Agencia Espacial Europea
La sonda Philae se muere poco a poco
«La situación se agrava cada día. Si no se despierta pronto, lo habremos perdido para siempre». «Es triste, pero sería más triste si sólo pensamos en que hemos fracasado y no en los logros que obtuvimos por el camino».
El que habla así es Stephan Ulamec, el director de operaciones de la misión Philae en el Centro Aerospacial de Colonia, Alemania. Lo hace porque la misión que está en sus manos tiene los días contados. Si no sucede un milagro.
La sonda Philae, el único artilugio humano puesto en el superficie de un cometa, sigue sin dar señales de vida a pesar de las llamadas que se hacen desde la Tierra. Y los técnicos saben que, si no se pone en marcha pronto, el cometa en el que viaja se alejará demasiado del Sol y se enfriará tanto como para que los ordenadores del aparato dejen de funcionar. Philae morirá congelada.
¿Recuerdan el revuelo que generó la misión hace algo más de un año? El 12 de noviembre de 2014, la nave Rosetta desprendió de su panza un pequeño módulo aterrizador, Philae, con la misión de que descendiera hasta la superficie del cometa 67p/Churiunov-Guerasimenko. Medio mundo contuvo la respiración durante el aterrizaje. No en vano, se trataba de la única vez en la historia que la humanidad depositaba algo suyo en un cuerpo cometario. El descenso no fue como se esperaba. Philae no pudo accionar el sistema de frenado a chorro ni los arpones de las patas que debían sujetarlo al suelo. Aun así, se las apañó para posarse en el cometa a las 17 horas (horario de Greenwich) del mismo día. El cambio del lugar de aterrizaje supuso un duro golpe para el proyecto. Impulsada por impacto sin control contra el cometa, la sonda acabo posándose en un lugar sombrío, donde la luz del sol era insuficiente para recargar las baterías. Así las cosas, sólo pudo enviar datos durante dos jornadas antes de entrar en hibernación. Los técnicos albergaron entonces la esperanza de que, al aproximarse al Sol, la zona pudiera recibir mayor radiación y Philae despertara el letargo.
El 13 de junio de 2015 el aparato emitió una breve señal de 40 segundos. Menos de un mes después emitió datos de radar durante 12 minutos más. Desde entonces ha permanecido mudo. El último intento de contacto ha tenido lugar el pasado 10 de enero. Desde la Tierra se trató de sacudir las ruedas de aterrizaje con la esperanza de mover el artilugio a alguna zona más soleada o, al menos, desempolvar los paneles solares cubiertos de polvo del cometa. Pero no se obtuvo respuesta.
Y ahora, el tiempo corre en contra de la misión. El cometa 67p/Churiunov-Guerasimenko hace mucho que inició su viaje de alejamiento del Sol a gran velocidad. Cada día que pasa está más alejado del astro y, por lo tanto, más frío. Pronto las temperaturas serán tan bajas que supondrán la muerte definitiva de Philae. A finales de enero la superficie del cometa estará a 51 grados bajo cero. En esas condiciones no será posible reiniciar el ordenador de a bordo.
Nadie dijo en su momento que la misión fuera sencilla. De hecho, el aterrizaje de la nave ya es de por sí un hito histórico, por accidentado que fuera. Durante su corto periodo de actividad, Philae ha ofrecido a la ciencia las imágenes más precisas, cercanas y útiles de un cometa en la historia. Sirvieron para detectar la composición de la nube de gas y polvo que acompaña al cuerpo espacial y determinar que en ella había algunos compuestos orgánicos. Se encontraron, específicamente, 16 compuestos, entre los que destacan acetamida, isocianato de metilo, propanal y acetona. Es la primera vez que se detectan estos compuestos en un cometa y el hallazgo aumenta las posibilidades de comprender si la vida en la Tierra llegó a lomos de uno de estos objetos. Los radares descubrieron una roca porosa como una esponja, menos densa de lo esperado y en cuyo interior puede haber restos de la materia con la que se formó el mismísimo Sistema Solar hace más de 4.500 millones de años.
Lamentablemente, buena parte de los datos que se esperaban obtener sobre el origen, el destino y la forma de los cometas, sobre su relación con la formación de vida en otros mundos y sobre los modos de evitar que impacten en la Tierra, no pudieron ser registrados. La misión de Philae ha quedado inconclusa y las opciones de recuperarla se desvanecen a medida que pasan los últimos días de enero. El verano que viene, la nave Rosetta (que acompaña desde el cielo al cometa) se acercará un poco más a la superficie de 67p/Churiunov-Guerasimenko. Entonces quizás se pueda emitir alguna señal de reconocimiento a Philae. Será la última oportunidad antes de que en septiembre de 2016 la propia Rosetta se inmole estrellándose contra el cometa y enviando fotos durante su último viaje. Allí quedarán para siempre sus restos junto a los de la malograda nave aterrizadora.
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