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¿Y si todos los récords deportivos son un fraude?

Una polémica propuesta europea sugiere que se eliminen las hazañas atléticas logradas antes de 2005, por temor al dopaje.

¿Y si todos los récords deportivos son un fraude?
¿Y si todos los récords deportivos son un fraude?larazon

Una polémica propuesta europea sugiere que se eliminen las hazañas atléticas logradas antes de 2005, por temor al dopaje.

Paula Radcliffe, británica, tiene en su poder el récord mundial de maratón femenino. Florence Griffith marcó los mejores tiempos jamás obtenidos en 100 metros y 200 metros en 1988. Hicham El Guerrouj, de Marruecos, es el que más rápido ha corrido los 1.500 metros, entre los años 1998 y 1999.

Todos estos récords están en peligro. Podrían ser borrados del mapa, eliminados de los anales del atletismo, sustituidos por otros de menor valía, tirados a la basura. Su delito: haberse producido antes de 2005.

Según el Consejo de la Asociación Europea de Atletismo, antes de esa fecha no existe certeza de que los métodos de detección del dopaje fuesen suficientemente rigurosos como para certificar que esas marcas fueran obtenidas por métodos legales. De hecho, la duda se extiende sobre todos los récords obtenidos antes del primer lustro del S.XXI.

Las nuevas normas impuestas por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) obligan a que cualquier deportista que rompa un récord importante haya pasado una serie de pruebas desde meses antes de la competición, y que las muestras obtenidas se conserven hasta 10 años después. En la práctica, la IAAF solo almacena muestras de orina y sangre desde 2005. Por eso, algunas voces aseguran que las proezas atléticas anteriores estarían bajo sospecha.

La polémica lleva meses encima de la mesa. De hecho, se hizo pública en abril, en un informe técnico de las autoridades del atletismo europeo que levantó un gran revuelo. En él, se trataba de valorar las diferentes opciones ante la evidencia de que los métodos de control del dopaje no son fiables antes de 2005. Las posibles soluciones a esta incertidumbre pasaban por estrategias tan dispares como hacer la vista gorda y mantener el status quo hasta la «solución quirúrgica», consistente en revisar uno por uno todos los récords de la historia bajo los parámetros de la nueva normativa, lo que de facto conduciría a su eliminación. En medio, se plantearon acciones menos drásticas, como modificar parcialmente normativas de algunos deportes en concreto.

Todo ello tenía una fecha límite. Y esa fecha está al llegar: 1 de enero de 2018. A partir de ese día, los récords realizados por atletas europeos deberán ser ratificados. Todos aquellos atletas que no cumplan las normas serán desterrados a la categoría de «antiguos poseedores de récord». Como la norma impone la conservación de las muestras de sangre durante más de 10 años, y antes de 2005 no se conservaban estas muestras, la consecuencia será que los récords con más de 12 años de antigüedad serán papel mojado.

Pero esta semana ha surgido una nueva noticia que puede arrojar cierta esperanza para los «antiguos poseedores de récords». Un artículo publicado en British Journal of Sports Medicine advierte que la propuesta de la Asociación Europea de Atletismo debería ser abandonada. En concreto, el informe elaborado por expertos en ciencia deportiva de Australia y el Reino Unido advierte que la solución es «simplista, concebida con maldad y terriblemente dañina para el buen hacer deportivo». Consideran que parece un castigo doble para los atletas que lograran sus éxitos de manera legal, e inútil para eliminar malas prácticas en el futuro.

Además, existen motivos científicos para dudar de la medida. En concreto, parece que no se han tenido en cuenta debidamente las probabilidades estadísticas de que con la nueva normativa se generen falsos positivos. Según los autores, a medida que pasa el tiempo aumenta la probabilidad de que se produzca degradación de las muestras, contaminaciones cruzadas o malas prácticas en la manipulación de las pruebas. Mantener 10 años la sospecha sobre un control anti dopaje, sosteniendo la espada de Damocles sobre la cabeza del atleta en cuestión, es poco menos que un ataque al fair play, es poner en manos de un control casi policial y del azar todo el medallero de una década.

El trabajo publicado considera que los flecos legales de esta iniciativa europea son demasiado peligrosos. El informe es claro, «la propuesta de las autoridades europeas, aun bien intencionada, pone en duda por entero la reputación de toda una generación de deportistas, introduciendo un umbral de perfección arbitrario y una escala temporal que debería ser revisada cada cierto tiempo a medida que las técnicas de control biológico mejoren».

La lucha contra la ilegalidad en el deporte no es tarea sencilla. Cada año aparecen nuevas fórmulas, nuevos conocimientos, nuevas tecnologías que se suman a la plétora de métodos capaces de mejorar el comportamiento de un atleta. Si son legales o ilegales es una cuestión escurridiza. Un ejemplo paradigmático, por simple, es el de la jabalina. Nadie había prestado demasiada atención a la evolución de las marcas en esta disciplina hasta que al alemán del Este Uwe Hohn le dio por superar los 100 metros con su ejecución en 1984. Que alguien pudiera arrojar un artefacto punzante a tal distancia ponía en peligro al resto de atletas en la pista, a los jueces y al público. La normativa y las especificaciones del deporte cambiaron para evitar que se supere esa distancia. Con las nuevas normas, el récord actual está 98,48 metros. Pero la hazaña de Hohn no ha sido borrada de los libros.

La estrategia europea parece demasiado peligrosa. Quizás obligue a pensar que ningún récord es legal hasta que pasen 10 años. O que la competición no tenga valor real hasta pasada una década. ¿Y si pasado ese tiempo volvemos a poner los datos en la nevera por miedo a que se hayan producido falsos positivos? ¿Habrá algún momento en el que podamos tener la certeza de que aquel récord pasado fue justo? El deporte, ya no será lo que era.