Medicina
Identificadas dianas farmacológicas para terapias contra la insuficiencia cardíaca
Científicos de Harvard detectan 70 genes asociados a esta dolencia para desarrollar estrategias terapéuticas personalizadas
A primera vista su nombre parece engañoso, pero su pronóstico no lo es. De acuerdo con la Fundación del Corazón, «aunque la palabra insuficiencia sugiere un proceso benigno, la insuficiencia cardíaca, sin tratamiento, tiene un pronóstico peor que muchos cánceres. Con el tratamiento los pronósticos difieren en gran medida de la causa que la motiva. Por esta razón, resulta tan importante el prevenir su aparición y realizar un seguimiento correcto de las indicaciones y controles».
Si buscamos el reduccionismo, la insuficiencia cardíaca se produce cuando hay un desequilibrio entre la capacidad del corazón para bombear sangre y las necesidades del organismo. Pero hay más. La insuficiencia cardíaca es un síndrome que no tiene un único responsable, se manifiesta de diferentes modos y es potencialmente mortal. Pero antes de llegar a este desenlace afecta de modo decisivo nuestra capacidad funcional, calidad de vida y genera costes sanitarios elevados.
A nivel global, esta dolencia afecta a más de 64 millones de personas por lo que las iniciativas para reducir su carga social y económica se ha convertido en una de las principales prioridades de salud pública mundial. Uno de los mayores obstáculos a los que se enfrentan los expertos es que si bien el número de casos está en descenso en países industrializados, las cifras que se tienen son solo de estos países y queda aún mucho por comprender sobre sus verdaderos números y costes globales.
En nuestro país, la insuficiencia cardíaca afecta a 800.000 personas, el equivalente a la población de Valencia, la tercera ciudad española más poblada tras Madrid y Barcelona. También es la principal causa de hospitalización entre los mayores de 65 años. Para el Sistema Nacional de Salud el gasto vinculado a la insuficiencia cardíaca representa casi el 4% y, debido al aumento poblacional y al de la esperanza de vida, tanto los afectados como los costes, están aumentando.
El peso no solo cae en los pacientes y su salud física. Según un estudio realizado por Cardioalianza, el 80% de las personas que conviven con esta enfermedad declaran que la hospitalización les ha impactado emocionalmente, mientras que el 45% manifiesta tener miedo a volver a empeorar y reingresar en el centro hospitalario.
A esto hay que sumarle que la tasa de complicaciones y muerte por insuficiencia cardíaca sigue siendo alta. En general, los tratamientos se basan en intervenciones quirúrgicas o el uso de diuréticos, betabloqueadores y distintos tipos de inhibidores que tratan, entre otros, la presión arterial. Pero no siempre dan resultados para todos los tipos de insuficiencia cardíaca.
Para hacer frente a estos obstáculos, un equipo de científicos de la Escuela Médica de Harvard, liderados por Danielle Rasooly, se han centrado en la genética. El equipo de Rasooly analizó datos genéticos de más de 420.000 voluntarios y utilizaron la multiómica –una disciplina que une la genómica, la transcriptómica, la proteómica o la epigenómica para comprender mejor el funcionamiento de los genes– y con esta información ha logrado identificar 58 nuevos objetivos farmacológicos para los dos tipos más frecuentes de insuficiencia cardíaca. «Nuestros hallazgos tienen el potencial de guiar el desarrollo de medicamentos efectivos para pacientes con diferentes tipos de insuficiencia cardíaca», señala el estudio.
En total, el equipo de Rasooly analizó más de 15.000 genes para identificar todas aquellas dianas responsables de causar este tipo de trastornos. Una vez que se identificaba un gen potencialmente interesante se realizan exploraciones para encontrar las evidencias biológicas que confirmen la relación entre la proteína y el tipo específico de insuficiencia cardíaca. «Luego validamos nuestros hallazgos en un conjunto de datos genéticos de múltiples ascendencias de 175.000 personas de ascendencia afroamericana, hispana y europea y replicamos los resultados utilizando una plataforma proteómica alternativa», añaden los autores.
A partir de esta información fue posible identificar 80 genes asociados con la insuficiencia cardíaca. Entre ellos se encontraron varios con un gran potencial para el descubrimiento de nuevos fármacos. Básicamente se trata de genes implicados en la regulación de la presión, el control de los músculos cardíacos, etcétera.
Comprender su importancia permite apuntar a ellos para estimular o anular su función. «Nuestros hallazgos revelan oportunidades prometedoras tanto para el desarrollo de fármacos como para su reutilización» –señala el estudio–. «Anticipamos que nuestra identificación de varios genes como posibles objetivos terapéuticos será valiosa en el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas para estas afecciones».
Los próximos pasos del equipo de la Escuela Médica de Harvard consisten en realizar estudios experimentales utilizando nuevos conjuntos de datos y más numerosos aún, para comprender mejor los mecanismos biológicos que regulan los genes a los que apuntarían los fármacos, en particular aquellos de los que menos se conozcan sus características. «Este tipo de estudios serán fundamentales para validar el potencial terapéutico de los objetivos identificados y avanzar hacia la aplicación clínica», concluye Danielle Rasooly.