Maltrato animal
El «bushmeat» llega a España: comer carne de animales salvajes sin ningún tipo de control
En el aeropuerto de Madrid-Barajas, una viajera abandonó una maleta con un mono colobo y dos pangolines en su interior
Carne de animales silvestres, algunos protegidos como monos, tucanes o armadillos que, sin supervisión sanitaria, entran en un país para consumo propio de su portador y allegados.
En Suiza, Francia o EEUU ya había informes sobre ello, pero en España acaba de detectarse. Es el “bushmeat” o carne de animales silvestres, algunos protegidos como monos, tucanes o armadillos que, sin supervisión sanitaria ni medidas higiénicas, entran en un país para consumo propio de su portador y allegados.
Que se tenga constancia, hasta ahora no se había interceptado en ningún aeropuerto, puerto o puesto fronterizo una “mercancía” de esta naturaleza, pero hace bien poco el Seprona y el Servicio Fiscal de la Guardia Civil escudriñaron en el aeropuerto de Madrid-Barajas una maleta procedente de Guinea Ecuatorial que ocultaba una “sorpresa”.
Fue en el marco de la operación “Thunderbird” que Interpol puso en marcha con motivo del Día Mundial de la Vida Silvestre para combatir los delitos contra la flora, la fauna y los recursos forestales, cuando los agentes de la Guardia Civil comprobaron por sí mismos algo de lo que el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente había alertado que estaba pasando en otros países.
Una viajera procedente de Malabo, con escala en Casablanca, transbordo en Madrid y destino final Bilbao, debió percatarse de la presencia de los agentes y abandonó su maleta en las instalaciones de Barajas.
En ella, los agentes encontraron envueltos en camisas y otra ropa animales muertos, eviscerados y pelados. En concreto, un primate, posiblemente un mono colobo, y dos pangolines, como ha explicado a Efe el comandante del Seprona Alberto Madero.
Cada uno puede comer lo que quiera. Es cuestión de tradición culinaria. Pero el fenómeno del “bushmeat”, la carne procedente de animales salvajes -de África, sobre todo- para el consumo humano no tendría importancia si no se tratara de especies protegidas por el convenio internacional CITES y si llegara a España con las debidas verificaciones sanitarias
En el caso detectado en Barajas, a la Guardia Civil no le resultó difícil localizar a la dueña de la maleta, ya que la había facturado. Fue denunciada por una infracción de las disposiciones del convenio CITES de protección de especies amenazadas. Como lo aprehendido podía suponer un riesgo para la salud pública, la carne fue destruida.
Han podido darse más casos, pero no se han descubierto. Francia, sin embargo, sí ha localizado más equipajes con este particular contenido.
De hecho, recuerda el comandante, las autoridades galas llegaron a realizar en el aeropuerto parisino de Charles De Gaulle una inspección aleatoria entre los pasajeros de diferentes vuelos elegidos previamente. Resultado: los 134 pasajeros a los que se abrió el equipaje portaban 188 kilos de “bushmeat”.
En la Guayana Francesa también se interceptaron recientemente dos envíos de esta naturaleza y se encontraron 500 kilos de carne silvestre (monos, loros, caimanes, tucanes...) procedentes del país limítrofe Surinam.
Los investigadores son conscientes de que estas carnes forman parte de la dieta diaria en algunas culturas y que la emigración a otros países de esos nacionales ha introducido la problemática en los territorios de destino.
Así, es frecuente que cuando los emigrantes viajan a su país de origen para visitar a la familia, aprovechen para volver a su residencia con su maletas repletas de estas carnes.
Y ello conlleva una doble problemática. El primer problema tiene que ver con la seguridad alimentaria, toda vez que estas carnes no pasan ningún control veterinario y sus consumidores podrían contagiarse de enfermedades trasmitidas por esos animales.
Un segundo problema está relacionado con la protección de especies que, en muchos casos, están a punto de extinguirse, por lo cual el que transporta esa carne puede incurrir en un delito contra la fauna.
El Seprona es consciente de la dificultad de llevar a cabo actuaciones en esta materia. Primero porque no es fácil identificar a primera vista la especie dado el grado de semiputrefacción o ahumado de la carne, con lo que a veces hay que recurrir a análisis de ADN para determinar la especie, con el consiguiente coste económico que no sufraga el infractor.
Y hay que saber exactamente de dónde procede, porque cada país incluye sus especies en un apéndice u otro de CITES según su grado de protección.
De momento, el asunto no parece afectar muy directamente a España, pero está alerta.
Sagrario Ortega/Efe
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