Energía nuclear
Dos nuevas zonas de alta radiación en Fukushima
El operador admite que ha vertido al mar más agua radiactiva de la que se pensaba
MADRID- De nuevo, ya no sólo la población nipona está en vilo por la última gran fuga de agua radiactiva. Ayer saltaban todas las alarmas, después de que el operador Tokyo Electric Power (Tepco) reconociese que la central nuclear ha podido verter desde mayo, dos meses después del desastre, 30 billones de bequereres, de los cuales 10 son de estroncio y 20 de cesio. Es decir, el equivalente «a tirar entre un millón y cien millones de pararrayos al agua o hacerse 500 radiografías cada hora de acercarse al agua que se vertió», explica Francisco Castejón, físico nuclear del Ciemat y miembro de Ecologistas en Acción. Y la cifra podría ser mayor, ya que Tepco ha obviado los billones de becquereles de material radiactivo que pudieron filtrarse durante los dos primeros meses tras el desastre.
Además de la última fuga, Tepco comunicó ayer que, tras inspeccionar los tanques con bridas en otras áreas de similar diseño que el tanque de agua del que hubo la última gran filtración, no detectó ninguna fuga o charco. Si bien, reconoció que durante la medición de radiactividad, dos lugares alrededor de los tanques de la zona H3 mostraban elevadas dosis de radiactividad. Las superficies de estos lugares, eso sí, estaban secas.
La OIEA ofrece su ayuda
Todo ello denota que la situación está muy lejos de estar controlada. «Esperamos que Japón tome medidas efectivas para evitar que se produzcan más consecuencias negativas», afirmaron desde el Ministerio chino de Exteriores.
De ahí que el Organismo Internacional de la Energía Atómica comunicase que «los expertos de la agencia están siguiendo de cerca el problema. El organismo se toma muy en serio este asunto y continúa dispuesto a proporcionar la ayuda necesaria a solicitud» del Gobierno. También el CSN está analizando, según Efe, toda la información relativa a la fuga.
Se dejará de faenar
«La situación es un desastre, no sólo para Japón y para los países próximos, sino para todos porque el mar no tiene fronteras», dice Julio Barea, de Greenpeace. Por ello, «se deberían endurecer las prohibiciones de pesca y realizar una vigilancia continua del pescado», añade Eduardo Rodríguez Farré, profesor del CSIC. De hecho, en septiembre se dejará de faenar en la zona, según la agencia Kyodo.
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