Primeros contagios

Covid: el origen de la pandemia sigue sin resolverse

Cada vez es más difícil averiguar de dónde salió el virus. La falta de respuesta perjudica la prevención de futuras crisis sanitarias

Una trabajadora en el Instituto de Virología de Wuhan (China)
Una trabajadora en el Instituto de Virología de Wuhan (China), en el ojo de mira de Estados UnidosSHEPHERD HOUAgencia EFE

Tres años y tres meses después de su aparición, el virus causante de la mayor pandemia conocida en la historia reciente sigue siendo un misterio. Sí, sabemos que la enfermedad está provocada por un patógeno respiratorio del tipo SARS-Cov. Sí, sabemos que tuvo su inicio en un brote en China. Sí, sabemos que su génesis es muy probablemente zoonótica (procedente de un animal). Pero, por mucho que las autoridades sanitarias internacionales pretendan lo contrario, no tenemos una idea clara de cuál es el origen real de las primeras infecciones. De hecho, la cuestión del origen real de la pandemia sigue siendo a día de hoy motivo de una agria polémica científica. La polémica gira ahora alrededor de una irresoluble dicotomía: ¿Los primeros contagios se produjeron a causa del contacto con un animal infectado o fueron provocados por el escape de un virus desde el edificio de un laboratorio en Wuhan?

Hasta la semana pasada, la discusión no pasaba de ser alimento de debate en los corrillos científicos. Pero el último informe del Departamento de Energía de Estados Unidos la ha elevado a categoría de crisis internacional. Al menos, de embrión de crisis.

El estudio, clasificado como confidencial pero filtrado al Wall Street Journal concluyó que “con un grado de confianza reducido”, el SARS-Cov-2 podría ser un microorganismo almacenado en un laboratorio chino y que escapó al ambiente exterior poco antes de iniciarse los primeros contagios en cadena en el país asiático.

Una semana después de filtrarse la información, la polémica no se ha apaciguado. De hecho, en ella han aflorado otros matices relacionados con la ciencia, con la geopolítica y con el desarrollo de esa nueva guerra fría latente entre China y Estados Unidos.

Baste observar la reacción de algunos representantes políticos del partido republicano de Estados Unidos, que no han tardado en abrazar la tesis del origen de laboratorio. Sin ir más lejos, el senador Tom Cotton solicitó en Twitter que se denunciara internacionalmente a las autoridades chinas para que “un escape de este tipo no vuelva a ocurrir jamás”.

El alborozo de algunos políticos no se compadece, sin embargo, con la evidencia científica. En realidad no han trascendido detalles técnicos de la tesis de la Agencia de Energía y la mayor parte de las instituciones mundiales con autoridad académica en cuestión de grandes infecciones miran con escepticismo la idea de una fuga de laboratorio.

Otras cuatro agencias de inteligencia de Estados Unidos han salido a la palestra para ofrecer opiniones contrarias. Apuntan a la mayor probabilidad de un origen natural de la pandemia y descartan que estemos en condiciones de asegurar, hoy por hoy, qué ocurrió realmente.

El informe filtrado ahora llega en un momento de máxima incertidumbre. Justo un par de semanas después de que un editorial de la revista Nature denunciara el parón de las investigaciones oficiales sobre el origen del mal. La Organización Mundial de la Saludfracasó estrepitosamente en su primer intento de dibujar una película fiable de los hechos. La comisión de que la OMS envió a China se encontró con demasiadas dificultades oficiales para investigar y volvió el año pasado a casa con más preguntas que respuestas. En su informe se apostaba por la idea de que el origen de la enfermedad fue una transmisión zoonótica de un animal a un ser humano. Pero quedaron un par de lagunas demasiado espesas. La primera, la imposibilidad de identificar el camino preciso que siguió el virus entre animal (no siquiera se sabe qué animal) y humano. La segunda fue aún más sorprendente: la OMS no descartaba absolutamente que el patógeno pudiera haberse fugado de un laboratorio, aunque consideraba esta tesis la menos probable.

La ciencia tiene muchas más evidencias históricas para justificar un origen natural de la pandemia. Globalmente hablando, los virus de tipo SARS han dado más de un ejemplo de trasmisión zoonótica, antes de la Covid-19. Pero eso no es mucho decir. Definir exactamente cómo y dónde ha saltado un virus de los animales a los humanos es tarea muy complicada. Aún no conocemos bien, por ejemplo, donde surgió realmente el Ébola. Los casos de transmisión animal-humano son más habituales de lo que creemos. La explicación más común a cada caso de pandemia suele ser esa.

Pero no es menos cierto que existen evidencias de que al menos un laboratorio chino en Wuhan trabajaba con material biológico compatible con la presencia de un virus tipo SARS. Las investigaciones, sin embargo, no han sido capaces de determinar qué tipo de virus era. Antes de la pandemia, el mismo laboratorio de Wuhan había trabajado con primos cercanos del SARS-CoV-2. Por ejemplo, el coronavirus RaTG13. Ese microorganismo comparte el 96,2 por 100 del ADN con el causante de la pandemia.

Los expertos son cada vez más pesimistas sobre la posibilidad de llegar a conocer algún día el verdadero origen del mal. Todos los intentos de trazar la epidemia hasta el “animal cero”, el causante de la supuesta zoonosis, han sido infructuosos. Hay decenas de trabajos estadísticos y epidemiológicos que permiten cerrar el círculo de los primeros contagios a los alrededores del famosos mercado de Huanan en Wuhan. Pero nadie es capaz de determinar si en ese círculo afloraron los primeros contagios o simplemente fue el receptor secundario de una cadena de infecciones que ya había nacido previamente en otro lugar. Lo malo es que las autoridades chinas no ayudan en absoluto a resolver el problema. La falta de transparencia sobre las actividades de laboratorio y el hecho de que las instalaciones cercanas al mercado fueran cerradas y limpiadas poco después de los primeros brotes dejan a la comunidad científica huérfana de herramientas de investigación.

En ese escenario, afloran las teorías conspiratorias de todo cuño. Sobre todo si permiten amplificar la tensión entre Estados Unidos y China a cuenta de la cada vez más dura guerra comercial entre ambos países. La tesis del origen humano de la epidemia puede estar al mismo nivel que el pavor a los globos chinos, las pegas comerciales a los coches eléctricos asiáticos y el bloqueo a la red social TikTok. O puede ser una realidad oculta a la que difícilmente tendremos acceso.