Japón

El toro de Osborne pasta en Japón

El toro colocado en la Trienal de Arte Echigo Tsumari, en Japón, donde se ha decidido que se quede indefinidamente
El toro colocado en la Trienal de Arte Echigo Tsumari, en Japón, donde se ha decidido que se quede indefinidamentelarazon

Los japoneses, además de grandes fetichistas, son consumados consumidores de marcas. Víctimas de la moda y de la modernidad. Los más pop del planeta Tierra. Ayer pusieron de moda la arquitectura torturada de Gaudí y hoy el toro de Osborne. Dos son los iconos publicitarios españoles que pueden medirse con el Bibendum de Michelin: el neón de Tío Pepe y el toro de Osborne, convertidos con la posmodernidad en iconos pop. La imagen megamoderna de lo español. El toro es un diseño tan poderoso que aparece con su negra silueta en la copla «Viva el pasodoble»: «Tres monteras, tres capotes en el redondel y un clarín que corta el viento anunciando un toro negro que da miedo ver». El símbolo de la España pop. Los japoneses, que igual admiran a Godzilla que al toro de Osborne, negro recorte de bravura sobre colinas y altozanos, han sido los primeros en verlo no como una marca, sino como concepto puro del arte contemporáneo. Pues lo han llevado a la Trienal de Arte Echigo Tsumari y lo han expuesto en un bosque de hayas de Matsunoyama, en la prefectura de Niigat, donde instalan los más reputados arquitectos, «performers» y artistas contemporáneos como Anish Kapoor, José de Guimarães o Dominique Perrault. En este privilegiado entorno natural lo han visitado 548.240 personas, que, prendados de su monumental estampa, han conseguido que la organización lo indulte y lo conserve como parte del paisaje. Lógico, pues esta silueta creada como valla publicitaria por Manolo Prieto en 1956 es un precedente del «Land Art». «El toro de las carreteras» se fabricó en madera y luego en acero, con un peso de 4.000 kilos y una altura de 14 metros. De los 500 toros que ocuparon las lomas de las carreteras españolas, en la actualidad apenas perviven 90 siluetas, a la que se les borró la marca al convertirse en símbolo de la España altiva frente al feroz ataque de independentistas y antitaurinos que quisieron eliminarlo de la piel de toro.

Tras la campaña «Salvemos al toro», fue declarado Bien Cultural, y en 2003 los socios del Fomento de las Artes Decorativas lo eligieron como el diseño más representativo del siglo XX. Hoy, esa silueta negra que recorta el paisaje con la altivez que se revuelve el toro de Picasso del «Guernica», el mismo que mató a Sánchez Mejías, es el icono de un país que se resiste a hincar la rodilla en el albero y someterse remiso a la vergonzosa puntilla de sus detractores. Por eso ha ocupado, brioso, el centro de muchas banderas españolas en lugar del escudo.