Sociedad
La unión hace la fuerza
Una avalancha de datos médicos demuestra que vivir en sociedades unidas es bueno para la salud
Una avalancha de datos médicos demuestra que vivir en sociedades unidas es bueno para la salud.
Durante muchos años, la ciencia ha sabido que tener una buena red social, un comportamiento familiar sano, amigos, pareja... es bueno para la salud.
Las virtudes del apoyo social son evidentes, sobre todo el plano psicológico. Pero nunca antes se había producido una cantidad tan grande de evidencias científicas sobre la influencia de la compañía en nuestro estado general de salud. Ahora la Asociación Americana de Psicología ha hecho público un número especial de su órgano de expresión, «American Psychologist», en el que se recoge un buen puñado de investigaciones recientes en esta dirección.
Entre todas, se refuerza la idea: la soledad es mala para la salud, la compañía, no necesariamente en pareja (amigos, hijos, vecinos, compatriotas...) cura.
Los trabajos presentados giran en torno a temas hasta ahora poco estudiados como el modo en el que las amistades de la infancia modulan nuestra personalidad y nuestra salud, la relación entre el estado civil y la salud cardiovascular, el efecto de la compañía en el tratamiento de personas con enfermedades crónicas y las complicadas redes biológicas que se activan con el contacto humano.
Doctores del la Universidad de California, por ejemplo, han desarrollado una valiente propuesta para que la promoción de las relaciones sociales sea considerada una estrategia de salud pública. Se tiene una consistente cantidad de evidencia científica que demuestra que las sociedades con ciudadanos más interconectados son más longevas. La soledad, el aislamiento social y las rupturas son factores de riesgo conocidos. El estudio propone que las autoridades sanitarias tendrían que tener entre sus herramientas acciones de promoción social. Recetemos amigos tanto como medicamentos.
Otro estudio, en este caso propuesto por científicos de Santa Bárbara, ha demostrado que mantener una relación íntima tiene un doble efecto para combatir las situaciones de estrés patológico. En casos de crisis, la relación con otro disminuye los efectos físicos del estrés. Las secreciones hormonales propias del estado de alerta y que pueden perjudicar seriamente la salud, son menores o menos dañinas entre personas con pareja. Pero, por otro lado, en momentos de tranquilidad, cuando el estrés no aparece, la pareja también ayuda a aumentar las virtudes de la relajación. Tener una relación estable minimiza los efectos del estrés y maximiza las virtudes de la tranquilidad.
Peliagudo en estos tiempos que corren es el informe de Belinda Campos, psicóloga de la Universidad de Irvine, sobre la integración de la pluralidad en una comunidad. Las relaciones sociales, el modo en el que nos comunicamos con el otro, están claramente influidas por la cultura. La lengua, la religión o la etnia condicionan el encuentro. Se han estudiado varios grupos de personas asiáticas y latinas en Estados Unidos para identificar si existe alguna relación entre sun capacidad de integración y la salud. Y la respuesta es evidente: sí. Las sociedades que tienden a disgregar por razones de lengua, nacionalidad o religión, presentan peores resultados sociosanitarios.
Pero quizás, de entre los datos arrojados por esta avalancha de investigaciones la que más destaque sea la realizada por expertos de la Universidad Bringham Young. El título es demoledor: «La soledad y el aislamiento social son un problema de salud pública que está al mismo nivel que la obesidad o incluso el tabaquismo». Este problema de salud ha crecido en las últimas décadas, y probablemente lo siga haciendo en las próximas. Para ilustrar esta teoría, los científicos de Bringham han usado datos de dos metaanálisis que recogen experiencias de 148 estudios diferentes y 300.000 individuos participantes. En todos ellos se demuestra que la mayor implicación social tiene como consecuencia una reducción del 50% del riesgo de mortalidad. Otro metaanálisis , en este caso de 70 estudios publicados, representa nada más y nada menos que a 3,4 millones de individuos de América, Asia y Europa. En él se ha demostrado que la falta de relación social (familia, hijos, vecinos, amigos...) iguala, cuando no supera, la influencia como factor de riesgo de otros fenómenos como el tabaquismo, el sedentarismo o la dieta pobre.
En la misma dirección, otro trabajo de la Universidad de Goeorgia analiza la evolución de la salud de docenas de adolescentes para descubrir que los que han tenido unas relaciones familiares más estables y más amistades sanas en la infancia superan mejor los envites de la enfermedad durante el desarrollo. La razón parece residir en el complejo andamiaje de hormonas que dirigen el desarrollo del adolescente, su salud y su estado de ánimo. Algunas hormonas como el cortisol, relacionadas con procesos inflamatorios o con el sistema inmune, también están afectadas por el estrés y la ansiedad. La amistad, la relación social y el apoyo comunitario en la infancia modulan el estrés (lo atenúan) y de manera indirecta afectan al sistema global de nuestra salud física y psíquica.
En definitiva. Es evidente que vivir en sociedad nos hace más sanos. Vivir en pareja, tener hijos, tener amigos, vivir en una comunidad unida, quizás en un país unido, es pura medicina.
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