«Cuando me quedé en la calle dejé de comer y beber»
José Peña perdió su trabajo en la pandemia, acabó durmiendo a la intemperie y «planeaba morir hasta que una señora me salvó trayéndome un cocido»
José Peña perdió su trabajo en la pandemia, acabó durmiendo a la intemperie y «planeaba morir hasta que una señora me salvó trayéndome un cocido»
Hasta que llegó la pandemia José Peña Ciruelos, madrileño de 64 años, llevaba «una vida normal» en el barrio de Tetuán de Madrid. Pepe, como él mismo se presenta, perdió sus dos trabajos «repartiendo comidas y periódicos» debido a la crisis sanitaria con los que ganaba 1.300 euros al mes. Los ahorros de «un bar que monté con mi ex mujer y vendimos en 2018, el mismo año que me divorcié, me permitieron ir tirando» después de que el covid le mandase al paro tras 44 años cotizados a la Seguridad Social.
Desde entonces, Pepe busca un trabajo que todavía no ha podido conseguir porque «cuando tienes más de 60 años nadie te quiere contratar, algunos son sinceros y al menos te lo dicen así de claro en las entrevistas para que no te hagas ilusiones», contaba Pepe a LA RAZÓN este lunes en una oficina de las ONGs Hogar Sí y Provivienda que le ayudan a recuperar esa vida normal perdida.
Pocos meses después de perder sus ingresos, Pepe se vio obligado a dejar de pagar el alquiler de su casa en Tetuán hasta que en septiembre del año pasado se marchó de su vivienda «una hora antes de que vinieran a desahuciarme con dos bolsas con algunas cosas y dos mantas». Pepe empezó a vivir en la calle por primera vez en su vida con 63 años. Al llevar más de una década viviendo en Tetuán, decidió instalarse «con cartones y mis dos mantas» en la puerta de una sucursal bancaria cerrada en este barrio madrileño que tenía «un soportal con techo y al menos no me mojaba si llovía».
Durante su primera semana como persona sin hogar, Pepe se abandonó y estaba decidido a terminar con su vida. «Cuando me quedé en la calle dejé de comer y beber durante días. Llegué a buscar por internet cuánto tarda en fallecer una persona sin tomar agua ni alimentos. Quería dejarme ir, morir», recuerda Pepe. Conocido en el barrio por el bar que regentó durante años con su ex esposa, Pepe rememora que «giraba la cabeza para que la gente no me reconociera».
«Cuando te mean, te roban o te pegan es mejor alejarse porque es peligroso»
Cuando Pepe se acercaba a una situación crítica, una vecina de Tetuán le trajo un cocido sin saber que le estaba dando mucho más que un plato de comida. «Planeaba morir hasta que esa señora me salvó trayéndome ese cocido. Decidí comérmelo. Hubiese estado feo no hacerlo», recuerda Pepe que está «muy agradecido a esa buena persona». Desde entonces, cambió de idea y decidió sobrevivir en la calle hasta encontrar una solución. «La gente te ve ahí tirado y pasan de ti o te mean, te pegan... sobre todo los viernes y los sábados por la noche. Los jovencitos que salían borrachos de las discotecas de Tetuán me escupían, me agredían, otros me tiraban mis cosas... yo me iba a fumar un cigarro hasta que se cansaban porque enfrentarse a ellos era peligroso».
Tras su decisión de sobrevivir, Pepe buscaba «comida en la basura a la hora que cerraban los supermercados y tenía la ayuda de algunas personas que me conocían y otras que, como la señora del cocido, no sabían nada de mi». «He llegado a comer yogures que llevaban dos semanas caducados y no me ha pasado nada», cuenta este madrileño nacido el 4 de marzo de 1959 en el barrio de Villaverde «cuando era un pueblo».
Después de dos meses en ese soportal de la sucursal bancaria, Pepe entró en contacto con el Samur Social en noviembre del año pasado y le facilitaron un albergue en esa zona donde la vida era «muy complicada». «Estás con 80 personas y cualquier puede robarte tus cosas», cuenta sobre los seis meses que durmió allí hasta que en abril comenzó a vivir en una casa en Tetuán con Ricardo, el dueño de la casa a quien Hogar Sí paga la habitación de Pepe, y Luis, un colombiano «simpático». Desde que se aloja allí, «todo ha cambiado y estoy muy agradecido a todos los que trabajan en Hogar Sí por su amabilidad».
Tras perder su trabajo, Pepe «no sabía que había que darse de baja como autónomo». Ese desconocimiento le llevó a contraer «una deuda de 14.000 euros con la Seguridad Social». «Un día me llamaron para decirme que debía ese dinero. Y ya me di de baja». Mientras sigue buscando empleo, su gran objetivo es «lograr la jubilación después de 44 años cotizados». Pepe llegaba este lunes contento a la entrevista en la oficina de Hogar Sí porque «acabo de lograr apuntarme en el paro», uno de los requisitos para obtener la pensión de jubilación junto con la quita de su deuda para la cual está haciendo trámites para acogerse a la Ley de Segunda Oportunidad.
En España 28.552 personas viven en la calle, apuntan los datos de la «Encuesta a las personas sin hogar» del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2022, el último informe del INE sobre este drama social. La ONG Hogar Sí eleva esta cifra a «37.117 personas sin hogar en base a datos de municipios y comunidades ya que el INE no incluye a quienes no acuden a un albergue o a un comedor social», explica José Manuel Caballol, director general de Hogar Sí.
«El 30% de las personas sin hogar ha intentado quitarse la vida»
La dura situación vivida por Pepe al verse viviendo en la calle por primera vez en su vida a sus 63 años que le llevó a «dejar de comer y beber durante días porque quería morir» no es una excepción entre quienes duermen en las calles de nuestras ciudades. «El 30% de las personas sin hogar ha intentado quitarse la vida», lamenta José Manuel Caballol, director general de la ONG Hogar Sí. Ante las agresiones que Pepe sufría en los dos meses que vivió en la calle, Caballol subraya que «cosificamos a los indigentes como si fuesen un objeto más del mobiliario urbano». Cuando se vio en la calle, Pepe no avisó a sus dos hermanas «por vergüenza», algo «habitual», cuenta Caballol.
En los dos meses que estuvo viviendo en un soportal en la acerca, Pepe sintió un fuerte aislamiento social ya que «apenas hablaba con nadie». «Cuando te escuchas la voz después de días sin hablar piensas: ‘¿este soy yo?’ Es extraño». Un informe de Hogar Sí y Provivienda señala que cerca del 50% de las personas en situación de sinhogarismo ha sufrido algún tipo de agresión o delito. Caballol pide «más inversión a las administraciones públicas» ya que un 45% se quedan fuera del sistema de atención, basado en los albergues, al haber 20.613 plazas para un total estimado de 37.117 personas sin hogar en España. De ellas, el 81% no recibe ni la Renta Mínima de Inserción ni el Ingreso Mínimo Vital.
De estas 37.117 personas que estima Hogar Sí, Pepe forma parte del 26,8% que llegó a esta dramática situación por haber perdido el trabajo, la segunda causa más citada después de verse sin hogar tras llegar desde otro país, y del 14,7% que señalan entre los motivos para terminar en la calle que no pudieron hacer frente al pago de su alojamiento. Pepe no bebe alcohol ni consume drogas. «Prefiero los refrescos». Pese al cliché sobre las drogadicciones de las personas sin hogar, solo el 12,6% terminó en la calle por problemas de adicción. «Es un tópico injusto. No suelen llegar al sinhogarismo por una adicción. Pero muchos comienzan sus problemas con el alcohol u otras drogas por estar en la calle», remarca Caballol. Mientras lucha por recuperar su «vida normal», Pepe anima a quienes desprecian o incluso agreden a personas sin hogar a «pasar una noche durmiendo en la calle».