Cambios climáticos
Devotos del cambio climático
El hombre, por unas razones u otras, se pasa media vida con la mirada puesta en el cielo. Antes, la experiencia y la sabiduría lo eran todo cuando se trataba de buscar respuestas a los caprichos del planeta en forma de fenómenos climáticos. Hoy, el soporte de una tecnología abrumadora interpreta el pasado y alerta sobre lo que está por llegar. La corriente, más que mayoritaria, casi unánime es que la acción del hombre, el progreso de la humanidad, ha alterado equilibrios sensibles del orbe cuyas consecuencias se han concretado en desordenes relacionados especialmente con las temperaturas y el efecto consiguiente.
La Tierra se calienta y el mundo puede arder podría ser el lema con el que se nos avisa. No se trata de cuestionar o respaldar en estas pocas líneas la investigación de centenares de grupos de trabajo e instituciones especializadas en el clima, sino de trasladar cómo lo vemos los españoles. Y la verdad es que sentimos que ese giro copernicano de los patrones térmicos es real. Nos creemos a pies juntillas que los veranos tórridos, la pertinaz sequía, el deshielo, las alteraciones en las mareas, los incendios forestales, los huracanes y tifones, las inundaciones, la gota fría, la desertización son obra de la mano desatada y brutal del ser humano. Una interesantísima encuesta del Real Instituto Elcano lo refrenda con porcentajes abrumadores, casi absolutos.
Por ejemplo, para los españoles, el cambio climático es la mayor amenaza a la que se enfrenta el mundo, a distancia sideral de los conflictos armados, la clase política, la situación económica, la pobreza, el hambre... Esa respuesta es lógica en una sociedad como la nuestra que se declara como acreedora de una conciencia ambiental media alta. Por eso, el 97% de los preguntados, es decir, casi todos, piensa que el cambio climático existe y que los humanos somos los principales culpables de que así sea.
Tales porcentajes silencian hasta anularla la posibilidad del disenso y la contradicción, de la cualidad de cuestionar y poner en duda todo, que es el motor de la ciencia. Lo cierto es que el nuevo apocalipsis llamado cambio climático ha generado adhesiones mayores que cualquier religión. Es una devoción, un dogma de fe. Está por ver que eso nos lleve a la salvación o al desastre.
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