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«Vive cantando»: Un final a buen ritmo
La Trini se despide esta noche de los espectadores de Antena 3 con sus mallas de leopardo, sus minifaldas, sus tops de lentejuelas y sus tacones de aguja imposibles. Pero no es un adiós, sino sólo un hasta luego, porque «Vive cantando» finaliza temporada, que no existencia, con un capítulo especial lleno de sorpresas y con mucho espíritu navideño.
Esta serie, modesta en términos de presupuesto, que no pequeña, se ha ganado a pulso su renovación después de aumentar, por sorpresa, el número de capítulos de esta primera etapa. La ficción ha conseguido calar entre los televidentes, que la han convertido en el programa más visto de la noche de los martes: sus catorce entregas han marcado una cuota de pantalla media del 15,1%, con una audiencia que supera los 2,6 millones. Buena parte de este éxito recae en el personaje de La Trini, interpretado por María Castro, una «choni» entrañable, una princesa de barrio, vivaracha y deslenguada, que a veces se pasa de macarra, que un día soñó con ser una estrella de la canción, y, al final, se estrelló, quedándose en vocalista de orquesta de feria. Un personaje «muy completo y con muchos colores», como explica la propia actriz, que ha acogido con gusto dar vida a alguien que varía constantemente, ya que tan pronto adquiere carácter dramático como se convierte en alguien más familiar y cercano.
La serie, que comenzó con la vuelta de La Trini a sus orígenes para hacerse cargo de su familia tras la muerte de su hermana y enfrentarse a los fantasma del pasado, llega ahora a su primer parón con sabor a Navidad, el barrio de La Gloria y su karaoke estrella –La Bamba– se teñirán de blanco para recibir el cameo de Los Chunguitos.
«Vive cantando» gusta porque es «muy humana, tiene alma», en palabras de María Castro, un retrato de la vida real, una fotografía de ciudadanos de carne y hueso, con problemas de verdad, de los que tienen que hacer filigranas para llegar a final de mes.
La ficción dirigida por Miguel Albalalejo tiene sabor a barrio, gusto a magdalenas mojadas en café con leche, a pincho de tortilla de patatas con cebolla y a paella de los domingos. Todo ello aderezado con buenas dosis de humor –aunque tampoco está exenta de drama–, y música, sobre todo, mucha música, que nunca falta en La Bamba, un punto de encuentro, donde los vecinos de La Gloria pueden olvidar por unos momentos que este mes también toca pagar la hipoteca.
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