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Opinión

Gracias, Papa Francisco

Se va un Pontífice que, desde la alegría y la esperanza, siempre quiso poner en el centro a quienes estaban en los márgenes

Encuentro con el Papa Francisco por el aniversario de la revista Vida Nueva en Julio del 2023. Jesús G. FeriaPHOTOGRAPHERS

El pasado lunes de Pascua, día 21 de abril, el Papa Francisco cruzó la puerta de esta existencia y caminó hacia el Padre acompañado de Jesucristo, de santa María y de san José, a los que tanto amó mientras estuvo entre nosotros.

Esta triste noticia nos llegó como un duro golpe, cuando parecía que la salud del Pontífice mejoraba día tras día. De hecho, solo unas horas antes, el Domingo de Resurrección, el Santo Padre envió el último mensaje «Urbi et Orbi» desde la plaza de San Pedro, deseando una feliz Pascua a todos los fieles, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Los doce años de pontificado del Papa Francisco han estado marcados por su talante cercano, amistoso, dialogante y lleno de sentido del humor. Francisco nos ha dejado en herencia un gran testimonio, que nos ayudará a seguir avanzando por el camino de la bondad, de la solidaridad, de la esperanza y del anuncio gozoso del Evangelio.

A menudo hemos visto al Santo Padre romper el protocolo con el objetivo de llegar al máximo de personas posibles, encarnando su «hagan lío» o «en la Iglesia caben todos, todos, todos». Ha sido un Papa que nos ha regalado imágenes, gestos y palabras que han tocado profundamente nuestros corazones.

A lo largo de estos años, el Papa Francisco ha apostado por una «Iglesia en salida». Una Iglesia que camine sinodalmente, que no deje a nadie atrás, que ponga en el centro a los más necesitados y, particularmente, a los descartados y excluidos. El Papa ha apostado por una Iglesia que, sin ser una institución del mundo, habite en medio de él, entre la gente, principalmente a través de los laicos. Unos laicos llamados a ser levadura en medio de la masa, llamados a edificar una sociedad más humana y fraterna, y llamados a anunciar el Evangelio con alegría.

Hoy, ante un mundo polarizado y una creciente injusticia social, encontramos en el testimonio y las enseñanzas del Papa Francisco un camino por el cual avanzar. Necesitamos el remedio que sane nuestro corazón herido y endurecido. Esa medicina es, como defendió siempre el argentino, la comunión de vida con Jesús de Nazaret.

En Él y con Él es posible una transformación de nuestras vidas, de nuestras familias y de nuestras sociedades, haciéndolas más humanas, solidarias y fraternas.

El Papa ha sido un faro de esperanza para muchas personas en todo el mundo. En este Año Jubilar de la Esperanza, recordemos que esperanza y alegría son dos caras de la misma moneda. Una alegría que ha sido el hilo conductor de su magisterio –desde «Evangelii Gaudium», pasando por «Amoris Laetitia o Gaudete et Exsultate»– y que ha aflorado constantemente en el rostro del Papa Francisco. Una alegría que nace de la virtud de la esperanza. Una esperanza fundamentada en la fe en la resurrección de Cristo y en la promesa de vida eterna.

Demos gracias a Dios por el servicio del Papa Francisco a la Iglesia y al mundo. Gracias, Papa Francisco, por encarnar el Evangelio de Jesucristo. Gracias por recodarnos que debemos poner en el centro a los que quedan al margen. Papa Francisco, descansa en paz.