Santiago de Compostela
El teorema matemático que puede probar la violación de Diana Quer
A falta de una prueba indubitada que acredite que «El Chicle» agredió sexualmente a la joven, los forenses realizaron un informe que establece la probabilidad (altísima) de que sí lo hiciera comparándolo con otros casos.
497 días permaneció semisumergido en un pozo el cadáver de Diana Quer. 497 días en los que el agua y la propia descomposición natural del cuerpo diluyeron cualquier evidencia físiológica que habría probado sin duda que «El Chicle» la agredió sexualmente la madrugada del 22 de agosto de 2016 en una nave abandonada de Asados (Rianxo, Coruña) antes de matarla. Acostumbrados al «sacrosanto» ADN, a los geolocalizadores y a tantos avances científicos y tecnológicos importantísimos para la investigación criminal, sin prueba indubitada ni eritema compatible con la agresión sexual, parece imposible probar en un juicio una agresión sexual. Y no es así. Según el jefe de Patología Forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga), José Blanco Pampín, que hizo un informe a raíz de este caso, no siempre es posible la detección de esperma como prueba concluyente de contacto genital y las lesiones se aprecian solo en el 30% de los casos en los que una mujer ha sufrido una violación. Entonces ¿cómo demostrar ante un jueza que ha ocurrido? Esta es la «papeleta» que tienen ahora la Fiscalía y la acusación particular de cara al juicio contra José Enrique Abuín, que comenzará mañana cuando se logre conformar el jurado popular (tras el intento fallido del 28 de octubre, que obligó a posponer 15 días el juicio), que declarará culpable o inocente a «El Chicle» a finales de mes. Él mismo admitió haber matado a la madrileña que vio en las fiestas de A Pobra do Caramiñal. Primero dijo que la atropelló sin querer pero mintió porque Diana murió por estrangulamiento, ya que la autopsia –que no pudo probar la violación– sí reveló la rotura del hueso hioides, situado a la altura de la garganta. Luego cambió de versión y dijo que creía que era una feriante que le había pillado robando gasolina y que trató de inmovilizarla y, sin querer, le apretó mucho el cuello. Sin embargo, siempre negó haberla «tocado» con ánimo sexual porque sabe que esa confesión le llevaría a prisión permanente.
El origen de la fórmula
Y es que, de no poder probarse la violación, solo será condenado por asesinato. Por eso es tan importante probar que llevó a Diana a ese lugar, según describe la fiscal, «sórdido, sombrío, tenebroso y sucio» donde «teniendo a la joven totalmente a su merced, atada, sometida y aterrorizada, la desnudó y la manoseó con ánimo de satisfacer sus instintos sexuales». Luego, «la penetró vaginalmente, mientras ésta se resistía». Pero ¿cómo van a convencer al jurado popular de que lo hizo si no hay ninguna evidencia? Por primera vez en la historia judicial de España se va a intentar acreditar una agresión mediante un método matemático estadístico. Se conoce como el Teorema de Bayes, se formuló en el siglo XVIII y la criminóloga Beatriz de Vicente explica cómo se aplica en el ámbito forense. «Primero, hay que analizar todas las variables del caso, en esta ocasión, el crimen de Diana Quer, que serían: tipo de víctima (edad, complexión), situación en el momento de la captación (era de noche y estaba sola), utilización de un vehículo, tipo de agresor (antecedentes, perfil), forma de control de la mujer (sujeta con bridas), traslado de la víctima (en el maletero), posterior muerte violenta, ocultación del cuerpo (en este caso en un pozo y el cadáver lastrado), tipo de lesiones en el cuerpo... Todas las variables que se dan en este caso se comparan con otros en los que se han presentado las mismas variables. Eso permite establecer la probabilidad de que se haya producido la variable que, en este caso, es la incógnita: la agresión sexual». Es decir, que en el resto de casos en los que se han dado todas esas circunstancias (variables) como las del crimen de Diana, en un 99,9% de ellos se produjo, además, una agresión sexual, lo que permite inferir que en este caso, hay un 99,9% de probabilidades de que también fuera así. De forma que, con las matemáticas, se tratará de despejar la gran incógnita de esta investigación; que no lo es tanto por la intuición policial, sino por la dificultad de demostrarlo en un juicio. Y es importante porque se traducirá en que Abuín esté dentro de unos años en la calle o que probablemente no salga nunca.
Patrones de conducta
Para la criminóloga esto es un «hito procesal». «Las matemáticas llevan mucho aplicándose en la investigación criminal: variables y probabilidades para establecer, por ejemplo, los patrones de conducta de un agresor en serie, pero nunca se habían empleado para probar una agresión sexual en un juicio». Sin embargo, según De Vicente, el hecho de que exista una mínima probabilidad de que no se haya producido la agresión, un veredicto de culpabilidad podría ser muy discutible en el Tribunal Supremo. «La eficacia jurídica aún está por ver», recalca prudente. Porque el deber de la magistrada-presidente del tribunal que juzgará a «El Chicle» será recordar hasta la saciedad al jurado popular esa máxima de nuestro ordenamiento jurídico que es «in dubio pro reo»; es decir, en caso de duda, siempre la opción más favorable para el acusado. Este será sin duda el caballo de batalla para el juicio que comienza mañana, en plena resaca electoral, en los juzgados de Santiago de Compostela. Y será, con toda probabilidad, a lo que se agarre la abogada defensora de «El Chicle», María Fernanda Álvarez, que se encuentra un poco sobrepasada por la trascendencia mediática del caso. El juicio, que se prevé dure un par de semanas, estará marcado por las pruebas periciales y, a buen seguro, por la triste guerra interna (pero pública) que mantiene la propia familia de la víctima.
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