Ciencia

La igualdad "a la inversa" llega a la esperanza de vida: ya vivimos los mismos años

El incremento de la expectativa vital conlleva nuevas enfermedades que requieren investigación

Un grupo de jubilados hace ejercicio en el madrileño parque del Retiro
Un grupo de jubilados hace ejercicio en el madrileño parque del RetiroDavid JarLa Razon

No solo vivimos cada vez más, la brecha hombre/mujer se reduce. Esa es la conclusión de un estudio realizado en conjunto por las universidades de Alcalá y Oxford, aunque tiene letra pequeña.

Sin duda se trata de uno de los mayores desafíos al que nos enfrentamos como especie. Por un lado, los avances científicos nos han permitido vivir mucho, mucho tiempo más. Por otro, este incremento en la esperanza de vida tiene un coste: la aparición de nuevas enfermedades que se hacen más comunes y también requieren investigación. ¿Cómo gestionar este balance y cómo predecir sus consecuencias? Vamos por pasos.

Si nos remontamos apenas poco más de un siglo, la esperanza de vida de los españoles se ha duplicado en apenas cuatro generaciones. En la segunda década del siglo XX, la esperanza de vida se situaba un poco por encima de los 42 años para mujeres y en los hombres ni siquiera llegaba a los 40. Un siglo más tarde las mujeres alcanzaban 84,5 años (en promedio) y los hombres pasaron de los 38,8 hasta los 78,4 años. Podríamos hablar de mayor estabilidad, de dieta mediterránea y de avances científicos, pero la tendencia es global.

De acuerdo con Max Roser, director de Our World in Data, en el siglo XIX, la esperanza de vida en Europa, Oceanía y América era de unos 35 años y en África y Asia alcanzaba los 26. En 1950 se dispara a los 60 en promedio en el continente europeo, América aumenta más de una década, y más aún en Asia y Oceanía. Ya en 2015, los países con una expectativa de vida de menos de 55 años se cuentan con los dedos de una mano. Todos ellos en África.

¿Qué une a los países con mayor expectativa de vida y qué podemos esperar del futuro? Eso es lo que se preguntó un equipo formado por expertos de las universidades de Alcalá y Oxford, liderados por David Atance. De acuerdo con el estudio publicado en «Plos One», cuando se trata de tendencias en mortalidad durante los últimos treinta años, los países de todo el mundo se pueden agrupar en cinco grupos, que representan aproximadamente los cinco continentes. Para realizar este tipo de análisis, los autores utilizaron nuevos enfoques estadísticos que incluyen no sólo la esperanza de vida al nacer, sino también otros ocho indicadores de mortalidad (entre los que se incluyen la edad más frecuente de la muerte, las disparidades sociales y económicas y la correlación entre los indicadores de mortalidad) utilizando datos de 194 países de los registros de la División de Población de las Naciones Unidas.

Si bien estos grupos siguen trayectorias diferentes, comparten algunos puntos en común, incluidas esperanza de vida más larga y menor disparidad entre géneros.

«Realizamos un examen exhaustivo de nueve indicadores de mortalidad diferentes desde una perspectiva global utilizando métodos de agrupamiento en el período 1990-2030», explican los autores en el estudio. Además, incluimos análisis de proyecciones para proporcionar información sobre las trayectorias potenciales de los grupos, una dimensión no explorada en trabajos anteriores».

Los resultados indican que los grupos de convergencia de mortalidad de 194 países diferenciados por sexo se asemejan a la configuración de continentes. Estos cinco grupos muestran una tendencia común ascendente y constante en los indicadores de longevidad, acompañada de una reducción progresiva de las disparidades entre sexos y entre grupos de países. Por si esto fuera poco, el equipo de Atance incluyó información para crear proyecciones de la evolución en 2030.

Las conclusiones muestran que la brecha entre hombres y mujeres está disminuyendo tanto en los grupos como en los países considerados de forma individual. Esto podría estar determinado principalmente por los estilos de vida de las clases más bajas. «En el futuro, esta brecha se reducirá, aunque seguirán existiendo diferencias de sexo», añaden los autores. Este hecho puede explicarse por el cromosoma Y, que se asocia con un mayor riesgo de mortalidad y de enfermedades relacionadas con la edad, como enfermedades cardiovasculares. De hecho, los hombres pierden este cromosoma durante su proceso de envejecimiento mientras que las mujeres lo conservan, lo que nos permite explicar por qué estas diferencias seguirán manteniéndose».

El estudio es importante no solo para crear políticas sanitarias y destinar fondos para la investigación de enfermedades más frecuentes, también tiene importancia en el campo económico a la hora de planificar los futuros modelos de trabajo y pensiones.