal dorsolateral izquierda induce una serie de modificaciones en los circuitos neuronales que involucran áreas prefrontales, pero también subcorticales, que pueden disminuir el deseo fuerte por la sustancia que sienten los adictos. Por ello, mejoran la capacidad de controlar el impulso y, en consecuencia, reducen los comportamientos vinculados a la adicción», responden. La TMS no es la única técnica. La estimulación transcraneal de corriente continua (tDCS) y la Estimulación Cerebral Profunda (DBS) «también se han investigado como posibles tratamientos contra los trastornos por uso de sustancias. Futuros estudios nos dirán si se convertirán en tratamientos estándar para pacientes con esta devastadora afección».
Con todo, aún hay enigmas en torno a la adicción. Por ejemplo, si tiene una base genética. «Hay factores genéticos que pueden predisponer más al abuso en una personas que en otras: hay quien puede probar la droga y no volverla a tomar, y otros al revés», dice Irimia. Estos factores, aseguran desde los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EE UU, pueden explicar entre el 40% y el 60% de la vulnerabilidad de una persona. Además, señalan otros: padres o miembros de la familia que abusen del alcohol o las drogas, o con tendencias criminales, y una situación de pobreza; el comportamiento agresivo en la infancia, el fracaso escolar o las amistades que consumen, sobre todo a partir de la adolescencia, donde su influencia es mayor; la falta de habilidades sociales...
En general, desde el NIH señalan que la adicción «comienza en la adolescencia». Precisamente, el hecho de tomar drogas en esa etapa temprana puede ser aún más nocivo. Además del sistema límbico, otra de las áreas cerebrales afectadas es la corteza prefrontal, la de la toma de decisiones. Un área que en los adolescentes, todavía está en plena formación y que puede verse alterada de forma temprana.
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